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Bertín Osborne, durante una entrevista de su programa. :: rtve.es
¿Bertín o Ana Pastor?

¿Bertín o Ana Pastor?

En el país y en la región, entendemos negociación como eliminación

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 17 de marzo 2016, 07:14

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¡Atención!, pregunta de moda: ¿por qué consigue mejores respuestas de sus entrevistados Bertín Osborne que Ana Pastor? La respuesta es sencilla: Bertín, más que hacer preguntas, lo que hace es charlar, mientras que en Ana Pastor lo importante son las preguntas incisivas, la insistencia, la tensión.

Un buen truco para entrevistar es empezar preguntando por la infancia. El entrevistado se relaja, el ambiente se distiende y brotan las confidencias. Lo importante no es parecer incisivo o agresivo, sino que el entrevistado te cuente cosas interesantes, si es que tiene algo interesante que contar, es decir, lo que no le cuenta a nadie. Esta manera de interrogar sin preguntas fue desarrollada durante la II Guerra Mundial por Hanns Scharff, el amable interrogador nazi de la Luftwaffe, que prefería tratar a los prisioneros con respeto y amabilidad, en lugar de presionarlos con preguntas y amenazas de violencia.

Tuvo tanto éxito en sus interrogatorios que acabó asesorando al Pentágono en la década de los 50. Su mérito era combinar varias tácticas: la aproximación amable al interrogado, en plan colegas, evitar las presiones directas para conseguir información, dar a entender que el interrogador lo sabe casi todo, porque el entrevistado es una persona que le interesa, y dejar que el protagonista confirme o desmienta datos u opiniones que se le lanzan.

Para entrevistar bien hay que ser humilde o, cuando menos, parecerlo. Bertín no tiene nada de humilde, pero consigue darle a sus entrevistas un aire de sencillez, de señor que quiere saber, pero que no tiene nada que demostrar salvo curiosidad. Es una pose, pero le funciona. Para entrevistar, hay que interesarse de verdad por lo que te cuentan, no pretender lucirse ni ser protagonista de nada y, sobre todo, parecer un poco más tonto e ignorante que tu entrevistado. Además de preparar muy bien la entrevista, naturalmente.

«Hay que ser muy listo para hacerse el tonto durante 20 años», decía Santiago Carrillo del rey Juan Carlos. El líder comunista se refería a la capacidad del monarca para conseguir que Franco se confiara durante años y pensara que su sucesor mantendría todo atado y bien atado.

Entrevistar tiene mucho de negociación: yo muestro mis cartas preguntando, tú muestras las tuyas respondiendo y cedes en lo que quieres o en lo que el entrevistador consigue que cedas. Ahora vivimos tiempos de negociación, de mostrar y esconder, de parecer tonto sin serlo o al revés, de 'bertines' y 'anaspastor'.

Observen a Plablo Iglesias, traicionado por el orgullo de juventud, por la soberbia de la superioridad intelectual y moral, esa actitud de los muy inteligentes que acaba traicionándolos y llevándolos al despeñadero. Frente a él, Pedro Sánchez, que siempre ha parecido tonto, pero está zafándose de casi todas las trampas, las de los suyos y las de los otros, no sé si por listo o porque tiene detrás a Jordi Sevilla, a José Enrique Serrano y a Rodolfo Ares, tres fontaneros tan hábiles que llevan toda su vida en segunda fila, que en política es la fila de los listos.

En una negociación, lo importante no es lo que ganas ni tan siquiera los puntos que propones para el toma y daca, sino lo que pierdes si esa negociación no sale. El negociador más hábil es aquel que adivina cuánto está dispuesto a ceder su interlocutor con tal de no levantarse de la mesa. ¿Qué alternativa le queda al negociador si rompe? Eso vale para los presupuestos en Mérida y para la formación de gobierno en Madrid.

En un país que, desde Don Rodrigo y la invasión árabe, entiende la negociación como una eliminación, aprender a pactar es una asignatura pendiente. Nuestra tradición dice que el que pierde, desaparece. ¿Pierden judíos y musulmanes? Pues a la calle. ¿Pierden beltranejos? Torres mochadas y ostracismo. ¿Pierden comuneros? Al cadalso. ¿Pierden liberales? Al exilio. ¿Pierden republicanos? Al paredón... Si esta costumbre cambia, habremos entrado de verdad en la nueva política.

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