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Casa de Andalucía, caseta decana del ferial cacereño. :: L. Cordero
El modelo de feria

El modelo de feria

Cáceres debate sobre sus fiestas entre gogós, churros y rebujitos

J. R. Alonso de la Torre

Viernes, 27 de mayo 2016, 07:55

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Mi ciudad se desangra en un debate virulento, violento y sin cuartel. Mientras España discute sobre el modelo de política, el modelo educativo, el modelo energético, el modelo de acogimiento e incluso el modelo social y mientras unos optan entre populismo Trump y liberalismo con conciencia Hillary o entre el modelo comercial americano y europeo, Cáceres debate el modelo de feria.

Es muy propio de mi ciudad discutir sobre estos temas de gran enjundia. ¿Compramos en El Faro o compramos en Pintores, aparcamos bajo tierra o seguimos buscándonos la vida por las calles, bajamos a la Plaza o nos quedamos en Cánovas? En esta capital, donde la última revolución violenta la protagonizó el botellón y donde nos sorprendió un golpe de estado mientras debatíamos sobre el agua que queríamos beber, no extraña demasiado que vivamos estos días inmersos en un debate de hondo calado y trascendencia universal: el modelo de feria.

Cáceres se divide entre partidarios de la feria de día, la feria de tarde y la feria de noche, entre la feria con toros y la feria sin toros, entre quienes pronostican el fin de las casetas y el fin de los cacharritos y quienes argumentan que las carpas con gogós y los carruseles son imperecederos y se mantendrán pase lo que pase.

El debate protagoniza estos días la primera hora de encuentro, en el ferial o en las calles con farolillos, de colegas y familias. A partir de la primera hora y de la quinta copa, las conversaciones vuelven por donde solían: el bailarín cubano, el despendole de la jefa de servicio, la cogorza del concejal y el aire acondicionado de la caseta del PP. Pero hasta que hace efecto el rebujito y recuperamos la cordura, toda nuestra capacidad de raciocinio está puesta al servicio del gran debate ciudadano que nos preocupa: el modelo de feria.

En esta diatriba, las razones van cargadas de gruesos conceptos como caciquismo, destrucción, ruina, desaparición. El tremendismo español, que en Extremadura se acentúa por nuestra dificultad para lidiar con la ironía, en estado puro. El tremendismo hispánico no se ha inventado en Twitter. Ya existía con los visigodos y lo vio muy claro Churchill cuando nos definió como una nación que llevaba siglos intentando destruirse sin conseguirlo. Con la feria sucede algo parecido: por más que nos empeñemos en acabar con casetas, toros o cacharritos, ella seguirá viva y lozana porque es nuestra.

Las fiestas de mayo comenzaron cuando agonizaba el siglo XIX como un complemento de la feria de ganado. Un siglo después, ya no había ganado, pero la feria seguía y hoy, el ganado asnal y caballar es un pequeño apartado del programa, un entretenimiento más. Lo cierto es que, trascendente o intrascendente, el modelo de feria está en cuestión y el debate es tan intenso como paradójico. Así, quienes deberían ser liberales y no intervenir, permitiendo que sea el público quien decida dónde quiere ir, son quienes intervienen para promover un modelo de feria que ha triunfado en Cáceres y es la imagen de marca frente a otras ferias de la región, es decir, un ferial lleno de casetas, atracciones y multitudes. En esa posición se encuentra el PP con la alcaldesa Elena Nevado al frente.

Al otro lado, partidos menos neoliberales, al menos en su modelo primigenio, apostando por que sea la gente quien decida, o sea, dar facilidades a los hosteleros del centro para que conviertan las calles en una fiesta, que los ciudadanos elijan dónde ir y si las casetas dejan de ser rentables pues adiós a las casetas como se dijo adiós al ganado. Y no pasará nada.

El que suscribe, que solo va a la feria a tomar un churro y a recuperar la infancia un ratito, también entra en el debate. Yo estoy con la alcaldesa. Si desaparecen las casetas, el ferial de San Fernando dejará de ser el mejor de Extremadura. Y a mí, qué quieren, me hace ilusión visitar otras ferias y decir eso de como la feria de mi pueblo, ninguna. Soy de Cáceres, ergo, me encantan los debates tontos.

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