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¿Qué ha pasado hoy, 18 de marzo, en Extremadura?
Jorge Sánchez fumando un Davidoff Escurio. :: Jorge Rey
¡Al sofá por fumar!

¡Al sofá por fumar!

Asistimos a una cata ritual de grandes puros dominicanos

J. R. Alonso de la Torre

Miércoles, 25 de noviembre 2015, 07:14

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El jueves pasado regresé al pasado. Volví tarde a casa y mi mujer me mandó a dormir al sofá. No me desterró porque fuera la una de la madrugada, sino porque olía a tabaco. Estuve en una cata de puros y... ¡Al sofá por pecar! ¿Es pecado fumar puros? Emilio, Paco, Ángel, Javier, Juanma, Amparo, Iván y Manuel, los catadores, no lo creen así, pero se resignan a ser vistos como auténticos apestados. «Cuando vamos a los toros, los vecinos de asiento empiezan a toser en cuanto ven el puro, incluso antes de que lo encendamos», revelan.

He de confesar que, a pesar del humo, pasé un rato muy agradable viendo cómo cataban un Aurora Robusto, un Davidoff Escurio, un Camacho Honduras. Eran gente muy divertida y campechana y las anécdotas que contaban conformaban una épica de héroes perseguidos.

«Carlos Herrera encendió un buen Cohíba en el tendido de Las Ventas y como una aficionada le afeó su placer, le respondió: Váyase al bar, señora», relatan. «En el palco de Philip Morris en el Bernabéu, un amigo encendió un puro, la azafata le dijo que estaba prohibido, él le recomendó que llamara a la policía y siguió fumando. Solo faltaba que no se pudiera fumar en el palco de Philip Morris», cuentan. «Al gran fumador Abraham García, cocinero del restaurante Viridiana de Madrid, le dijeron que Madonna vendría a cenar a su restaurante si prohibía fumar en la sala. Respondió: «Pues que no venga», narran.

Los catadores de puros son como una religión con sus ritos y su apostolado. El rito: palpan la capa sedosa del puro, le aplican un cortador de doble hoja, lo encienden bien rápidamente con un mechero turbo jet de triple llama, capaz de fundir un bote de refresco en segundos, bien lentamente con grandes cerillas de cabeza verde. Y aspiran embelesados, en trance místico. El apostolado: en un momento dado, ven a jóvenes que salen de un local a fumar a la calle y los invitan a pasar a la sala de cata y a probar los cigarros para convertirlos a su doctrina.

El organizador de la cata es Jorge Sánchez Miñambres. Regenta un estanco en la plaza cacereña de Colón y organiza varias catas cada año para sus 80 clientes de cigarros premium, con los que mantiene un grupo de WhatsApp. Jorge invierte en puros desde el año 2013. En enero, inaugurará algo que presenta como único en Extremadura: una cava o habitación climatizada para los puros premium con celdas privadas para los clientes que lo deseen, como sucede en los bancos con el dinero y las joyas o en las bodegas con los grandes vinos.

Jorge tiene más de 120 referencias de cigarros y hoy celebra esta cata centrada en los puros que están arrasando en el mercado: los de República Dominicana, Honduras, Nicaragua y Méjico, de tanta calidad como los habanos de Cuba pero más baratos: un Cohíba Robusto cubano, 15 euros; un La Aurora Robusto dominicano en tubo, 11.75.

Catan el Davidoff Escurio ante Jorge Rodero, delegado de esta famosa casa de puros dominicana que empezó en Cuba. Es tabaco Mata Fina, semilla cubana sembrada en tierra brasileña, que pica un poco en las primeras caladas y luego es dulce por el efecto que opera la canela en la boca. Pasan después al Aurora 107, con sabores que se disfrutan al expulsar el humo por la nariz: de cuero y terrosos como el olor del ozono antes de la tormenta.

Éxtasis en la sala, densa y aromática niebla. Sensualidad en la narración de la experiencia. «Los fumadores de cigarros somos buscadores de momentos», apunta uno. «El Pedro Ximénez y el Oporto van muy bien con los cigarros», señala otro. «Yo no fumo puros trabajando, los dejo para las tardes de los fines de semana y para las monterías», confiesa un tercero y añade: «Cada uno disfruta de los puros como quiere, yo conozco a un señor de Cáceres que se los come».

Medianoche. Vuelvo a casa. Me huelen. Arrugan la nariz. «Cariño, no es tabaco, es búsqueda del momento». No cuela. ¡Al sofá!

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