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Ángel Marcos, ayer en el Príncipe Felipe. :: Jorge Rey
El Ferguson del Cacereño

El Ferguson del Cacereño

Ángel Marcos, un caballero escéptico al que no se valora lo suficiente

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 11 de enero 2016, 08:45

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Otro domingo de fútbol y temporal. El Cacereño no se desenvuelve mal con estas condiciones. Aunque su fútbol no es directo por culpa de la lluvia, sino por mor de este campo minado de guaridas de conejo donde solo los jugadores de rugby adivinarían hacia dónde botará el balón.

Los equipos contrarios vienen al Príncipe Felipe con aprensión, pero se van contentos: saben que les espera el peor terreno de juego de la división y saben que, desde que hemos vuelto al grupo del frío, nos hemos contagiado de la climatología norteña, con la salvedad de que en este estadio, a veces, se estropea el agua caliente. Así sucedió hace una semana contra el Club Deportivo Izarra y hubo que hacer cola en el vestuario local para ducharse juntos los 27 jugadores y el trío arbitral.

Ducharse juntos une mucho y eso convierte los partidos de Cáceres en una fiesta fraternal. Además, el público está cada vez más resignado a las inclemencias de todo tipo y no se enfada ni con los árbitros anticaseros, que son entendidos como otro fenómeno meteorológico adverso. Por otro lado, ¿cómo te vas a enfadar si te ganan el Sporting B o el Izarra?, equipos que no nos han hecho nada malo. El Izarra, además. nos suena más a gobernador civil que a club de fútbol. ¿Se acuerdan de Izarra Rodríguez, un médico manchego que fue gobernador de Cáceres en 1964? Seguro que si son aficionados del Cacereño, lo recuerdan: el grueso de la masa social ya tenía uso de razón en el 64.

Si recuerdan a Izarra, también se acordarán del Marcador Simultáneo Dardo, que informaba 'manualmente' desde el fondo Norte de la Ciudad Deportiva de los resultados de la quiniela. En el Príncipe Felipe es distinto. Aquí había un marcador electrónico tan cascado que parecía un jeroglífico: salían tres rayas y te entretenías mucho adivinando si marcaban el minuto 38 o el 22. Ahora, ni eso: está estropeado.

A pesar de los pesares, el Cacereño resiste temporada tras temporada gracias a la repetición de un mismo esquema, el del vaivén: va una racha mala y parece que todo se hunde, viene una racha buena y parece que disputaremos la Copa y hasta la promoción de ascenso, va otra racha mala, nos conformamos con salvarnos a dos jornadas del final y nos salvamos.

La situación del Cacereño, aunque aburrida por repetida, me parece milagrosa y nuestro santo hacedor no es otro que el beato Ángel Marcos, que lleva 22 años en el Cacereño y once temporadas entrenándolo. A veces, lo observo mientras recorre la banda. Es un caballero elegante, espigado, con aire escéptico, como de vuelta de todo. Cada año le encargan en el último momento que salve la situación y él actúa con solvencia. Es consciente de que no se le valora en Cáceres. Fuera de aquí, sí. De hecho, la prensa del equipo más 'representativo' de Segunda B, la gaditana, lo llama 'El Ferguson del Cacereño'. El apodo le queda perfecto.

Impávido, discreto, experto... Aguanta lo que caiga. A veces, no tiene jugadores suficientes, pero no se inmuta y resuelve con lo que hay. Si uno de sus defensas fundamentales decide colgar las botas para dar clase de Biología en un instituto de Navalmoral, le pide que compagine unas jornadas más el aula y el área y el profesor Mejías dice que sí. ¡Cómo hacerle un feo a Ferguson!

En cuestión de fichajes, el club parece últimamente un aeropuerto de enlace con Iberoamérica por donde pasan brasileños, ecuatorianos, uruguayos y argentinos, pero todos en tránsito, ninguno se queda. Incluso pasó por la 'terminal' una señora azteca que quiso enviar a México a nuestro Ferguson. Afortunadamente, la señora también estaba en tránsito y el tándem Ferguson-Glazer (Marcos-Doblas) sigue salvándonos. Ayer perdimos tontamente porque ahora toca racha mala y era lo previsible. La gente se enfadó, pero no se desesperó. La racha buena está al caer y a Marcos y a Doblas se les quiere como se quiere a un marido habitual: por costumbre... Y porque sin ellos, el Cacereño desaparecería.

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