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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Un trabajador de una empresa portuguesa corta madera quemada cerca del cruce de La Fatela, en el corazón de la zona incendiada.
La Sierra de Gata cura sus heridas

La Sierra de Gata cura sus heridas

El monte quemado empieza a cambiar de cara mientras la Junta y la UEx diseñan un plan que aspira a refundar el paisaje de la zona

Antonio J. Armero

Domingo, 25 de octubre 2015, 00:37

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La música en el monte quemado de la sierra de Gata, desde hace ya varias semanas, la ponen las motosierras. Cortan pinos negros, muchos de ellos con troncos no más gruesos que el antebrazo de un quinceañero en su peso. «Palos», los llama Fernando Pulido, a quien le gustaría mucho más que la banda sonora del monte fueran los campanillos de las cabras. Que él doctor en Ciencias y desde hace quince años profesor en la Escuela de Ingeniería Forestal de la Universidad de Extremadura en Plasencia ande de allá para acá por las pistas forestales, con su cámara de fotos siempre cerca, es una de las principales novedades en el currículum histórico de actuaciones de la Junta tras un incendio forestal.

Nunca antes la administración autonómica había llamado a la puerta de la Universidad para pedirle que le ayudara a responder a la pregunta de qué hacer en una zona recién incendiada. En esta comarca de paisaje rico y pueblos bonitos que se roza con Portugal ardieron 7.833 hectáreas entre el 6 y el 13 de agosto. 2.600 de matorral, 2.000 de pinar, 1.500 de robledal, 300 de dehesa... Al poco de que se marcharan los helicópteros e hidroaviones primero, y los bomberos y sus camiones después, empezó una tarea que durará años: regenerar el monte quemado. Con un añadido esta vez. Un matiz que el experto resume en una frase: «Las cosas se están haciendo de otra forma».

Que la madera negra no genere más empleo que la verde

  • Los montes de Gata están plagados estos días de camiones y furgonetas con matrícula de Portugal. La razón es que en el país vecino está más extendido que en Extremadura el negocio de la venta de madera, que implica a motosierristas, transportistas, empresarios... «Hay que intentar acabar con un modelo en el que la madera quemada genera más empleo que en verde», reflexiona Fernando Pulido mientras comprueba la capacidad de regeneración de la naturaleza, que hace brotar el verde rápidamente tras un incendio por grande que haya sido este. La cuestión, apunta, es elegir la parte más provechosa de estas plantas que surgen. «El brezo, el torvisco o el madroño explica tienen una gran capacidad de rebrote, y debemos dejarlas, no tocarlas».

  • Por este motivo, lo que se hará será esperar a la primavera y comprobar entonces cuánto y cómo se han producido los rebrotes. «Respetar la regeneración natural plantea el profesor de la UEx permite ahorrar tiempo y dinero porque evita tener que repoblar áreas afectadas».

Este modo distinto de proceder pasa, de entrada, por darle un codazo al manual establecido de cómo actuar tras un incendio forestal. Junta y UEx firmaron un convenio, y esto significa que aunque el poder de decisión lo sigue teniendo la administración, en la mesa en la que se debate lo que hay que hacer o no, hay invitados nuevos: los profesores de Forestales.

«La principal diferencia que veo yo comparando con lo que se ha hecho otras veces explica Luis Mariano Martín, alcalde socialista de Villasbuenas de Gata es que ahora hay aquí gente de la Universidad, gente que se ha sentado a hablar con los que vivimos aquí, con alcaldes, con agricultores, con empresarios, con apicultores, con cabreros...». «Han tomado nota de lo que se ha hablado en esas reuniones continúa el regidor, que es también ganadero y agricultor forestal, han hecho su estudio de campo y han unido todo esto a los conocimientos que ellos tienen, y con todo eso han propuesto una línea a seguir que yo creo que es la acertada».

La hoja de ruta

En esa hoja de ruta hay que distinguir dos frentes. El primero son las actuaciones urgentes una vez sofocado el incendio, o sea, lo que se está haciendo ahora. El segundo es el planteamiento para el corto y medio plazo sobre cómo debe ser el paisaje de la zona que arrasó el fuego. Y esto último va mucho más allá de la cuestión estética. Incluso de la forestal. Lo que se sugiere es un cambio de modelo con impacto sobre la economía y la sociedad de la comarca. En cierto modo, la apuesta es resucitar la agricultura y la ganadería, pero adaptadas al presente.

La idea tendrá que enfrentarse a algunos inconvenientes. Uno es la posibilidad de que no sobren voluntarios para hacerse cabreros o pastores. Otra incógnita es si se contará o no con el apoyo de los dueños de las fincas, un aspecto importante si se tiene en cuenta que en área incendiada hay cientos de propietarios de pequeñas parcelas.

Si la idea que la UEx le ha trasladado a la Junta acaba cumpliéndose, llegará en un día en el que en estos montes haya un apreciable número de cabreros que vivan de algo distinto a las subvenciones. Habrá también un mosaico agroforestal de almendros, castaños y frutales que garanticen unos ingresos decentes. Y esas mismas especies serán la base de los denominados cortafuegos productivos, muy distintos de los que hoy salpican los montes del norte extremeño. Además, la economía de la zona tendría cuatro patas: el ganado, los cultivos, la madera y el turismo.Y la imagen tomada desde el punto más alto de la Sierra incluirá tonalidades diferentes, manchas arboladas de distintas especies y mezcladas con cultivos.

En esa foto se verán también pinos, probablemente el tipo de árbol más odiado allí donde los incendios forestales son la amenaza de cada verano. «El debate no es pino sí o pino no, sino gestión sí o gestión no», resume Fernando Pulido. Por las pistas forestales de la sierra herida, su teoría encuentra ejemplos prácticos a cada paso. Hay extensiones no ya con cientos sino con miles de pinos por hectárea. Pocos nutrientes en el suelo para tanto árbol. La consecuencia son troncos escuálidos, una madera de calidad mínima que casi nadie elegiría para alimentar su chimenea un domingo frío, y un combustible fabuloso para cuando ya ha saltado la chispa en el monte.

Sigue haiendo en la comarca de Gata miles de hectáreas así, que en sí misma justifican el miedo al fuego. Esas parcelas saturadas de pinos flacos son la imagen típica de las fincas sin gestión. Una parte de esos árboles tan criticados están ahí porque fueron plantados en repoblaciones desarrolladas entre los años cuarenta y setenta. Pero otros han nacido y crecido de forma natural, con frecuencia para colonizar espacios antes ocupados por olivares. La tierra dejó de trabajarse y donde antes había árboles más o menos rentables económicamente y alguien pendiente de que la parcela estuviera bien cuidada, ahora hay pinares inanes y peligrosos que antes o después acaban ardiendo. En un escenario ideal, habría pinos solo donde no puede haber otra especie. Ydonde los hubiera, sería en bajas densidades. Desde luego, no a dos mil troncos por hectárea.

En uno de esos pinares fundidos a negro, el color saluda en tres puntos poco distantes. «Son brotes verdes, sin sentido político ni peyorativo alguno», bromea Pulido, cuyo muro de Facebook es una guía estupenda para seguir el día a día de los trabajos en la zona quemada. Uno de esos brotes verdes que emergen del suelo negro, entre tocones, es un roble. El otro es una encina. El tercero, un castaño. El profesor explica que el suelo tiene memoria, que aunque ahora hubiese pinos, probablemente antes que ellos hubo otras especies, la semilla quedó enterrada durante décadas y ha salido ahora. En otros casos, lo que ha ocurrido es que las semillas las ha trasladado un ave.

Dos ingenieros vigilando

Una vez que han aparecido, una tarea esencial es vigilar que nadie se lleve por delante esos brotes de color. La máxima establecida para los trabajos urgentes es evitar el uso de maquinaria siempre que se pueda, porque es usual que su paso por el monte deje cicatrices en el suelo. Lo que ahora es un surco dejado por la cadena de una excavadora, con el paso de las lluvias y el tiempo será una cárcava (zanja o foso) en pleno monte. Ilustrar esto último es posible dándose un paseo por algunos parajes de Las Hurdes reforestados tras el incendio que en el año 2009 arrasó 3.040 hectáreas.

Para minimizar malas prácticas como esta, hay un manual publicado en una web oficial (www.incendiogata-institucional.es), y lo que es más importantes, dos ingenieros de campo recorriéndose la zona incendiada a diario y vigilando que se actúa tal como se ha recomendado. Son dos jóvenes que estudiaron en Plasencia, y con los que Pulido mantiene un contacto frecuente. El equipo de la Escuela de Ingeniería Forestal que se ocupa de lo que se está haciendo y se hará en la sierra de Gata incluye a otros tres profesores, cada uno especializado en un área: Manuel Bertomeu (Selvicultura), Gerardo Moreno (Suelos y Erosión) y Juan Carlos Giménez (Hidrología).

Estas dos últimas disciplinas son las grandes preocupaciones ahora. Evitar daños al suelo y al agua es el objetivo último de buena parte de las actuaciones que se están desarrollando. Es lo que explica que Pulido detenga su furgoneta en la carretera porque acaba de ver una zona de gran pendiente en la que alguna excavadora ha dejado su huella en forma de surco de medio metro de profundidad. «En vez de en vertical, la máquina tenía que haber entrado horizontalmente, trazando curvas, pero hacerlo así lleva más tiempo e implica más gasto de combustible», apunta el profesor, que en su ruta por la zona se para en el embalse del prado de las Monjas, al que la mayoría conoce como el pantano de La Cervigona.

Cerca de aquí empezó el incendio, unos metros arriba de la piscina natural. Ahora, en mitad del embalse, rodeando la captación de agua para consumo humano, hay una barrera flotante. A ojos de quien no tiene ni idea del asunto, parecen flotadores largos y delgados unidos entre sí, formando un cuadrado al que le falta uno de sus lados. «Lo que se consigue con esto es confinar las cenizas que la lluvia arrastra ladera abajo, luego, esa materia arrastrada hay que succionarla, como se hace, por ejemplo, en las depuradoras con los lodos», explica Pulido, que no tiene reparo alguno en emplear la palabra chapapote para referirse a la masa de cenizas acumuladas que se forma en los cauces.

El chapapote

Esa foto de la pasta negra apelmazada en la orilla se ha visto en la sierra de Gata. Especialmente, en el otro embalse importante del área arrasada, el de Rivera de Gata, que también tiene otro nombre para la mayoría: pantano de Villasbuenas.

«Es absolutamente inevitable que la ceniza llegue al agua, es una cuestión física sencilla de entender», explica el profesor. Hace unas semanas, el Partido Popular extremeño denunció que el chapapote había inundado el pantano de Villasbuenas por culpa de la tardanza de la Junta en actuar. Desde las filas rivales se reaccionó apuntando por un lado que la llegada de cenizas y su acumulación en los embalses es inevitable, y por otro, que ese pantano en concreto depende de la Confederación Hidrográfica del Tajo, o sea, del Gobierno central, es decir, del propio PP. Para concluir, añadió que en el embalse que es de la Junta, el de La Cervigona, ya hacía días que se habían instalado las barreras flotantes, que son el segundo tipo de parapeto contra los sedimentos.

El primero son los diques, que se colocan en lugares estratégicos de los ríos y arroyos y que están formados por kilos y kilos de piedras metidas en jaulas metálicas. La mecánica es fácil de comprender: se trata de ponérselo difícil a las cenizas que van agua abajo. «Las que no detiene el dique, las paran las barreras flotantes, pero está asumido que el pantano de La Cervigona habrá que vaciarlo», previene Pulido, que cita un tercer elemento contra las cenizas: las cunetas. Las de las carreteras y las de las pistas forestales.

Hay 75 kilómetros de cunetas en el perímetro de la zona incendiada. Algunos de los sedimentos se paran en ellas, aunque un factor clave es la rapidez a la hora de limpiarlas, para que no se colmaten. Hay que ser especialmente cuidadoso con estas tareas mientras llueve. Después llegará la primavera y se comprobará cómo ha evolucionado el verde que ya se ve en la sierra de Gata. «El verde a veces engaña», previene Pulido. «Si no tocáramos nada tras el incendio, en primavera estaría todo verde, pero tendríamos un verde que no queremos, con muchísimos pinos y un monte en buena parte sin gestión, que probablemente antes o después volvería a quemarse». Y esa, la de los pinos ardiendo, sí que es una música que no quiere nadie.

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