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Abel (i) y Alejandro son amigos desde la infancia, vecinos en Badajoz, militares en el mismo cuartel y entre ambos suman ya ocho misiones internacionales. El jueves volaron juntos a Irak.
Alejandro y Abel, amigos y destinados en Irak

Alejandro y Abel, amigos y destinados en Irak

Dos militares pacenses que acaban de aterrizar en Besmayah cuentan a HOY cómo son los días previos a una misión de este tipo

J. López-Lago

Domingo, 20 de diciembre 2015, 00:32

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Alejandro se entera del atentado contra la embajada española de Kabul (Afganistán) mientras se toma un café al lado del portal de su casa. Ni se inmuta.

En menos de una semana este pacense del barrio de San Fernando estará en Irak, pero en su cabeza están los bebederos de su parcela, cuyo sistema acaba de revisar para que durante su ausencia su padre pueda atender sin problemas a los animales. «Me compré el terreno hace unos tres años y allí tengo cabras, gallinas, conejos y hasta un burro», dice este militar de Badajoz que dentro de unos días leerá estas líneas tumbado en la camareta que ya comparte con tres soldados más. Han sido destinados durante más de cinco meses a la base de Besmayah, construida en mitad del desierto iraquí.

El mundo está caliente, lo sabe, igual que entiende que sus allegados se preocupen porque el terrorismo islámico sea una amenaza para occidentales cuando él pasará casi seis meses en Oriente Medio. «¿Miedo? No. La situación siempre está controlada gracias a la preparación que hemos hecho. Soy afortunado de que me hayan elegido», dice Alejandro García Rosiña, cabo primero, 32 años, padre de un niño de dos años y medio.

Una frase prácticamente idéntica suelta Abel Campanón Lozano, íntimo amigo de Alejandro. Se conocen desde que eran niños, viven en el mismo barrio, se llaman el uno al otro usando un silbido característico, trabajan en el mismo cuartel situado a las afueras de Badajoz, comparten amigos, pasión futbolera y un lugar donde desatarla frente al televisor, el bar Cádiz. También es cabo primero y este jueves se subió al mismo avión con idéntico destino.

Los 231 soldados (199 de la brigada mecanizada Extremadura XI) que han volado a Irak para adiestrar a las tropas de su Ejército con el fin de que puedan hacer frente al Estado Islámico han salido en tres turnos. A Alejandro y Abel les ha tocado el último y la espera se les ha hecho larga. HOY ha pasado con ellos una de las jornadas previas a la partida y ambos están inquietos. No pueden ocultar que los días se les hacen largos, quieren irse ya, «que la cuenta atrás empiece cuanto antes», reconocen durante sus últimos días de permiso.

Lo que preocupa a ambos no está a miles de kilómetros de distancia sino en Badajoz. Se puede resumir en que sus familias estén bien y sufran lo menos posible. Alejandro, por ejemplo, ha contratado a una persona para que atienda al pequeño cuando Ana, su mujer, esté trabajando en el supermercado, donde ha pedido una reducción de jornada para poder pasar más horas con el chico. «Le hemos explicado que su padre se va a construir casas para los niños pobres», dice el militar en un intento de aprovechar la experiencia para el proceso educativo del niño.

La casa de Alejandro ya huele a viaje. Al pequeño le han adelantado los reyes magos y ya tiene su bicicleta con el fin de que pueda usarla con su padre. Una carpeta con dólares, documentación personal que incluye dos estampas de La Soledad que le regaló su madre, recién fallecida, para su primera misión en 2003, una boina y una bandera de España ya están sobre la mesilla del salón. Sobre el suelo, la mochila de camuflaje a medio llenar. Esta vez no habrá olvidos en el equipaje de mano. Es su quinta misión internacional.

El carácter del cabo Rosiña se ha forjado en Diwaniyah (Irak) en 2003, Istok (Kosovo) en 2006, Marjayoun (Líbano) en 2008, y de nuevo en 2011, y desde este viernes empezará a tener muescas de su estancia en Besmayah (Irak). Al primer viaje se enfrentó con 20 años. Entonces, recuerda, tenían que mezclarse con la población civil, de la que guarda un gran recuerdo, pero ahora no. En cierto modo, por eso considera que será todo más seguro.

Su hijo se acaba de sentar a ver los dibujos animados abrazado a un balón con el escudo del Atlético de Madrid. Alejandro empieza a hablar de su mujer. «Con Ana llevo 16 años, pero no se acostumbra, lo sé. Su papel es muy importante en estos casos. No deja que tengamos ni una discusión por teléfono y sé que si nuestro hijo se constipa ni me lo va a decir para que yo no lo pase mal. Su comportamiento es ejemplar».

Justo antes de partir los militares extremeños han disfrutado de casi dos semanas de vacaciones.

En este periodo, entre otras gestiones, han aprovechado para votar por correo, una cuestión sobre la que les han insistido mucho sus mandos, sabedores de que las elecciones del 20 de diciembre las seguirán desde lejos.

Además, Abel se ha ido a conocer Asturias con su mujer y Alejandro ha aprovechado para pasar más tiempo con su hijo, que aún va a la guardería, y desayunar relajadamente con su mujer cada mañana. Los amigos les han hecho la misma fiesta de despedida con más de una semana de antelación a la partida. Por eso es lógico que cualquiera que se cruza con ellos estos días les pregunte lo mismo: ¿pero cuándo os vais? La respuesta, antes de sonreír y seguir adelante, se resume en un inconcreto «dentro de unos días». Siempre pueden decir que no saben la fecha exacta por motivos de seguridad.

Pero hace una semana Abel se detuvo cuando se topó con un vecino al que conoce del cuartel y cuyos compañeros están ahora en Mali, por lo que tiene un contacto continuo con ellos. La conversación fue corta, pero intercambiaron información valiosa. ¿Cuándo te vas?, el día 17, ¿qué tal Mali? Bien, la base no es gran cosa, pero me dicen que está tranquilo, todos están bien. Me alegro. Adiós. Suerte.

Como se sabe, ha habido dos atentados en Mali desde que unos ochenta militares extremeños volaron a este país africano el mes pasado para ayudar en la lucha contra el Estado Islámico. Según cuentan tanto Abel como Alejandro, cada vez que hay un incidente en el que están involucrados militares, para los extremeños que están de misión en ese país es casi una orden que contacten cuanto antes con sus familias para explicarles que están bien. El Ejército es consciente de que las noticias vuelan y de ese modo evitan la incertidumbre de los familiares y que los rumores se disparen, ahorrándoles la incertidumbre.

«En el Ejército se han dado cuenta de que la familia es la base de todo. Ahora han sacado un librito donde te explican cómo ayudarte cuando el militar está fuera. Siempre hay un número de atención por si necesitas algo, desde pasar la ITV al coche a una reparación doméstica o cualquier otro tipo de problema. Saben que si la familia está atendida entonces la misión sale perfecta», explica Alejandro. Tanto él como Abel contactarán prácticamente a diario con sus familias siempre que los horarios cuadren.

Lo que peor lleva Abel, bromea, es que en el Comunio, una aplicación informática de equipos de fútbol en la que compite con doce de sus amigos cada jornada de liga, él es el líder. Y justo ahora se va de viaje. «Ahora se me ha lesionado Neymar y estos están muy contentos porque piensan que cuando me vaya perderé puntos. Lo que no saben es que allí hay Internet», cuenta por lo bajo en el bar Cádiz, situado justo debajo de su casa, sin que le escuche Vito, el camarero y rival de Abel en el Comunio.

«Apoyan la conciliación»

Vanesa Delgado, la mujer de Abel, también es militar. «Llevo doce años en el Ejército, en el mismo cuartel que él, solo que él está en el Saboya y yo en el Castilla. No me he ido nunca de misión por el niño (ahora tiene trece años), y mientras no me necesiten no iré. La verdad es que apoyan bastante la conciliación», dice mientras saca una bandera de España que le regalaron en la fiesta de despedida con varias frases dedicadas por los amigos.

Tres pares de botas del 41, dos pares de zapatillas de deporte, unas chanclas, nada de ropa civil pues no le va a hacer falta... A una misión de estas características les permiten llevar tres petates de 20 kilos cada uno más el equipaje de mano. Abel y Alejandro ya han enviado los tres bultos por adelantado a Irak.

Con ellos solo puede viajar una mochila de mano que los acompañará en el avión, una aeronave de Air Europa fletada por el Ministerio de Defensa para que los lleve, previa escala en Kuwait, hasta Bagdad. Allí tomarán un helicóptero que los dejará en la base Gran Capitán, ahorrándose así el desplazamiento por carretera, un trayecto tan tortuoso como comprometido desde el punto de vista de la seguridad.

El hermano de Alejandro, de nombre Antonio y seis años mayor que él, también es militar. Pero en su caso afronta ahora su primera misión internacional, para la que ha recibido breves consejos de su hermano pequeño, todo un veterano en este tipo de viajes. «Básicamente le he recordado que lleve a mano ropa de abrigo para el trayecto y los protectores auditivos».

Abel ya es cabo primero, pero se fue de misión cuando era un soldado raso con 18 años recién cumplidos a Irak, adonde ahora regresa en lo que será su tercera estancia en el extranjero como militar. «Lo que ha cambiado en estos trece años es que en el Ejército conocí a mi mujer, Vanesa, (31 años), con la que me casé justo antes de viajar al Líbano en el año 2011».

Dice Abel, posiblemente para tranquilizar a sus allegados, que en la base están muy a gusto. Por la mañana podrá seguir desayunando la tostada con mantequilla y jamón york con colacao, lo mismo que en Badajoz. Y por la noche podrá ver series en su portátil. A su cuñada le ha encargado que le grabe varias temporadas de Walking dead, Breaking Bad, y su favorita, creada por Steven Spielberg y de temática militar, Hermanos de sangre.

Además, facilitan bastante hacer deporte. Alejandro ha sido jugador de fútbol, y ha llegado a participar en Tercera División de mediapunta con el C.D. Badajoz y el Cerro de Reyes, aunque sabe que en la nueva base no hay campo de fútbol. «Hacemos deporte porque estar en forma es parte de nuestro trabajo, pero hay que minimizar el riesgo de lesiones», explica camino de la guardería donde debe recoger a su hijo.

«La verdad es que quiero que la misión empiece cuanto antes, irme ya y que tanto yo como mi mujer comencemos con la rutina que nos espera». La suya está en una base que tiene su propio campo de maniobras para enseñar técnicas de combate a los soldados del gobierno iraquí, una operación impulsada por la OTAN y que fue formalizada en un acuerdo de Consejo de Ministros el 10 de octubre de 2014. Desde entonces ha habido ya dos relevos y con la llegada de los extremeños se producirá la tercera rotación, sin que hasta el momento haya habido que lamentar ninguna baja.

Según dice Alejandro de camino a la guardería, estar allí no es peligroso. «Llega un momento en que te sientes más seguro armado, estando alerta tú o tus compañeros por ti, que aquí por tu ciudad, donde cualquier sinvergüenza te puede complicar la vida».

Entre Abel y Alejandro ya suman ocho misiones en el extranjero. Hasta ahora ninguno ha entrado en combate directo pues sus tareas han sido de apoyo al país. Quizás les falte haber vivido algún momento de máxima tensión para sentirse realizados como militares. O quizás no sea necesario. Una de las frases que le han escrito en la bandera española que Abel se lleva de amuleto, y que es típicamente militar, según Vanesa, dice «el mayor honor no es servir a tu país, el mayor honor es cumplir con la promesa de que regresarás bien».

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