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El Farlopa… Vota

Hacerse mayor es que te gobierne tu hijo. Él y yo charlamos recorriendo las calles y me percaté de lo que me espera: ser gobernado por mi hijo y sus amigos

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 27 de junio 2016, 01:11

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Hacerse mayor es que te gobierne tu hijo. En esto pensaba yo mientras peregrinaba de colegio electoral en colegio electoral, sufriendo esas vicisitudes que siempre lees o escuchas, pero que, desde 1979, mi primera votación, hasta hoy, nunca me habían afectado. Porque resulta que ni mi nombre ni el de mi hijo aparecían en el censo del colegio de siempre y estuvimos buscándonos por Cáceres hasta que nos encontramos. Y votamos. Pero antes, charlamos recorriendo las calles y me percaté de lo que me espera: ser gobernado por mi hijo y sus amigos. Es decir, un cambio generacional irrefrenable que te aparta y te inquieta.

Creía que notaría el acecho de la edad última cuando tuviera un nieto, pero los nietos se hacen rogar, llega antes la nueva política. En casa, por ejemplo, hablamos del candidato número uno de Unidos Podemos por la provincia de Cáceres llamándolo por el mote. Pablo y luego, su alias, que no voy a escribir aquí porque cuando esto se lea, igual es diputado y eso no se trivializa ni moteja. El caso es que el tal Pablo pertenece a la pandilla de mi hijo o a una pandilla satélite y no acabo de asimilar que sus compañeros en el pasado de conciertos y botellones decidan a partir de hoy la política española. Pero las cosas son así.

Este proceso de relevo generacional ya lo protagonicé con millones de electores en el 82. Cuando lo disfrutas, no piensas que algún día te puede suceder a ti. Pero te sucede, siempre sucede. Y vuelta a empezar: tarde o temprano, una generación joven acierta a situarse no a izquierda ni a derecha, sino enfrente y se lleva el voto de la ilusión.

Luego, se hacen socialdemócratas responsables, o sea, la reforma templada y pasan los años y un buen día van a votar con su hijo y descubren que se acabó, que ahora le toca gobernar al chaval y a sus amigos, que hace nada se llamaban El Farlopa, El Potas o El Trenzas y ahora son sus señorías y están llenos de ideas viejas que hacen parecer nuevas.

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