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Estación internacional cerrada de Marvão-Beira. :: E.R.
Susto o muerte

Susto o muerte

El fantasma del aislamiento extremeño vuelve a viajar en tren

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 27 de julio 2015, 08:43

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No creo que la noticia de que Portugal quiere unir Lisboa con Madrid a través de Salamanca ponga en peligro el tren rápido entre Madrid y Badajoz. Esa comunicación está muy avanzada, los espectaculares viaductos del Tajo y el Almonte están a punto de rematarse y todo indica que, al menos entre Plasencia y Badajoz, pronto tendremos un tren rápido. Eso no quiere decir que nos confiemos: también la línea entre Calera y Chozas y Villanueva de la Serena estaba acabada, los viaductos que cruzaban las sierras de Guadalupe eran espectaculares y ya ven qué bonita vía verde nos ha quedado. Pero no seamos alarmistas en ese punto.

Lo que sí debe preocuparnos de esa noticia es la reaparición de un viejo fantasma: dejar de ser el epicentro del eje Madrid-Lisboa. Estar en el camino de Lisboa a Madrid nos ha favorecido en las épocas de paz y nos ha destrozado en los tiempos de guerra. Es más, el atraso histórico de la región proviene, en gran parte, de esos siglos XVII, XVIII y XIX en los que fuimos el campo de batalla de Lisboa contra Madrid.

Pero ya ven, ahora que llegaba el tiempo de aprovecharnos de las ventajas de nuestra situación geográfica, resulta que corremos el peligro de quedarnos más aislados. Y el peligro es tan cierto como que el Talgo Lusitania dejó de circular por Cáceres para ir por Salamanca.

Lo que en Portugal se llama la línea de Cáceres, 147 kilómetros de vía férrea entre Entroncamento y Valencia de Alcántara, ha sido desde siempre un despropósito de estaciones alejadas de las ciudades y situadas en medio de la nada. Era una vía descuidada y dejada de la mano de las inversiones que, al igual que otras del Alentejo (Badajoz-Torre das Vargems y Estremoz-Portalegre) o la Beira (Covilhá-Guarda), ha acabado cerrando entre Torre y Marvão.

Los portugueses entendieron que era más rentable ir a Madrid por Entroncamento, Coimbra, Pampilhosa, Guarda y Salamanca, cruzando una región relativamente más poblada, algunas ciudades importantes y por una línea de ferrocarril moderna y en buen estado donde sí se ha invertido. Y ahora entienden que es mejor preparar esa vía para la alta velocidad y salir por ella a Europa y a Madrid, con la ventaja de que sería una Y con vértice en Pampilhosa y ramales a Lisboa y Oporto.

Parte de esa vía, entre Lisboa, Pampilhosa y Oporto, ya está preparada para circular a una media de 200 kilómetros (al menos eso marcan los velocímetros de los Alfa Pendular), no habría que levantar ningún gran puente sobre el Tajo y solo habría que mejorar los 204 kilómetros entre Pampilhosa y Fuentes de Oñoro, dejando para los españoles la adaptación para alta velocidad de los 126 kilómetros entre Salamanca y la frontera y teniendo en cuenta que ya está programada la llegada de la alta velocidad a Salamanca.

Estos son los datos preocupantes. A favor de la conexión extremeña está la distancia: 802 kilómetros entre Madrid y Lisboa por Salamanca y unos 100 menos por Badajoz. Y, sobre todo, que la alta velocidad está avanzada por Extremadura y está proyectada una nueva vía que unirá Badajoz y Elvas con Sines. Pero cuidado: la vía por Salamanca ya existe, aunque haya que adaptarla sustancialmente en 328 kilómetros, mientras que entre Elvas y Évora no hay ni una traviesa.

Sería un despropósito y una injusticia escoger la opción salmantina, aunque, en esto del ferrocarril, el despropósito es la regla general en Extremadura. Si de distancias se trata, en el siglo XIX era más corto el trayecto a Lisboa desde Madrid por Coria y Zarza la Mayor (unos 600 kms.), pero se prefirieron las opciones de Puertollano-Badajoz (800 kms.) y Valencia de Alcántara (683 kms.), y en el siglo XXI, solo Cáceres, Badajoz y Soria no tienen comunicación con Madrid por AVE, Alvia o Talgo. Y ahora, esta tremenda posibilidad de aislarnos aún más con un tren que se detendría en la frontera sin llegar hasta Lisboa. No sé si solo se trata de un susto o es que ya estamos muertos.

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