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ANTONIO ARMERO
Jueves, 13 de octubre 2016, 07:37
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Hace dos mil quinientos años, en las Vegas Altas del Guadiana había un edificio enorme que probablemente bullía de actividad. Un espacio que se mantuvo sepultado durante siglos y que hoy es una joya a la que miran con atención los arqueólogos de Extremadura, de España y de bastante más allá. Es el yacimiento de El Turuñuelo, está en Guareña y «para quienes nos dedicamos a esto, es un bombón», resume Sebastián Celestino, director del Instituto de Arqueología de Mérida y codirector junto a Ester Rodríguez de las excavaciones que anteayer cerraron su segunda campaña.
Ese día, el equipo colocó en el suelo varias placas metálicas para cubrir el yacimiento, que es un vivero de información sobre la época tartésica. Al contrario de lo que es frecuente en este tipo de trabajos, no hay que esperar días para que afloren restos de interés. Los hallazgos se producen a diario: vigas de madera, piezas cerámicas, puertas con todos sus herrajes, estucados de colores, hachas, hoces, picos, balanzas, quemaperfumes... Y un recipiente de unas dimensiones sorprendentes, con estructura similar a la de una bañera. «Un elemento totalmente exótico», apunta Celestino.
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