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El AVE, una cosa de bares

El AVE, una cosa de bares

A base de desprecio, han conseguido que el tren no nos importe

J. R. Alonso de la Torre

Miércoles, 26 de octubre 2016, 07:44

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La manifestación del sábado pidiendo un tren moderno para Extremadura fue un fracaso. Normal. Aquí, lo del tren es un enredo que usamos para entretenernos discutiendo por el AVE y haciendo chistes sobre el AVE, pero el tren nos importa un bledo. Para ser más precisos, han conseguido que el tren nos importe un bledo. Hasta los años 50, puede ser que tuviera cierta importancia en nuestras vidas. Lo usábamos para ir hacia el norte y hacia el sur y era una opción interesante para viajar a Madrid. Aunque tampoco mucho porque el trazado había sido una decisión caprichosa con las estaciones alejadas de los pueblos y la línea pasando a kilómetros de Plasencia y de Cáceres.

A partir de los años 50, el tren fue decayendo. En 1969, con la intención de promover los viajes entre Lisboa y Madrid en el TER que pasaba por Cáceres, Renfe y Comboios de Portugal decidieron dar la comida gratis a los viajeros, sin embargo, no se trataba de invitar a comer, sino de electrificar las líneas, de hacer doble trazado, de mandar material moderno. Pero nada de eso. Aún recuerdo el día que nació mi hijo en Cáceres. Vine desde Galicia con la intención de asistir al parto y por poco llego para su primer día de colegio. Tras 16 horas de viaje en tren, acabé llegando a Palazuelo Empalme en un ferrobús con agujeros en el fuselaje, que nos habían mandado desde Renfe para que hiciera en Extremadura sus últimos kilómetros antes de regalárselo a Venezuela. Y menos mal que fue mi padre a buscarme a Palazuelo porque si no, hubiera tenido que esperar al Lusitania de la madrugada y hubiera batido un récord de casi 24 horas de viaje. Cuando llegué al hospital Virgen de la Montaña, mi hijo casi andaba ya.

La situación no ha cambiado mucho y las velocidades son las mismas. Los trenes no tienen agujeros, pero siguen siendo los más viejos de las dos españas: la España de los trenes Alvia, Altaria, Talgo y AVE y la España de los trenes Regional Exprés. En la España de primera, casi todas las provincias españolas. En la España de segunda, solo Soria, Cáceres y Badajoz. Por tener, hasta Teruel tiene dos convoyes de AVE y Media Distancia, que parten de Atocha a las 9.30 y a las 15.30 horas.

La diferencia entre las dos españas se nota cuando viajas desde Madrid a alguna capital y llegas a la estación de Atocha. Allí, si vienes a Extremadura, te dirigen hacia los andenes del sótano, desde donde parten los trenes con destino a los alrededores de Madrid, los complementarios de los Ave, que paran en todas las estaciones, y los que van a Cáceres y a Badajoz, o sea, los R-598 o similares porque los Talgo los han dejado para Almería, diurno, y Ávila y Salamanca por la noche. Si vas al resto de España, las indicaciones te dirigen hasta la moderna estación de larga distancia Puerta de Atocha, donde todo es luminoso y hay bares y tiendas donde tomar algo o curiosear por los escaparates.

A mediados de los 90, empezaron a circular por Galicia esos R-598. Lo recuerdo porque el gabinete de prensa de Renfe me invitó a su presentación. Ahora nos los han mandado a nosotros. Allí tienen unos modernos Alvia o Altaria que van a 200 por hora (los billetes no han subido) y todo ello con los 100 millones de euros que venían para el tren extremeño y los pontevedreses Rajoy y Ana Pastor, ministra de Fomento entonces, se llevaron para Galicia.

Así son las cosas, pero a nosotros nos da lo mismo porque ni vamos en tren, ni nos importa el tren ni entendemos que la única diferencia real entre el resto de España y Extremadura son las comunicaciones. En lo demás, podemos competir. En comunicaciones aéreas y ferroviarias, no. ¿Pero alguna vez nos ha interesado de verdad competir? Aquel político balear no tenía razón cuando acusaba a nuestros campesinos de no salir del bar, pero si nos hubiera acusado al resto de pasar mucho tiempo en el bar pontificando sobre el AVE, pero no luchando por un tren moderno, no le hubiera quitado la razón.

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