Borrar
Directo Directo | Con la Crucifixión termina el Vía Crucis en el Cerro de Reyes de Badajoz
Un cocinero prepara varios platos en un restaurante vegetariano. hoy
Ellas y su revolución vegetariana

Ellas y su revolución vegetariana

Las mujeres llenan los restaurantes de comida natural y lideran el cambio culinario

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 5 de marzo 2015, 07:44

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El jueves pasado estuve comiendo en un restaurante vegetariano y por cada hombre, había siete mujeres. Le pregunté al maître si aquella relación hembra-varón era norma o anécdota y me aseguró que así sucedía casi a diario. «En esto, el tópico se cumple. Ellas son más vegetarianas que ellos. Eso sí, cuando los convencen y los traen, los maridos o los amigos quedan encantados», explicó el hostelero. Hace unas semanas, escribí un chiste tonto sobre veganos y mis redes sociales se llenaron de comentarios indignados de mujeres, solo de mujeres. De lo que deduzco, en un ejercicio más intuitivo que científico, que las mujeres tienen más conciencia comiendo y se lo toman muy en serio: bromas con la comida, ninguna.

Con cierto retraso, pero de manera implacable, la ideología de lo saludable se extiende por Extremadura. Y aunque ahora haya brotes verdes ideológicos en lo político, la historia y la cotidianidad nos acaban empujando al escepticismo, dejando el estómago como último resquicio del paraíso en la tierra. Eso ya sucedió con el desencanto de los 80, pero entonces, la revolución de la comida la protagonizamos los hombres y apostamos por la derechona gastronómica lujosa y pija. Nos abrazamos a las teorías sofisticadas de la cocina francesa y todo fueron reducciones, caramelizaciones y deconstrucciones para acompañar pescados y carnes de alta gama. Ahora es distinto.

Este segundo desencanto tiene una faceta política, que empezará a sustanciarse ya este mes en Andalucía, y un escape hacia la cocina como sucedáneo de la utopía irrealizable. De nuevo queremos ser felices en la tierra, alcanzar ese paraíso, aquí y ahora, que prometía la izquierda clásica en los 80, pero no llegó, y que auguran los nuevos partidos de 'la gente' y de 'los carteros de la mayoría'. Pero como sospechamos que 'ya veremos', y con el fin de asegurarnos el paraíso terrenal, hemos vuelto, otra vez, la mirada hacia el estómago. Por si acaso.

En esta ocasión, la felicidad la traen ellas de la mano de su comida con conciencia. Si los platos lujosos de ellos no nos convirtieron en ciudadanos dichosos, que sean las recetas racionales y lógicas las que propicien el karma de los sabores puros, la digestión perfecta y el tránsito intestinal despejado. O sea, debajo de los adoquines no está la playa, pero sí unas lentejas con tofu y una sopa de pepino que lo flipas.

Las mujeres llenan los restaurantes vegetarianos, compran pan integral de masa madre, propician que las grandes superficies dediquen ya un pasillo a la alimentación razonada y lideran los grupos de consumo de alimentos ecológicos. Al hilo de este empuje, se desarrollan empresas de servicios y ganaderías, granjas, huertos y explotaciones frutícolas amparadas en lo ecológico.

Cuando los hombres huimos hacia la 'nouvelle cuisine' para aligerar la pesada carga del desencanto político, ellas concedieron con cierta sorna. Decían de nosotros lo mismo que ahora cuando nos da por la bici o el running: «Déjalos, los pobres, así se entretienen», a sabiendas de que nuestras sempiternas crisis de los 30, los 40, los 50 y también los 60 se combaten mejor con novedades fútiles que con planteamientos de fondo. Nosotros aguantábamos las bromas de ellas sobre las hamburguesitas de retinto con cebolla caramelizada, «bah, esos son mis filetes de carne picada de toda la vida, pero en ridículo», y a comer.

Pero ahora, que a ninguno se nos ocurra gastar bromas sobre el arroz basmati ni sobre los macarrones de espelta o caerá sobre nosotros la ira sostenible de la mujer macrobiótica. Ellas siempre se han tomado las cosas más en serio. La nueva cocina de los 80 solo era una frivolidad masculina, una manera de huir de la realidad y sublimarla en una ensaladita tibia de lubina sobre un lecho de reducción de balsámico con alcaparras. La cocina con conciencia del 2015 es trasladar al ámbito doméstico una concepción global del mundo. No se trata de comer, se trata de una actitud vital. No es un ecohuevo, es metafísica.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios