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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
El detenido, con el rostro tapado y escoltado por los agentes, llega al Juzgado de Coria:: D.PALMA
El feriante mató a su empleado porque se quería marchar

El feriante mató a su empleado porque se quería marchar

El abogado del agresor recurrirá el auto de ingreso en prisión hasta que se celebre el juicio al considerar que no hay riesgo de fuga

Ana B. Hernández

Viernes, 22 de enero 2016, 00:17

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Todo comenzó con una discusión cuando el feriante supo que su empleado se quería marchar. José Manuel García quería dejar de trabajar con Pedro P. C. después de 14 años. Llorando la mayor parte del tiempo de su declaración, así se lo explicó a la magistrada el autor confeso de la muerte de su empleado. La discusión entre ambos dentro de una caravana fue subiendo de tono con insultos y reproches mutuos hasta que llegaron a las manos. En el forcejo, y cuando ambos se estaban cayendo al suelo, cogió lo primero que pudo, un cuchillo que clavó a su trabajador y que fatalmente fue un pinchazo mortal, porque se lo clavó en el corazón.

Así lo determina también el informe preliminar de la autopsia que se le practicó al cadáver de José Manuel García la tarde del miércoles, horas después de que falleciera en la caravana ubicada en un solar privado de la avenida Sierra de Gata, en pleno centro de Coria. En esta caravana residía el feriante, el propietario de las atracciones infantiles que cada invierno desde hace años se instalaban en la localidad. Y en un camión estacionado también junto a la caravana y las atracciones, dormía el empleado. Sin embargo, según conocidos de ambos, los dos hacían vida en la caravana, donde comían y cenaban. «Su relación era más que de amigos, era casi familiar; se llevaban estupendamente, aunque discutieran», afirma Francisco Javier Cumbreño, un vecino.

Pedro P. C. ha ingresado en el Centro Penitenciario de Cáceres . Lo ha hecho a instancias de un auto de la titular del Juzgado de Instrucción Número 2 de la localidad cauriense en el que decreta prisión provisional, comunicada y sin fianza para el autor confeso de la muerte de José Manuel García, que ayer fue enterrado en la localidad cacereña de Mirabel.

La magistrada ha atendido en el auto la petición del fiscal, quien ha argumentado que había riesgo de fuga, frente a la defensa del homicida, que mantiene que la medida cautelar adoptada es excesiva teniendo en cuenta que Pedro P. C. tiene arraigo familiar, carece de antecedentes penales y policiales, y confesó y se entregó a la Guardia Civil voluntariamente en lugar de optar por fugarse.

Por eso, la defensa de Pedro P. C. estudia ahora recurrir el auto y proponer otras medidas cautelares para el feriante hasta que se fije la fecha de su juicio, tras el que se determinará la pena para un hombre que ayer declaró durante más de dos horas en el Juzgado de Coria.

Llegó procedente de los calabozos de Moraleja, donde pasó la noche, y escoltado por agentes de la Guardia Civil que le taparon el rostro para introducirle, arropado también por sus familiares, por una puerta lateral de los juzgados. A las tres de la tarde ya sabía que sería conducido hasta la cárcel cacereña.

En la mañana de ayer, el solar de las atracciones, junto a la concurrida cafetería Burbujas, ya no estaba acordonado. Pero en él seguían la caravana y el camión y solo una atracción cerrada, el parque de bolas. «Los hinchables estaban recogidos porque durante la mañana del miércoles tenían pensado irse ya a otros pueblos con fiestas», asegura Ainhoa Sánchez, propietaria del bar al que acudían con frecuencia Pedro y José. «Por eso cuando la mañana del miércoles vi a Pedro en su coche no me extrañé, pensé que se iban de viaje».

En realidad, partía en dirección a Talavera de la Reina para contar a unos familiares lo que había hecho. Tras esta conversación, el feriante decidió entregarse. «No entendemos cómo una discusión pudo acabar así, no eran violentos, ninguno, sino buenas personas; la verdad es que cuesta creer lo sucedido», añade Ainhoa. «Los dos eran amables en las atracciones y José, al que conocía más, tranquilo y agradable; es una lástima lo ocurrido», zanja el panadero al que cada mañana el empleado compraba el pan.

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