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¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?
De izquierda a derecha, José Luis Talavera, Juan Antonio Rodríguez y David López, tres alumnos de la escuela de pastores, en la explotación ovina de Mario Díaz, donde hacen prácticas
Pastores con diploma

Pastores con diploma

Diez hombres y una mujer de edades y perfiles de lo más dispar integran la primera promoción de la única escuela de pastores de Extremadura

Antonio J. Armero

Domingo, 5 de junio 2016, 00:46

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De los últimos 3.154 días de su vida, Mario ha trabajado 3.149. Ha faltado cinco, tres de ellos por culpa de un pinchazo en la espalda que no le dejaba ni darse la vuelta en la cama. Los otros dos días fueron para viajar de Hinojal a Madrid (290 kilómetros) a ver al Atleti en el Vicente Calderón: una vez contra el Celta, porque una de sus hijas les regaló las entradas por las bodas de plata, y la otra esta temporada contra el Deportivo de La Coruña. «Salimos el viernes a la una y media de la tarde y el sábado a las dos ya estábamos de vuelta», cuenta él mismo, que recuerda bien la fecha de inicio de este recuento: el 9 de octubre de 2004. Desde entonces, Mario Díaz (54 años bien llevados, locuaz, cercano, simpático) está donde está. O sea, en su ganadería. En mitad del campo, acompañado por cuatrocientas ovejas, cuatro perros y una cantidad de personas completamente inusual. Lo normal es que estén él y el joven al que contrató hace un año, pero hoy completan la fotografía José Luis, Juan Antonio y David. Son tres de los once alumnos de la primera promoción de la única escuela de pastores de Extremadura.

Está en Casar de Cáceres -a quince minutos en coche de la capital- y en ella se forman hombre y mujeres de edades y perfiles dispares a los que les gustaría ganarse la vida criando ganado. Si dan ese paso y hacen caso a sus profesores, es decir, si se asocian varios para montar un negocio en común, podrán tener un sueldo digno y librar muchos fines de semana. Lo hagan finalmente o no, su presencia en esta escuela pionera les señala como los pastores del futuro.

A las diez de la mañana, Mario Díaz, que ya lleva cuatro horas trabajando, está con una tetina en la mano. Limpiándola, para después colocarla en el comedero y que se lancen a succionar los benjamines del rebaño, una treintena de corderos juguetones que se turnan para mordisquear el pantalón vaquero de José Luis Talavera. Tiene 45 años, llevaba trabajando desde los 16 y la vida le cambió cuando llegó el tsunami de la crisis. En quince segundos, en un párrafo, resume por qué ha vuelto a estudiar. «Tenía mi propia empresa de fontanería, y trabajaba sobre todo para la construcción, pero los encargos empezaron a bajar y bajar caca vez más, así que me puse a dar clases en la escuela taller, donde estuve dos años, y ahora me he apuntado al curso para ser pastor porque tengo la idea de montar mi propia explotación».

El terreno y los animales

No hace ni veinticuatro horas que José Luis Talavera ha firmado el contrato de arrendamiento de una finca de ocho hectáreas en la sierra de la Mosca, en Cáceres, con luz y agua. Allí podrá soltar a sus cien ovejas merinas negras. «Con lo que estoy viendo en el curso -cuenta-, ahora me planteo si dedicar la explotación al ordeño o a la carne».

Quién se lo iba a decir a él, que «hace cinco años veía una oveja y salía corriendo», bromea. La culpa del cambio la tiene la gente del campo. «Por mi trabajo como fontanero, conocía a muchos ganaderos de esta zona, de Casar y alrededores, y siempre me acuerdo que una vez, un pastor me dijo Amigo Jose, a la puerta del pastor el hambre llamó, pero nunca entró».

Ese mantra rural se le quedó grabado y hoy lo recuerda cuando habla de su ilusión: ser eso, pastor. En su caso, ya ha dado dos pasos de gigante: tiene los animales y el terreno. Como Marta Vivas (29 años), que por la mañana hace las prácticas en las naves de José María Ordiales, y por la tarde tiene el examen del B1 de Inglés en el ILM (el Instituto de Lenguas Modernas, la opción de la Universidad de Extremadura para aprender idiomas)

Lo de estudiar es un recuerdo lejano para varios de los alumnos de la escuela, pero no para ella. Tras diplomarse en Estadística, completó un ciclo formativo en Prevención de Riesgos Profesionales y luego hizo un máster en Prevención de Riesgos Laborales. Ahora es la única chica de la primera promoción de la escuela de pastores, un oficio que no le resulta ajeno. Su padre, que tenía vacas, le dejó medio centenar de ovejas a ella, que antes de apuntarse al curso ya sabía lo que era ordeñar.

Esa es la primera tarea del día en explotaciones como la de José María Ordiales, donde Marta hace prácticas. O sea: le saca la leche a las ovejas, les pone la comida, limpia los establos, esparce la paja donde se echarán a dormir, atiende en los partos, echa una mano con las esponjas... «La esponja es una especie de tampón que se introduce en la vagina de la oveja y que sirve para controlar las fechas en que son más fértiles», explica José María, el ganadero, un hombre encantado de contar en sus naves con más personal de lo normal. «Está bien la idea de la escuela, los chavales vienen a aprender pero se puede contar con ellos para que te echen una mano, y aquí nos tratamos entre nosotros de igual a igual», resume el hombre, que también advierte que su trabajo «no es tarea sencilla ni mucho menos».

Los animales no tienen puentes festivos ni vacaciones, y además de atenderles a ellos, hay que tener en cuenta una serie de variables que marcarán la rentabilidad del negocio. Por ejemplo: el tipo de alimentación según la época del año, los cuidados veterinarios, la relación con la cooperativa, los meses en los que conviene tener más partos pensando en aumentar la producción, la venta de la leche...

Más producción

Esto último remite a una de las claves que justifican la existencia de la escuela: la Torta del Casar. «Un queso natural, elaborado mediante métodos tradicionales a base de leche cruda de oveja procedente de ganaderías controladas, cuajo vegetal y sal», define la propia Denominación de Origen Protegida. Y una marca conocida mucho más allá de los límites de Extremadura.

«Si se produjera más torta, se vendería, hay un déficit de producción, especialmente en las épocas del año en las que la demanda es más fuerte, es decir, en Navidad y Semana Santa», condensa Enrique Izquiedo, coordinador de formación en Cooprado, la cooperativa que agrupa a unos quinientos socios y que entre otras cosas, se encarga de comercializar la leche de las explotaciones que abastecen a las siete queserías que fabrican Torta del Casar.

La Denominación necesita más materia prima. Y para eso hacen falta más ovejas. Y para que pueda haberlas es preciso contar con más explotaciones, o sea, con más pastores. Y un motivo más: el relevo generacional. No estaría nada mal rebajar la media de edad de quienes se ganan la vida entre estos animales. Por todo eso se creó la escuela, que ha nacido de la mano de Cooprado y del grupo de acción local Tagus (Asociación para el desarrollo integral del Tajo, Salor y Almonte).

Con la extremeña ya son seis las escuelas de pastores que hay en España. Cuatro consolidadas funcionan en Cataluña, País Vasco, Andalucía y Asturias, y este año ha empezado a funcionar una en Murcia. En la de Casar de Cáceres, los alumnos no pagan matrícula. Solo una fianza de 150 euros que se les devolverá al acabar el curso. Los profesores son cinco veterinarios, que dan clases de nueve de la mañana a una de la tarde- las dos primeras semanas, una hora más- con media hora de descanso a partir de las once. Y su factor distintivo respecto a las otras cinco escuelas del país es que al terminar, los alumnos tendrán cuatro carnés apreciados en el sector: los de bienestar animal, biocidas, transporte de animales vivos e incorporación a la empresa agraria.

La parte práctica incluye estancias en distintas explotaciones ganaderas de la zona, dos días a la semana durante el mes de mayo y uno en junio. En total, 410 horas de formación que incluyen lecciones sobre la ubre, el ordeño, la gestación, la paridera, la leche, la higiene de las explotaciones, los programas sanitarios, la desinfección de instalaciones, manejo, alimentación, patologías habituales, desaparasitaciones, vacunas, las praderas, la empresa agraria, la PAC, la oficina veterinaria virtual, fiscalidad, contabilidad agraria...

Una receta que llamó la atención de jóvenes y no tanto, residentes en Extremadura, en otras regiones de España y también en el extranjero. En total, más de sesenta solicitudes, con las que los organizadores hicieron un doble filtro: primero por el currículum y luego tras una entrevista personal. Así se cubrieron las doce plazas previstas, aunque finalmente una quedó vacante debido a una baja de última hora.

«Al principio, tuvo sus particularidades afrontar la tesitura de dar clases a alumnos de diferentes edades y con diferentes niveles formativo, pero todo ha ido muy bien», resume Alejandro Tovar, uno de los cinco veterinarios que ejercen como profesores. Él coordina a este equipo de docentes, y afirma que «los alumnos son gente espabilada y participativa, que pregunta en las clases».

Volver a las aulas

Uno de esos que varias décadas después ha vuelto a las aulas es David López, casareño de 34 años que admite que estudiar nunca fue lo suyo. Tras ganarse la vida como electricista, como vendedor ambulante y como peón de jardinería, ahora estudia para ser pastor. «Tengo ocho hectáreas de terreno y setenta ovejas de campo, estoy en el paro y me gustaría tener una ganadería propia», reconoce. «Es un trabajo en el que se necesita una inversión importante para empezar, y es muy sacrificado, pero es para ti mismo», añade el alumno, que comparte mañana de prácticas con Juan Antonio Rodríguez (39 años), madrileño residente en Cáceres.

«Estuve veinte años trabajando en una imprenta -recuerda-, ahora estoy en el paro, y hasta hace poco, yo no sabía nada sobre las ovejas». «Me apunté a la escuela -explica- porque me pareció algo novedoso, y entre otras cosas, me ha servido para darme cuenta de que la inversión que se necesita para poner en marcha un negocio de este tipo es más grande de lo que pensaba». Una de las claves, apunta Juan Antonio, es asociarse, un concepto que no acaba de calar del todo entre buena parte de los que contemplan la posibilidad de ganarse la vida como ganaderos.

Esta cuestión, la de unir fuerzas, es capital, según Enrique Izquierdo. Y de hecho, añade el coordinador formativo, es uno de los conceptos que se les trata de inculcar durante el curso. «Que una única persona sostenga un negocio de este tipo implica mucho trabajo y muy poco tiempo libre -plantea-, pero si son dos socios o tres, todo es mucho más sencillo, se puede llegar a tener una calidad de vida muy parecida a la de otros trabajos».

Esa idea, la de convertirse en pastor profesional, le hace mucha ilusión a Ricardo Jesús Pacheco. Tiene 23 años, es el hijo de los ermitaños de Casar de Cáceres (de la ermita de la Virgen del Prado), no tiene el graduado escolar, ha trabajado como albañil y jardinero y ahora está en paro. «El curso está genial, me encanta», responde sin dudar un segundo. «Conocía algo de este mundo porque mi suegro tiene vacas de leche y yo vivo en el campo, pero estoy aprendiendo muchísimo, lo veo como una salida y de hecho, creo que voy a montar mi propia ganadería, no sé si asociándome con alguien o yo solo».

Lo dice Ricardo mientras coloca la máquina de ordeño a una oveja. En el bolsillo derecho de su pantalón de faena guarda el bote de líquido «cierra pezones». Así lo llama él porque así lo llama Ordiales, el ganadero que le está enseñando el oficio. Quizás en las próximas semanas le toque ir a la explotación de Mario Díaz, a quien la escuela le parece «una iniciativa buena, porque así los chavales se hacen una idea de cómo funciona este negocio». «Lo que hago yo con ellos es abrirles los ojos», apostilla el ganadero que ha librado cinco días en doce años, y que saluda con complicidad a Enrique Izquierdo. Se conocen bien. Han pasado horas hablando sobre el gremio, el trabajo, los animales... Un bagaje que le permite a Izquierdo abordar el asunto con perspectiva. «En la escuela intentamos formar a empresarios de la ganadería», proclama. «La imagen del pastor -amplía- como alguien que recorre los caminos tras sus ovejas, con su zurrón, es historia; los pastores de hoy y del futuro son otra cosa».

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