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María Mozo con el cheque de la gallina, que nadie le paga. l.c.
La gallina sale rana

La gallina sale rana

Nadie patrocina la princesa encantada a la que Cáceres debe tanto

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 1 de febrero 2016, 07:36

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Cáceres es lo que es gracias a una gallina. Eso no quiere decir que en Cáceres seamos unos cobardes. Somos pactistas, simplemente. Cada vez que han querido venir a conquistarnos y destruirnos, ya fuera Alfonso IX, ya fuera Napoleón, nos las hemos ingeniado para pactar o para seducir y así nos hemos conservado tan bien: monumentales, artísticos y sorprendentes.

Y todo empezó con la gallina, o sea, con la hija del caíd moro, aquella princesita que sedujo al capitán cristiano, le franqueó la entrada a la ciudad por secretos pasadizos y así Cáceres fue reconquistada por Alfonso IX, al séptimo intento, sin que se destruyeran sus murallas ni sus monumentos. Eso sí, la princesa fue maldecida para los restos y convertida en gallina, que solo puede salir a pasear por la parte antigua la noche de la reconquista. Y quien la encuentre, ¡premio!

Si la gallina nos salvó de la destrucción cristiana, una cubertería de los Golfines nos libró de la destrucción napoleónica: se la regalamos a un mariscal francés y mantuvimos la ciudad intacta. Así hemos ido trampeando la historia sin mayor menoscabo que alguna contienda civil y medieval que se cargó el alcázar y un par de incendios provocados por las tropas liberales.

Como honrar a una cubertería se antoja bastante complicado, los cacereños hemos optado por ensalzar a la gallina. Tampoco es que le demos mucho bombo, pero la utilizamos para jugar a los tesoros la noche de San Jorge. Poca cosa es, pero bueno, tiene su gracia.

Ahí al lado, en Salamanca, se lo montan mejor y han convertido en mito la rana de la fachada de su universidad. Buscarla se ha convertido en algo tan ineludible para el turista que yo creo que ayuda a aumentar las pernoctaciones. «Me quedo un día más, a ver si así la descubro mañana, con más luz», se dicen los turistas y amplían la reserva hotelera.

También en Salamanca, más concretamente en La Alberca, han conseguido convertir su cerdo ambulante en patrimonio turístico fundamental. No se sabe ya si las gentes visitan el pueblo por disfrutar de su belleza rural o por buscar el puerco por las calles. No hace mucho, hemos propuesto en estas páginas que el Consorcio Cáceres Ciudad Histórica viera la manera de soltar gallinas por la parte antigua en la seguridad de que la medida se convertiría en gran reclamo turístico. Pero me temo que el consorcio está para pocas novedades y menos gastos.

En Salamanca, el premio por ver la rana es inmaterial: si la descubres, además de aprobar la carrera, pides un deseo y te lo conceden seguro, que es lo mismo que sucede en la catedral de Santiago de Compostela con el santo de los croques, que te das unos golpes y puedes pedir lo que quieras. En La Alberca son más listos. Encontrarte con el cerdo no te da derecho a nada, ni dinero ni deseos. Es más, el cerdo se bendice en San Antonio, se sortea en San Antón y da dinero al pueblo.

En Cáceres somos menos crédulos que en Salamanca con la rana y más generosos que en La Alberca con el cerdo. Aquí, quien encuentra la gallina se lleva dinero. Al menos en teoría. Yo creo que todo se debe a cierto complejo. No sé, es una gallina, algo tan sencillo, tan humilde, aunque digan que es una princesa, que pensamos que o ponemos pasta o nadie le hará ni caso. En Salamanca, sin embargo, nadie siente vergüenza de su rana ni de su cerdo y quien quiera verlos, que se esfuerce.

En Cáceres, encontrar la gallina principesca en 2011 estaba premiado con 400 euros. Al año siguiente bajó a 300 y desde 2014 solo se dan 200 euros. Nuestra gallina se degrada sin remisión. Aunque la vergüenza absoluta ha llegado en la última edición de la búsqueda de la gallina. La encontró una joven llamada María Mozo, pero nueve meses después del hallazgo, nadie le ha pagado los 200 euros prometidos. El Consorcio no tiene posibles, el Ayuntamiento no paga y ninguna empresa ha querido patrocinar en 2015 la gallina a la que Cáceres le debe tanto. ¡Cuánto desagradecido!

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