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Seis meses de enredo

Seis meses de enredo

Con la excepción de Albert Rivera, que parece no tener contestación en su formación, los otros tres bailan en la cuerda floja

tomás martín tamayo

Sábado, 30 de abril 2016, 08:03

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El 4 de marzo, al finalizar un debate a cinco en la televisión extremeña, el moderador nos pidió un titular como resumen de nuestras intervenciones. El mío fue «nos vemos en las urnas el 26 de junio». Era el día de la segunda sesión para la investidura de Pedro Sánchez, como presidente del Gobierno. Desde el 20-D vengo sosteniendo que el acuerdo para conformar una mayoría de derechas o de izquierdas era imposible con los actuales protagonistas, porque todos, sin excepción, están más pendientes de salvar sus propios muebles que de arreglar la casa común. Cualquier movimiento táctico puede desestabilizarlos ante el electorado e incluso dentro de sus propios partidos y, en esa situación, el nuevo encuentro con las urnas me parecía inevitable.

Con la excepción de Albert Rivera, líder de Ciudadanos, que parece no tener contestación en su formación, los otros tres bailan en la cuerda floja. Para mí será una sorpresa que Ciudadanos no rentabilice en las urnas su postura equidistante y su esfuerzo por frenar separatismos camuflados en el patatal de Podemos. Mariano Rajoy está amortizado dentro y fuera del Partido Popular y lo que le queda son los coletazos del pez al que han sacado del agua. Su empecinamiento es preocupante, porque viene a demostrar que está aún más alejado de la realidad de lo que se suponía. Hoy es un triste zombi, que deambula sin rumbo y sin guía por la avenida de la política, buscando un muñeco al que poder abrazarse para mantenerse en pie. Aún así, sigue al frente de un partido y de un gobierno en funciones y que se desmembra incluso durante la prórroga. «Sorayos» contra «cospedales», «montoros» contra «aznares», la «lideresa» contra todo el mundo, jóvenes contra viejos quemados Han entrado en un bucle para el que van a necesitar mucha biodramina.

Pedro Sánchez no es tan flojito como creían sus propios adversarios interiores y azuzado por la necesidad, ha logrado en este tiempo recomponer la figura y casi hacernos olvidar que con su careto holliwoodiense deparó al PSOE el peor resultado de la etapa, perdiendo incluso 20 diputados más que Rubalcaba. Creo que no lo ha hecho mal en estos meses de enredos múltiples, porque ha demostrado cierta coherencia, firmeza en sus compromisos firmados y sentido de la estrategia para chapotear incluso en las arenas movedizas que a su paso expandían sus propios compañeros. Lo tenía muy mal porque si se alía con el PP se lo come Podemos y si se alía con Podemos se lo comen los suyos y Podemos.

Y después de todos los émulos de Antón Pirulero, el cuarto en discordia es Podemos, o Pablo Iglesias, que nos ha recordado que la veteranía es un grado y que ellos aún no han acabado el bachillerato, por lo que se comportan como adolescentes que, por múltiples circunstancias, se ven administrando una responsabilidad que los supera. Pero no ha demostrado Podemos ser más «chiquillo» que los demás y, entre todos, nos pasarán la factura de una nueva cita electoral que superará los 200 millones de euros. Y a la chita callando, después del 26 de Junio volveremos a pagarles un pastizal a los partidos políticos. Por cada voto 0,80 euros y 21.168 por diputado o senador. Ellos nunca pierden e incluso cobran por no ponerse de acuerdo.

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