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Juan Francisco Rodríguez, con algunas de las vacas que tiene. :: hoy
Muertes extrañas en la finca

Muertes extrañas en la finca

Un ganadero de Jerez, que ha perdido 121 vacas desde 2008, reclama a la Administración que aclare esas muertes

Celestino J. Vinagre

Domingo, 5 de julio 2015, 08:21

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A sus 69 años, tras una vida entera dedicada a la ganadería, Juan Francisco Rodríguez, de Jerez de los Caballeros, está desesperado. Desesperado y arruinado, agrega. Esta semana le subastaron el cortijo de su finca porque estaba embargado y no ha podido hacer frente a las deudas. Lo que era una esplendorosa explotación de vacuno en la finca Los Vidales, cerca del pantano de Valuengo, aparece hoy muy diezmada. Lo está porque entre 2008 y 2013, al jerezano se le han muerto 84 vacas y novillas, 31 terneros y toros y 8 terneros muertos al poco de nacer. En total, 121 ejemplares fallecidos. Pérdidas que no han recibido indemnizaciones y que se sucedieron después de una vacunación obligatoria contra la lengua azul en 2008.

Juan Francisco cree que se realizó mal el protocolo de vacunación de lengua azul y que algunas vacunas propiciaron efectos adversos en sus animales. Ese problema se ha ido arrastrando en los ejemplares que siguen vivos y en descendientes. Y se agarra a que casos como el suyo se han sucedido en otros puntos del país, como han recogido informaciones periodísticas, en vacas y ovejas a raíz de esa vacunación obligatoria contra un brote de lengua azul de hace siete años.

Cuenta que su declive arrancó en julio de 2008, con la vacunación de 116 vacas. Al poco tiempo algunas empezaron a estar desorientas y mareadas. Una cayó fulminada mortalmente. Llamó a la Oficina Veterinaria y un veterinario certificó que había muerto por torsión de matriz. «Lo dijo a simple vista, sin comprobarlo, algo muy difícil de determinar. Pedí que se le hiciera una necropsia pero se rechazó».

Informes

Tras esta primera muerte, las dificultades para Juan Francisco, lejos de desaparecer, se incrementaron. «Los animales empezaron a adelgazar inexplicablemente y otros murieron repentinamente», relata. Finalmente logró que se hiciera una necropsia y se analizaran las muestras a un laboratorio de Badajoz. Luego se hizo otra. En las dos no se detectaron enfermedades ni infecciones, dice. Mandó las copias de los análisis al laboratorio de la Junta. La respuesta de la Administración fue que no existía relación alguna entre las muertes y la puesta de la vacuna de la lengua azul y que esta estaba autorizada.

Pero el ganadero, que fue presidente de la cooperativa Sierra de Jerez, seguía viendo cómo sus animales seguían desapareciendo. Se puso en contacto con la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, con el Defensor del Pueblo y con la Subdelegación del Gobierno. No tuvo éxito en sus reclamaciones. Presentó una denuncia en la Guardia Civil. Se le archivó.

Volvieron a venir veterinarios de la Junta, tomaron muestras y emitieron informes en los que decía que las vacas tenían piojos y que en la finca había estramonio. «Pero los piojos no matan a 100 vacas y estramonio ha habido siempre en la finca», clama. «No me han dado respuesta lógica a lo que ha pasado y, peor aún, no me han dado ayuda. Tuve que dejar los guarros que tenía porque se vinieron a abajo y por la nave que hice me han embargado. Y con las vacas no gano lo suficiente para tener crédito y pagar deudas», relata compungido.

Juan Francisco Rodríguez tiene ahora 100 vacas y unos 80 becerras en una explotación prácticamente a la mitad repartida entre ganado retinto y charolés. «Tiro como puedo pero he tenido unas pérdidas tremendas de las que nadie se hace cargo ni dan explicación», concluye.

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