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Pantallazo de WhatsApp contra la concejala Morcillo.
El pantallazo

El pantallazo

El caso de la concejala Morcillo o el peligro de los 'taberna topic'

J. R. ALONSO DE LA TORRE

Jueves, 8 de diciembre 2016, 08:49

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A finales de los 80 entrevisté a una antropóloga italiana que visitaba Galicia. Al hablar sobre la destrucción arquitectónica en las Rías Baixas, la profesora me explicó que se debía a que a las rías había llegado el dinero antes que la cultura. Por esa razón, los vecinos tiraban sus bellas casas de piedra, levantadas con criterios funcionales y adaptadas a las necesidades del clima, para construir horrendos chalés o cambiaban los sólidos armarios de madera de cerezo por endebles muebles de formica.

En La Raya, entre La Codosera y Arronches, hay dos pueblos gemelos: El Marco y Marco. Están separados por el arroyo Abrilongo y por el que bauticé hace 15 años como El Puente Internacional Más Pequeño del Mundo. El título ha hecho fortuna en guías turísticas, revistas de viajes y catálogos de curiosidades extremeñas. Pero la verdadera curiosidad no es el minúsculo puente, sino cómo se diferencian el Marco alentejano y el Marco extremeño.

A una distancia de 20 metros, la arquitectura cambia. En la aldea portuguesa se mantiene la belleza de las construcciones tradicionales, las chimeneas de toda la vida embellecen el pueblo, las casas tienen muros gruesos que aíslan del calor y del frío y se nota, en fin, que el dinero y la cultura han evolucionado de manera pareja y no hay aberraciones ni esperpentos arquitectónicos.

En el Marco español, la cosa cambia. Ahí no se asimiló bien la llegada del dinero y se ven fachadas alicatadas, ha desaparecido el encanto de la arquitectura rayana y todo tiene un aire de modernidad impostada que ha eliminado la gracia y ha destrozado la lógica de la evolución en la decoración y en la construcción.

En su libro 'El oficio más hermoso del mundo', el periodista José Martí cuenta que el novelista Jesús Fernández Santos le confesó su sospecha, poco antes de morir, de que en España habíamos pasado tan deprisa del asno al Seat 600 que no habíamos tenido tiempo de asumir cambios interiores mucho más importantes.

En todo esto pienso cuando leo las informaciones que publica la periodista Rocío Romero en HOY sobre el caso del pantallazo de WhatsApp y la campaña de injurias en las redes contra la concejala de Cultura de Badajoz Paloma Morcillo. Porque al igual que sucedía con el asno y el 600, también en el ámbito tecnológico hemos dado un salto tan extremo y tan rápido que no hemos sido capaces de asimilar el paso de la conversación de taberna a la conversación de red social. Si hace cinco años nadie hubiera dado crédito a la afirmación de un paisano ante un vaso de vino en el bar de la esquina a las diez de la noche, hoy, un mensaje de un desconocido se convierte en verdad irrefutable si aparece en una red social.

Dominamos los móviles y las tabletas, pero seguimos tan estancados en rigor, prudencia, mesura, empatía, racionalidad y cultura como el pobre borrachín del bar de la esquina. La diferencia es que las frases ocurrentes y exageradas del paisano no salían del bar y nuestros pantallazos ocurrentes e injuriosos se difunden universalmente convirtiéndose en calumnias 'trending topic' que destrozan familias y reputaciones.

Un mensaje o un pantallazo tienen más prestigio que cualquiera de aquellos profesionales fundamentales en la estructura social de los barrios y los pueblos: el médico, el maestro, el cura, el tendero, el director de la caja de ahorros, el farmacéutico, el concejal... Lo único que pervive en España por encima de redes y pantallas es la estructura familiar, un abrigo solidario que nos ampara.

Quizás sea por eso que, tras el pantallazo-calumnia contra la concejala Paloma Morcillo acusándola de otorgar concesiones churreras a cambio de dinero, copas y comidas, las redes sociales hayan ido a la yugular de la familia: sus orígenes, su domicilio. «Tengo un hijo menor y una familia que proteger», ha estallado la concejala. El día que los pantallazos acaben con nuestro último refugio, la familia, podremos certificar el triunfo de la barbarie.

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