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De consulta en consulta

De consulta en consulta

El shock internacional que ha provocado la decisión de los británicos puede pasarle factura mañana a Unidos Podemos, que apoya el derecho a decidir de los catalanes y la celebración de una referéndum

Pablo Calvo

Sábado, 25 de junio 2016, 19:15

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Un día de junio los ingleses iniciaron la liberación de Europa del ejército nazi con el desembarco de Normandía y otro día de junio sus descendientes decidieron liberarse ellos mismos del yugo europeo, que así lo sienten los seguidores del brexit que se ha impuesto en referéndum a los partidarios de seguir formando parte de la Unión Europea. Aseguran que las consecuencias de esta votación se comenzarán a notar en toda su profundidad en un plazo de dos años.

De momento, falta perspectiva para analizar toda la trascendencia de la decisión del Reino Unido. Sí parece claro que quienes se oponían a independizarse de Bruselas y del resto de hermanos europeos han echado en falta a personas como Jorge Fernández Díaz, el ministro de Interior español. Aunque el M16, los servicios secretos británicos, tienen fama de ser de los mejores desde su contribución a la victoria en la Segunda Guerra Mundial, sin duda les hubiera venido muy bien tener un Fernández Díaz que conspirase, como han acreditados las grabaciones hechas públicas esta semana, contra aquellos que desean iniciar un camino distinto.

Cuando David Cameron convocó el referéndum iba de sobrado como suele decirse. Simplemente quería acabar con los enemigos internos de su partido, que estaban muy pesados en sus críticas a los burócratas de Bruselas; y no es que se haya dado un tiro en el pie, es que aquel día firmó su propio suicidio. Pero Jorge Fernández Díaz se lo toma muy en serio, y trabaja en la sombra todo lo que puede para desacreditar a quienes en España, en Cataluña, son partidarios de celebrar otro referéndum que también decida sobre si seguir ligado o separarse de un poder central.

Eso sí, que al responsable de la Policía española le graben con toda nitidez una conversación en su propio despacho entre dos personas es propio de un guion de Mortadelo y Filemón. Es, realmente, un hecho muy grave y preocupante, solo superado por el descubrimiento de que la persona que debe velar por la seguridad de los españoles como responsable de Interior, dedica sus esfuerzos a intentar ensuciar la imagen de quienes no comparten sus ideas.

Todo presunto, claro. Porque Fernández Díaz ha negado la mayor con el mismo desparpajo que el marido infiel niega lo que es obvio al ser pillado en la cama con otra persona. No es lo que parece, que está sacado de contexto, ha dicho, y no me cambies de conversación, que aquí lo importante es quién ha filtrado, insiste. Por supuesto eso es importante, principalmente para él, pero el contenido de su charla con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña es lo sustancial para toda la sociedad.

Aunque las consecuencias económicas y sociales del brexit, decía, tardarán un tiempo en dejarse notar, las políticas van más deprisa, sobre todo por la coincidencia de fechas con las elecciones generales de mañana. El shock internacional que ha provocado la decisión de los británicos puede pasarle factura mañana a Unidos Podemos, que apoya el derecho a decidir de los catalanes y la celebración de una referéndum, en el que ellos defenderían la postura de que Cataluña siga dentro de España.

Pero las consultas, lo acabamos de ver, las carga el diablo. Una vez convocadas no se pueden controlar, quizás ni siquiera por Fernández Díaz. El hecho ya real y constatable, no teórico, de que el Reino Unido ha votado por salirse de la Unión Europea acerca la idea de que lo mismo puede suceder si se convocase un referéndum de independencia en Cataluña.

Posiblemente no entre los más decididos, pero entre quienes se mueven todavía en la duda del voto, la consulta británica les puede alejar mañana de la candidatura de Pablo Iglesias porque, de golpe, al promover una consulta de ese tipo pueden convertirse en cómplices de un episodio de una trascendencia inimaginable para España.

Por muy democrático que resulte preguntar a los ciudadanos, a los que inmediatamente se les intenta confundir con argumentos demagógicos, populistas o directamente falsos como ha sucedido en el caso británico, hay que ser conscientes de que se puede ir de consulta en consulta hasta la derrota final.

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