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Cristina Bayón, con uno de los dispositivos con los que trabaja .
La extremeña que ayuda a los niños que no pueden andar

La extremeña que ayuda a los niños que no pueden andar

Cristina Bayón, ingeniera de Monesterio, participa en un proyecto coordinado por el CSIC

ISABEL AMBRONA

Domingo, 15 de mayo 2016, 08:43

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Apasionada del mundo de la oratoria y confesa amante del jamón de Monesterio, la extremeña Cristina Bayón es una de las investigadoras que participan en el proyecto C. P. Walker. Esta iniciativa trabaja en la rehabilitación de niños con parálisis cerebral para que puedan caminar.

Nacida en 1990 en Montesterio, Cristina obtuvo en 2012 el título de grado de Ingeniería Mecánica por el University College de Dinamarca. Un año después se licenció en Ingeniería Industrial por la Universidad de Extremadura. Desde 2014 trabaja como ingeniera de investigación en el Centro de Automática y Robótica del CSIC, que es el organismo público de investigación de referencia a nivel nacional.

Allí desarrolla su tesis doctoral a través de un contrato financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Matriculada en la Universidad Carlos III de Madrid, está centrando sus estudios en el desarrollo de una plataforma robótica para la rehabilitación y el entrenamiento de la marcha en niños con parálisis cerebral. Su investigación está dirigida por Eduardo Rocón y Luis Enrique Moreno. Aunque Cristina colabora en las distintas subtareas del proyecto, su principal aportación es el desarrollo de la programación y el control de la plataforma robótica, así como la definición de las terapias de rehabilitación que puede realizar el dispositivo.

Este trabajo en el que colabora la monesteriense ha generado hasta el momento una publicación en una revista indexada -es decir, de prestigio mundial-, otra en un encuentro doctoral y tres más en congresos internacionales.

Cristina cuenta que cuando acabó sus ingenierías no tenía ninguna intención de hacer el doctorado. «De hecho, empecé a trabajar en una empresa privada, pero por casualidades de la vida he llegado aquí, al CSIC, a través de una beca -explica-. La verdad es que todo ha sido una gran sorpresa porque estoy muy contenta con el trabajo que estoy desarrollando. También tengo la suerte de trabajar en el hospital con niños, lo que todavía hace que te sientas más realizada con tu trabajo».

Según cuenta la joven, el proyecto en el que trabaja «comenzó en 2013 y en él colaboran tres centros: El Instituto de Biomecánica de Valencia, el Hospital Niño Jesús de Madrid y el Centro de Automática y Robótica del CSIC, en Madrid».

En 2013 tan sólo se realizó el diseño mecánico del robot en Valencia. «A nosotros no nos llega hasta 2014, que es cuando entra en el CSIC. Y hasta hace unos meses, a finales de 2015, no se han empezado a hacer pruebas con niños en el Hospital Niño Jesús de Madrid. Nosotros nos encargamos del diseño electrónico y del control del dispositivo; es decir, de hacer la interfaz entre el robot y el niño y de los algoritmos de control, entre otros aspectos», relata Cristina.

En el CSIC no sólo tratan la parálisis cerebral, «también investigamos sobre ictus, temblor esencial, párkinson o lesión medular, pero yo me centro más en la parálisis», asegura la monesteriense.

El robot

El robot que ha diseñado el CSIC es una plataforma de rehabilitación para niños con parálisis cerebral compuesta principalmente por dos partes: un andador inteligente, que hace de soporte para que los pacientes puedan caminar sin caerse; y un exoesqueleto unido al andador y a través del cual se realiza el movimiento guiado de las articulaciones.

«Los niños no pueden mover sus piernas, o si las mueven, lo hacen mal. Lo que nosotros tratamos de hacer es que a través del movimiento de los motores del exoesqueleto los pequeños puedan aprender patrones de marcha adecuados. Actualmente estamos trabajando con niños de entre 12 y 16 años», afirma.

A la hora de dirigir al robot, Cristina y sus compañeros pueden hacerlo de dos formas. La primera es a través de un ordenador o tableta «donde programamos la velocidad de la marcha o si queremos que haga más extensión o flexión de cadera o de rodilla. Toda esta información se manda para que el robot empiece directamente a caminar y el niño se deje llevar y comience a andar», relata.

La otra forma es a través de una unidad de análisis electroencefalográfico, un casco con el que los investigadores miden la intención que el niño tiene de caminar. Si se detecta que el paciente quiere hacerlo, el robot empieza a moverse.

Esta última variante de la investigación se ha realizado tan sólo con un paciente. «Además de que teníamos poco tiempo, la unidad necesita un trabajo previo con el niño antes de que se monte en el robot. Deben pasar por una cirugía tras la que tienen que estar varios meses en cama y hasta dos años de rehabilitación».

Estos dos primeros meses después de la cirugía «los aprovechamos para entrenar con ellos. Les ponemos unas gafas de realidad virtual y el casco de electroencefalografía. Ellos ven un avatar en primera persona en un videojuego y empezamos a decirles que piensen en que quieren caminar para entrenarlos en esa intención de movimiento. Cuando el casco detecta esa intención, el avatar comienza a andar», explica Cristina Bayón, la monesteriense que trabaja en un robot para ayudar a los niños a caminar.

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