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Portada del número 522 de 'El Caso'. :: E.R.
Castuera: boxeo y turrón

Castuera: boxeo y turrón

Púgiles, asesinos y toreros han inspirado grandes crónicas

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 14 de junio 2016, 08:30

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El otro día compré El Caso. No lo compré en su tiempo, cuando era uno de los periódicos más vendidos del país, y lo compro ahora, en edición para coleccionistas. Mis ganas de comprarlo y el riesgo de reeditarlo han venido de la mano de una popular serie de televisión cuyo último capítulo, por ahora, se emitió en TVE la pasada semana. Me gustaba la serie y me lo pasaba bien recordando aquellos tiempos de sucesos tan espeluznantes como los de ahora (los sucesos siempre provocan espeluzno), pero que se contaban al detalle, quizás porque los sucesos eran lo único estremecedor que se podía contar al detalle en aquellos años.

La violencia engendra violencia, pero también engendra literatura. Ante mí, tengo el número 522 de El Caso. Se publicó el 5 de mayo de 1962. Dedica siete de sus 16 páginas al crimen del sastre: un profesional de la tela y la tijera que asesinó en Madrid a puñaladas y martillazos a toda su familia porque no había podido terminar su chalet de lujo en Villalba. Los titulares de las páginas interiores te atrapan: «Gritos a las ocho de la mañana: un hombre se asoma al balcón... Ante el espanto de los transeúntes, sacó al balcón los cuerpos sin vida de sus hijos... Tenía que hacerlo hoy, tenía que hacerlo hoy, repetía... Un fraile carmelita trató de disuadirle a través de la puerta...».

La crónica del suceso empieza así: «La plaza de los Mostenses tiene un aire provinciano con su lechería, su bar, su tienda, establecimientos donde se saluda al vecino como si fuera de tu propia familia, donde se conoce cada desavenencia personal, cada circunstancia... En el número tres, tercero derecha, vive una familia que todos ponen como modelo de felicidad...».

Margarita Landi era la periodista estrella de El Caso y publicó varios libros sobre crímenes muy entretenidos. Viuda desde los 20 años, fue cronista de alta costura antes de especializarse en sucesos y popularizar su imagen rompedora de rubia sofisticada que fumaba en pipa.

Los cronistas de sucesos siempre han sido muy particulares. Uno de los últimos grandes con los que trabajé fue José Luis Alvite, fallecido el año pasado, cuya silueta también era inconfundible: un metro noventa, barba blanca y pelo largo y canoso, orondo, de habla profunda, admirador de becarias, con una especial habilidad para manejarse en la oscuridad de los puticlubs y las comisarías. Con los datos que recogía en antros y descampados, se sentaba a escribir escuchando música en unos auriculares y creaba pura literatura de sucesos.

Por seguir con la particularidad de los periodistas de sucesos, ahí está el caso de uno de los especialistas en el tema de este periódico, Sergio Lorenzo, sin duda el periodista más inconfundible de cuantos trabajan en Cáceres. Pero hoy, los sucesos se han convertido en pura noticia y dejan poco margen a la literatura. Se informa de ellos con precisión periodística, sin especulaciones ni metáforas, han dejado de ser un género en sí mismo para transformarse en una información más de la sección de Sociedad.

De la violencia convertida en literatura solo perdura, y a duras penas, la crónica taurina. Aunque no me entusiasmen apasionadamente los toros, tengo en mi biblioteca libros de Joaquín Vidal, Andrés Amorós, Walter Johnston, que fue presidente del 'Club Taurino of London', o Ernest Hemingway con los que he disfrutado mucho.

Dando brillo a esta página, mi vecino Manuel Alcántara fue uno de los últimos cronistas literarios de otro espectáculo violento: el boxeo. Da gusto leer sus crónicas sobre Folledo, Carrasco o Legrá medio siglo después de ser escritas. Hoy, el boxeo inspira pocas crónicas. Si acaso, algún breve como el que publicaba HOY el sábado pasado. Daba cuenta del campeonato de boxeo de Extremadura, celebrado en Castuera ante 800 espectadores. Solo el nombre del encuentro daba para media página de literatura pugilística: 'I Torneo Turrón del Duro'.

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