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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Aficionados hacen cola en el parking del estadio Príncipe Felipe para ver el partido de ayer.
Una verde dehesa-parking

Una verde dehesa-parking

El Cacereño empezó a ganar al Racing en el aparcamiento

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 11 de abril 2016, 08:06

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En la temporada 1958-59, Helenio Herrera entrenaba al Barça y dijo que vencerían al Betis sin bajarse del autobús. El Barcelona ganó 2-5 en el Villamarín, aunque, naturalmente, los jugadores tuvieron que bajar del autobús. Helenio Herrero juró y perjuró que él, a lo largo de su vida, había dicho muchas tonterías, como esa de que se juega mejor con 10 que con 11, pero nunca había dicho lo del autobús. Servidor no es Helenio Herrera, ni es entrenador, ni tan siquiera sabe de fútbol, pero sí digo tonterías. Ayer, sin ir más lejos, nada más llegar al estadio y estacionar el coche, le dije a Johnny, fotógrafo del HOY: «Los partidos se ganan desde el aparcamiento y hoy, el Cacereño va a arrasar». Y arrasamos.

¡Madre mía cómo estaba ayer el Cutre Párking del Príncipe Felipe! Media hora antes del partido, el descampado que hace las veces de macroaparcamiento estaba de bote en bote. Tuve que dejar el coche en lo alto de la dehesilla-parking, entre unos hierbajos de metro y medio de alto. En cualquier estadio, el aparcamiento está asfaltado y señalizado. En Cáceres, es verde hierba, como la camiseta del equipo, y las marcas son imaginarias. Pero desde el partido de copa contra el Málaga, no se recordaba algo así: tanto coche, tanta gente, tanta ilusión... Quedaba demostrado que la afición del Cacereño es de azúcar: en cuanto le das un mínimo motivo para ser feliz, responde y se derrite.

Hace unos años, el partido de ayer en el Príncipe Felipe hubiera sido Medio Día del Club. Las entradas hubieran costado el doble y todos los socios hubiéramos pagado. Pero ayer no fue así: para que la afición acudiera al partido más emocionante del año, hubo que rebajar los precios y casi regalar a los socios cuantos pases supereconómicos quisieran. Es más, para dar más color a la grada, la directiva convirtió la jornada en el Día de la Cantera y así, al salir 250 niños al campo, al menos se aseguraba la presencia de los padres. Pero yo creo que no hacía falta tanto. Tras el segundo triunfo fuera de casa, la afición había despertado. El domingo anterior, el Cacereño había ganado en Coruxo, un histórico barrio de pescadores de Vigo, y se había recuperado el entusiasmo. Tanto que 45 minutos antes del comienzo, ya había largas colas en las taquillas.

Además, el partido era de los que piden aumentativos, superlativos y todo tipo de genitivos: Partidazo... Superpartido... Partido de la década, de la temporada, del año, de la jornada... 72 años después, el Racing de Santander volvía a Cáceres. El Racing es el equipo más poderoso que ha visitado el Príncipe Felipe en los últimos años: 44 temporadas en Primera, una vez subcampeón de Liga, dos veces semifinalista de la Copa del Rey, una participación en la Copa de la UEFA, 12.762 accionistas y, según una encuesta del CIS, decimocuarto club de España por el número de simpatizantes. Es más, durante el fin de semana sucedió algo inédito en la ciudad: funcionó el turismo deportivo y se vieron aficionados cántabros disfrutando de la gastronomía y de la parte antigua. ¿Pero qué importaba tanto poderío a una afición cacereña que, por primera vez en la temporada, llegaba al campo henchida de fe?

El Racing de Santander solo había jugado en Cáceres un partido. Fue en 1944, durante una fase de ascenso a Segunda División. Los cántabros nos ganaron 1-2 en Cabezarrubia y 3-2 en El Sardinero. Era, en fin, una lucha de David contra Goliat, un aspirante al ascenso contra un fugitivo del descenso. Pero el fútbol es imprevisible. Ayer, el Cacereño, sin lesionados ni contratiempos externos, parecía un campeón indiscutible. Los jugadores hacían buen fútbol, se anticipaban siempre, defendían con asombrosa seguridad, la estrategia funcionaba y olían el gol.

Ganamos 3-0, la victoria más holgada de la temporada, y se demostró que el fútbol puede ser muy divertido. Al volver a la Dehesa-parking, los turismos se taponaban los unos a los otros y no podían salir. Es lo que tiene ganar desde el aparcamiento, que luego no puedes mover el coche.

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