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Imagen del sitio web del colchón que avisa de las traiciones. :: HOY
El colchón anticuernos

El colchón anticuernos

Una empresa gallega presenta la cama que avisa de las infidelidades

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 3 de mayo 2016, 07:20

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Ordes es una villa de 12.000 habitantes situada entre Santiago de Compostela y A Coruña. Ordes es famosa por sus ricos grelos, por la leche de sus vacas y por sus macrodiscotecas rurales. La última vez que había estado por allí fue hace 15 años para contar la historia de una antigua fábrica de chocolate y para charlar con trabajadores del sector textil, que elaboran prendas para Inditex y El Corte Inglés. La pasada semana regresé a Ordes con un amigo, pero no fue para beber leche, comer grelos ni comprar chocolate, sino para conocer un producto que ha convertido la localidad en un pueblo famoso. La pasada semana fui a Ordes para conocer el colchón anticuernos.

Hasta ahora, existían localizadores de teléfono que te avisaban de dónde se encontraba tu pareja. El propio Facebook, tan poco discreto él, es capaz, con un poco de esfuerzo, de informarte de qué hace quien te interesa y existen trucos y trampas que te permiten espiar el correo electrónico de quien quieras. Lo que no conocíamos aún era un colchón que te avisara cuando sobre él se realizaran actividades sospechosas. Pues bien, ese colchón ya existe, lo han inventado en Ordes e informa a su comprador al instante si alguien se acuesta en él y hace el amor.

Una pequeña empresa local de Ordes llamada Durmet ha inventado el colchón inteligente Smarttress. Tiene 24 sensores ultrasónicos capaces de medir la presión y el ritmo que se ejerce sobre el colchón. Si coinciden con el ajetreo propio del acto amoroso, el colchón pone en marcha las alarmas y avisa de la infidelidad.

¿Pero a quién avisa y cómo? Pues al dueño o dueña del colchón, que habrá instalado en su smartphone una aplicación llamada Smarttress que emitirá un sonido inquietante: no es un WhatsApp, es una infidelidad. Y no solo informa del engaño, sino que muestra el colchón en 3D dibujando en cada momento los movimientos que sobre él se realizan. En fin, puro masoquismo.

La gran pregunta es cómo sabe el colchón que lo que se hace sobre sus muelles es el amor y no el pino o la siesta. Muy sencillo: un algoritmo. Sí, también la coyunda tiene su algoritmo, que, dependiendo de la presión y del ritmo que la pareja ejerza sobre el colchón, dispara la alarma del móvil. ¿Qué pasa si es el niño quien salta, el gato quien duerme o si colocamos un bulto sobre la cama? Pues nada porque el colchón y su algoritmo son muy listos y solo responden a unas estudiadas medidas de velocidad, intensidad y frecuencia que son exclusivas de la cópula entre humanos. Es más, que nadie piense que haciendo un trío o realizando las posturas más retorcidas del Kamasutra va a engañar al colchón. No hay escapatoria posible, se las sabe todas.

José Antonio Muiño, gerente de Durmet, e Iván Miranda, ingeniero diseñador del colchón, aseguran que se han hecho cientos de pruebas para verificar la fiabilidad del producto, aunque no aclaran si han participado ellos en tan particulares experimentos. Esperan vender muchos colchones anticuernos basándose en la estadística, que dice que los españoles son los más infieles de Europa con una media anual per cápita de 2.3 aventuras.

El colchón cuesta 1.550 euros si tiene la medida estándar matrimonial de 1,35x90. Si es para una cama king-size de dos metros por 1,50, entonces sube a 2.050 euros. Naturalmente, el colchón tiene una apariencia inofensiva: salvo su comprador, nadie podría decir que tiene 24 sensores ultrasónicos repartidos en cuatro filas y seis columnas. Esa discreción también se manifiesta a la hora de comprarlo: en la web, dando tus señas y esperando a que se pongan en contacto contigo.

Aunque el colchón anticuernos suena a pura operación de marketing, lo cierto es que, tras su presentación en Madrid el Día Mundial del Beso, las compras se suceden. Y los vecinos de Ordes, la mitad dedicados a las vacas de leche y la otra mitad, al textil y al grelo, se toman lo del colchón a chufla: «Bueno, carallo, bueno, con face-lo no sofá, todo arreglado».

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