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Corral del Rey: «Un solomillaco en Barbaño»

Corral del Rey: «Un solomillaco en Barbaño»

En esta pedanía de Montijo, uno de los 'Portu' lleva el 'Corral del Rey'

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Lunes, 26 de abril 2021, 22:16

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En la calle más emblemática de Barbaño, la que va a la ermita, en pleno centro, hay un restaurante que no te deja indiferente desde que entras hasta que pagas y te marchas. Barbaño, ya saben, es un pueblecito bonito y florido situado a cinco minutos de la carretera que une la A-5 con Montijo, a cuyo Ayuntamiento pertenece. Está rodeado de frutales y de tierras de regadío y tiene en el restaurante del que les hablo un lugar de peregrinación al que acude la comarca entera y los entendidos del resto de Extremadura. Uno de ellos es Emilio González Barroso, crítico musical de HOY, que es quien me recomendó que fuera a comer a Barbaño, al restaurante 'Corral del Rey'.

El local tiene aires de mesón, pero con esa decoración ecléctica tan común en los restaurantes de los pueblos extremeños: una talla de madera étnica por allá, un fresco de una bailarina del cancán de algún salón del 'Far West' por allá; en un rincón, una máquina de coser junto a una camisa colgando de una percha; lámparas de inspiración medieval y sillas de tapizado palaciego junto a mesas rústicas; buenas copas de vino, magníficas copas de balón para las cervezas, correctas la vajilla y la cubertería y el jefe, Julio, desinhibido, atento, simpático, con media camisa por fuera y la otra media por dentro y sirviendo con diligencia primorosa.

¿Y de comida qué? Dirán ustedes. Pues de comida, una pasada, y perdonen el coloquialismo. Vamos por partes: te sientas y te ponen buenas aceitunas 'machacás' y unas rodajas de morcón pasables. El pan, ¡vaya por dios!, es de baguette calentita. No tienen una gran carta de vinos, pero lo que hay es bueno. Los comensales, que entre semana son abundantes y el fin de semana suelen llenar, son gente sencilla y sin pretensiones, pero saben comer y cuando escuchas que piden 'carnaca' y te extrañas, enseguida lo entiendes cuando ves salir a Julio con unos chuletones gigantes y da a escoger.

A Julio lo llaman 'El Portu', un mote que en esta zona del Guadiana es sinónimo de buen comer. Los Portu son tres hermanos de Guadiana del Caudillo. Julio regenta este 'Corral del Rey' en Barbaño y sus hermanos Quico, en Pueblonuevo, y Gumersindo, en Guadiana, llevan otros restaurantes. Nosotros nos centraremos en este de Barbaño, donde Julio nos trae la carta y nos deja sobre la mesa una libreta con las especialidades del día: ancas, paletilla, solomillo, bacalao brasa, pluma ibérica, cabrito, caldereta de cochinillo, boquerones, anchoa cero, cocochas, revuelto de criadillas, codorniz.

En la carta hay de todo: quesos, buen jamón ibérico, bacalao dorado, sepia, mollejas, gambones, solomillo ibérico. En fin, lo común y a 9-12 euros de media las raciones. Los chuletones, entre 12 y 15. Fuera de carta y por encargo, preparan un jamón asado al horno que, cuentan, está delicioso.

Corral del Rey

  • Dirección Carretera de Circunvalación, 17

  • Localidad Barbaño

  • Teléfono 606283577

  • Horario Siempre abierto

  • Terraza

  • ¿Tiene Cruzcampo? Consultar

Pedimos unas patatas revolconas (10), unas cocochas rebozadas y, por seguir con el tono informal, un 'solomillaco'. Éramos dos y sufrimos para acabarlo todo, pero entraba solo. Explicando estos platos nos podemos hacer una idea de cómo se come en Barbaño. Las patatas revolconas son al estilo sur de Extremadura, es decir, no el guiso de patatas de Gata o Hurdes, sino una especie de flan gigante formado por un revuelto de patatas fritas para tortilla y huevos con el toque de la casa de unas lonchas de bacalao ahumado por encima.

Las cocochas (12), melosas y suaves, eran 22 porciones bien rebozadas y mejor fritas. Pero el espectáculo llega con el solomillo de ternera (16). Es un 'peazo solomillaco' de unos 300 gramos, que llega a la mesa crepitando sobre una de esas piedras ardientes que te permiten brasearlo a tu gusto. Al lado, Julio deja un bol con escamas de sal y un plato con patatas fritas recién hechas y con un tomate gigante a la antigua usanza, a la de siempre: cortado a la mitad y aliñado con sal gorda. El solomillo se deshace en la boca. En una palabra, espectacular.

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