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Mombuey, con su iglesia y torre románica. :: E.R.
De Mombuey a Valencita

De Mombuey a Valencita

El pueblo de donde llegaron los templarios a Valencia del Mombuey

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 19 de abril 2016, 07:43

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En los viajes de Madrid a Ourense y a las Rías Baixas, Mombuey ha sido desde siempre una etapa fundamental. Aquí se detenían los arrieros, los caminantes, los peregrinos y los correos para hacer acopio de cecina, de chorizo, de jamón, vino, queso y buen pan, hogazas inmensas de pan zamorano con las que aguantar los envites del viento, la nieve y la lluvia, que ya asomaban en las sierras y amenazaban con hacer insufrible la travesía de las portillas del Padornelo y de la Canda.

Mombuey es atravesado por la antigua Nacional de Madrid a Vigo. A pesar de que la autovía ha menguado su actividad comercial, sigue siendo un enclave de avituallamiento de viajeros y vecinos de la comarca. Solo tiene 427 habitantes, muy pocos para contar con dos sucursales bancarias y carnicerías, pescaderías, tiendas de muebles y panaderías. Y es que los palanquinos, que así se llaman sus habitantes, son emprendedores desde el tiempo de los caballeros templarios, señores de estas tierras del Monte Boe, topónimo referido a una colina cercana.

El símbolo de Mombuey es la torre atalaya militar de su iglesia románica del siglo XIII, declarada monumento nacional en 1931. Esta torre, enhiesta y orgullosa, presidía la cañada trashumante y ahora es vecina del Camino de Santiago, que llega desde Extremadura. Fue por ese camino compostelano, que empata con el Camino de la Plata, por donde los templarios bajaron a Extremadura, se establecieron en el suroeste de la región, con Jerez de los Caballeros como epicentro, y trajeron el topónimo Mombuey para nombrar una de sus posesiones: el pueblo de Valencia del Mombuey.

En la web municipal de esta localidad extremeña, no se habla de su origen, pero sí se cuenta que el lugar fue comprado en 1402 por Gómez Suárez de Figueroa, pasando a integrarse en el señorío de Feria. Valencia del Mombuey está a un par de kilómetros de la frontera y el pueblo más cercano no es Oliva, a 20 kilómetros, ni Villanueva del Fresno, a 16, sino la portuguesa Amareleja, que queda a nueve kilómetros.

Esta cercanía ha provocado que Valencia fuera destruida y despoblada por los portugueses ya en el siglo XIV, quedando entonces solo un vecino en el pueblo. En 1641 y 1704 fue de nuevo arrasada e incendiada. La última destrucción fue tan brutal que hubo que cambiar el pueblo de sitio, levantándolo a dos kilómetros de su anterior emplazamiento y siendo conocida desde entonces popularmente como Valencita la Quemada, aunque sin perder oficialmente nunca el apellido zamorano: Valencia del Mombuey.

Estuve esta Semana Santa en el Mombuey de Zamora. En realidad, me acerqué a visitar un pueblo cercano, Santa Eulalia del Rionegro, con el fin de recordar el verano de 1975. Entonces, el pueblo tenía el sacrílego, pero inolvidable nombre de Garrapatas de Santa Eulalia. Ese verano, pasé en Garrapatas unos días acampado junto al río Rionegro con unos compañeros de clase hasta que una tormenta inundó nuestras tiendas, mató a un paisano y nos hizo pasar una noche terrible. Al amanecer, me fui andando hasta el cruce de Mombuey, un camionero me llevó hasta Zamora y pude avisar a los padres de mis amigos para que fueran a recogerlos.

Quería recordar aquel verano en Garrapatas de Santa Eulalia, pero acabé visitando Mombuey, interesándome por su relación con nuestra Valencita y descubriendo su ancestral y austera Semana Santa, singularizada por el sonido de carracas y tambores, la presencia de un Cristo articulado y el canto del miserere y el rosario. Frente a esta seriedad, Valencita también venera a Cristo, que es su patrón, en septiembre, pero en lugar de las carracas y el miserere de Mombuey, Valencita obsequia a nativos y visitantes con sangría y gazpacho, reparte cafés, dulces y aguardientes entre los músicos que tocan en la procesión y cierra los actos con pasacalles y verbena popular. En Valencita, de Mombuey solo queda el apellido. La alegría del sur ha derrotado a la austeridad zamorana.

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