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Valencia de Alcántara, en la comarca menos poblada. :: hoy
Indignación en la Raya

Indignación en la Raya

El viaje Cáceres-Valencia de Alcántara vuelve a durar hora y media

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 10 de noviembre 2016, 08:21

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«Los habitantes de la comarca de Valencia de Alcántara tenemos muchas desgracias», así empieza la carta que me dirige Manuel Moreno Lobato, respetado vecino de esta villa cacereña y fronteriza y expresidente del Círculo de Artesanos de la localidad, la institución más tradicional, representativa y de peso de cuantas sociedades existen en Valencia de Alcántara

Manuel Moreno ha estallado, como muchos de sus vecinos, hartos de vivir en una localidad y en una comarca que parece dejada de la mano de los políticos y del destino. Hay datos que enmarcan esta zona fronteriza y nos hablan de su desesperante realidad. Se trata, en fin, de la comarca menos poblada de Extremadura, con unos 15.000 habitantes y con un índice demográfico más propio de las zonas polares que de una comarca europea, oscilando entre uno y diez habitantes por kilómetro cuadrado frente a los 26 de media en Extremadura.

Su carta nace a raíz de un detalle casi anecdótico, que ha sido la gota que ha colmado el vaso de su resignación y de la de sus vecinos. Se refiere, en concreto, a determinadas limitaciones de velocidad en la N-521, que une Cáceres con la frontera portuguesa de Valencia de Alcántara-Marvão; esas limitaciones han convertido este viaje, que antes duraba una hora, en un exasperante trayecto de hora y media.

Pero más allá de la carretera, Manuel Moreno Lobato aprovecha para incidir en la situación de su localidad. «Tenemos la población más envejecida de España y de Europa, teníamos un ferrocarril que nos unía directamente con Madrid y con Lisboa que se nos arrebató, somos el único pueblo cabecera de comarca de la provincia que no está unido por autovía, tenemos los hospitales a 92 y a 82 kilómetros respectivamente, no tenemos fibra óptica, las emisoras de radio se oyen con una dificultad enorme.», detalla don Manuel.

Tras la Guerra Civil, Valencia vivió una época de despegue gracias a la frontera, a los funcionarios y al contrabando. Al desaparecer la frontera, con ella se fue todo lo demás. La comarca no ha recibido ninguna compensación, pero sí se notó entonces el peso de la historia: al haber sido tantos años frontera, las industrias no se habían establecido allí por decreto y esto marcaba el presente de manera sangrante.

Víctor Pérez, hostelero de Valencia de Alcántara, dueño del hotel y restaurante El Clavo, me comentaba que de aquellos tiempos ha perdurado un estilo de vida elegante que aún se nota en los bares, en lo cotidiano: «Hoy en día, en Valencia de Alcántara, en muchos bares se tienen tres o cuatro referencias de vinos de Rioja o de Ribera del Guadiana, dos de Ribera del Duero y una de Somontano abiertas para el chateo. Eso es un nivelazo que no se da ni en los bares de las ciudades grandes».

Pero ese listón no se puede mantener elevado sin ayuda ni lucha. Valencia de Alcántara consiguió que se arreglara su carretera a la capital, 'La Cenicienta' la llamaban, después de muchas protestas e incluso de una huelga general. «Pasamos a tener una vía de cierta calidad, de las denominadas del Plan Redia, con un límite de velocidad de 100 kilómetros, que permitía una comunicación más o menos rápida con la capital de la provincia. ¡Ah!, pero la alegría ha de durar poco en la casa de los pobres. Ahora, por mor de las medidas emanadas de la DGT, se ha sembrado todo el recorrido de los 92 kilómetros de señales de limitación de velocidad que, comprobado, de respetarse todas y cada una de esas señales, de 80, 70, 60, en todos los cambios de rasante, en la mayoría de las curvas, que permiten sin riesgo alguno ser tomadas al menos a la velocidad genérica de la carretera, es decir a 100, en muchas entradas a las fincas, etcétera, supone tardar en recorrer esos 92 kilómetros más de 1 hora y 30 minutos. Es decir, de nuevo, y una vez más, se nos castiga, se nos posterga, se nos discrimina y se nos hace regresar al siglo XVIII o XIX», concluye indignado Manuel Moreno.

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