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Leyendas árabes  sobre Mérida
TRIBUNA

Leyendas árabes sobre Mérida

Lo anterior nos muestra indicios racionales bastante fundados de que Al-Idrisi estuvo en Mérida, camino hacia Lisboa, porque también cita el ceutí al acueducto 'Los Milagros'. Al-Razi (889-955), también dijo: «Mérida es muy reputada en todas partes. Ninguna persona podría describir completamente las maravillas de Mérida»

ANTONIO GUERRA CABALLERO

Domingo, 31 de julio 2016, 00:52

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COMO se sabe, el año 713 los árabes, tras haber derrotado a Don Rodrigo en la batalla del Guadalete, avanzaron hasta las puertas de Mérida al mando de un gran ejército. Cuando su líder árabe, Tarik, se asomó a Mérida desde el cerro de Calamonte, exclamó: «Parece que todos los hombres han reunido su arte y su poderío para engrandecer esta ciudad: venturoso el que logre rendirla». Antes de atacarla intentó que los emeritenses se rindieran, pero estos ni siquiera quisieron oír hablar de tal indignidad. Entonces la sitiaron y les costó catorce meses tomarla, hasta que el 30-06-713 Mérida capituló por falta de víveres.

Los árabes saquearon todos sus tesoros y destruyeron gran parte de sus monumentos, que habían sido construidos con los mejores mármoles de Oriente. Dice el geógrafo árabe Al-Himyari en 1461, que un día que un general árabe se hallaba en presencia de la reina Marida, hija del rey de Horosus, contemplando la belleza de Mérida y sus soberbios mármoles, el general árabe Hisam B. Abd al-Aziz, confesó: «Yo era muy aficionado a los mármoles cuando era gobernador de Mérida. Me puse a coleccionar los que había aún en ella para llevarme los más hermosos. Un día, paseando por la ciudad, vi una losa de mármol fija en la muralla. Era de tal pureza que, al verla, la hubiera tomado por un bloque de piedras preciosas. Ordené que la arrancaran, cosa que consiguieron no sin esfuerzo. Cuando fue depositada en el suelo, se dieron cuenta de que llevaba una inscripción en lengua no árabe. Reuní para que la descifrasen a los cristianos que quedaron en Mérida, quienes opinaron que solamente un personaje extranjero que me nombraron y que ellos respetaban podría traducir la inscripción. Mandé un emisario a buscarlo y me trajo un anciano decrépito y encorvado por los años. Cuando se hubo colocado la piedra ante él, sus ojos se llenaron de lágrimas y lloró durante un buen rato. Después me dijo: Es un acta que concede el derecho de saquear libremente a las gentes de Jerusalén a todo aquel que construya quince codos de esta muralla». Lo anterior acreditaría que la mayoría eran tesoros que habían sido traídos de Jerusalén cuando Nabucodonosor el año 587 a.C. destruyó su templo.

Según en la antigüedad aseveraron numerosos eruditos árabes, en Mérida estuvo una misteriosa «piedra de luz», la «alquila», que alumbraba la iglesia en la que se guardaba, sin necesidad de lámparas, un cántaro de aljófar lleno de perlas que los árabes de Mérida regalaron al Califa de Damasco, y después a su sucesor Suleyman, quien la colocó en la mezquita junto a la llamada Mesa de Salomón de esmeraldas y piedras preciosas, también procedente del saqueo de Mérida. Esa mesa, según cuenta Ajbar Machmua, cronista bereber del siglo XI, «tiene muchos bordes y pies, en número de 365, que eran de esmeralda verde». Y Al-Macín refiere que «estaba compuesta por una mezcla de oro y de plata con tres cenefas de perlas». Al parecer, Salomón había escrito sobre ella el nombre de Dios: «Nombre del Poder», o Shem Shemaforash, aunque dicho nombre figuraba oculto, porque la leyenda dice que el que lo pronunciara o escribiera sería poseído del poder de la creación, pero también descubriría un secreto.

Por su parte, Al-Idrisi, geógrafo nacido en Ceuta, cuyo renombre internacional lo adquirió tras haber escrito el Gran Atlas Mundial, refiere que los numerosos vestigios y restos arqueológicos que en su época hubo en Mérida demostraban la grandeza y el poderío de la reina Marida, que era servida en platos de oro y plata que bajaban flotando hasta su mesa repletos de deliciosos manjares. Y añade que, «en las ruinas de Mérida hay una habitación llamada 'la cocina', que se encontraba sobre la sala de recepciones del palacio. Los cocineros enviaban los dorados platos y las plateadas bandejas repletos de delicias que suavemente se posaban delante de la misma reina Marida y sus distinguidos invitados». Y que la reina tenía instalado en lo alto de una torre un legendario espejo de 20 palmos de circunferencia y un sistema de comunicación por reflejos, en el que podía contemplar su deslumbrante belleza hasta desde su otro palacio pequeño. Esa torre estaba situada al sur de la muralla de Mérida, y se llamaba 'Torre del Espejo'. Lo anterior nos muestra indicios racionales bastante fundados de que Al-Idrisi estuvo en Mérida, camino hacia Lisboa, porque también cita el ceutí al acueducto 'Los Milagros'. Al-Razi (889-955), también dijo: «Mérida es muy reputada en todas partes. Ninguna persona podría describir completamente las maravillas de Mérida». Y otro general árabe añade sobre Mérida: «Yo tenía gran deseo de mármoles, para adornar las construcciones nuevas que mandaba edificar... realicé un viaje a Mérida, después de que fue destruida, y hallé bloques de mármol y otras piedras de gran belleza. Hice levantar y llevar estos que yo pensaba que agradarían a mi padre...».

Asimismo, la leyenda árabe sobre el rey Don Rodrigo, refiere que cuando fue derrotado por los árabes, llegó en su huida desesperada a Mérida, y para expiar sus culpas se recluyó en el Monasterio de Cauliana, donde conoció al monje Romano. Inició un viaje con él hasta Portugal, donde el rey cumplió su promesa de fundar una ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de Nazareth. En ella murió. Y que su viuda Egilona fue apresada en Mérida por Abd al- Aziz, hijo de Muza y primer valí de la Península Ibérica, quien enamorado de su belleza, la tomó por esposa, permitiéndole conservar su religión cristiana como muestra de amor. Tras la muerte de Abd al-Aziz, Egilona lloró su muerte y buscó amparo en un convento.

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