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El pequeño Nicolás protagoniza la actualidad. :: efe
Yo también fui Nicolás

Yo también fui Nicolás

Para imitar al joven embaucador solo se requiere un poco de cara

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 27 de noviembre 2014, 08:09

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Entre 1996 y 2000, me dediqué a escribir un reportaje cada semana en el que contaba mi experiencia metiéndome en la piel de otros personajes. Un domingo narraba mis vivencias como mendigo vendedor de pañuelos, otro domingo detallaba mis tribulaciones ejerciendo de aparcacoches y así, de domingo en domingo, unas veces disfrazado de sacerdote, otras, de peregrino en Fátima o de parado solicitando créditos por los bancos de Vigo, intentaba contar la realidad desde otro punto de vista.

En aquel tiempo, no aparecía con foto en el periódico y podía pasar desapercibido fácilmente. El caso es que decidí hacer un par de reportajes estilo 'pequeño Nicolás' con casi 20 años de antelación. Pretendía demostrar cómo echando cara podías alternar con altos dignatarios y meterte en la pomada sin esfuerzo.

Lo primero que hice fue colarme en una recepción de la World Fishing Exhibition (Feria Mundial de la Pesca) en Vigo. Los participantes eran los ministros de Pesca de medio mundo y los principales empresarios del sector. Fue sencillo. Me vestí con traje y corbata, puse cara de serio, aduje en la puerta haber olvidado mi invitación y acabé en un círculo departiendo con los ministros y secretarios de Pesca de Marruecos, España, Japón, Chile y Grecia en animada conversación. Bastaba sonreír, asentir y soltar frases sin complicaciones del tipo: «Es una situación complicada. No hay problema sin su solución. Es una cuestión digna de estudio.»

Al día siguiente, aparecí en Faro de Vigo y en la TVG en medio de los responsables de los principales países pesqueros del mundo. Lo ideal hubiera sido seguir con la historia e intentar hacer de intermediario con alguna multinacional del congelado con aquellas fotos como tarjeta de visita. Pero no podía ser. La semana siguiente tocaba otra historia y esa vez fue más divertido. Decidí seguir demostrando cómo se puede parecer muy importante echando cara y me dirigí a una inauguración en una galería de arte de Santiago de Compostela. Sabía que asistirían Manuel Fraga, a la sazón Presidente de la Xunta de Galicia, Xosé Manuel Beiras, líder del BNG, y el secretario regional del PSOE, que no recuerdo bien si era Sánchez Presedo o Touriño.

Me vestí para la ocasión con americana, pantalón y polo negros y foulard a juego. Muy en plan artista elegante. Accedí sin problemas a la sala de exposiciones y, en cuanto llegaron los tres líderes políticos, me puse a trabajar. Primero saludé a Fraga, al que aún no había entrevistado y, por lo tanto, no me conocía de nada. Le pregunté un par de generalidades y él, qué remedio, contestó educadamente y mantuvo la conversación con aquel desconocido que podía ser cualquier cosa.

Al haberme visto departiendo con Fraga, Beiras y el líder del PSOE me trataron con singular deferencia cuando me acerqué a ellos y, convertido ya en un personaje misterioso y, por lo tanto, de primera categoría, el fotógrafo oficial de la Xunta me pidió que me colocara junto al artista protagonista de la exposición para fotografiarnos juntos. En ese instante me di cuenta de que ya era alguien porque el Director Xeral de Cultura de la Xunta, cuyo nombre no recuerdo, pero sí sé que era calvo, con bigote y gordito, vino corriendo para salir en la foto junto al artista de la exposición y, sobre todo, junto a aquel señor que conocía a todo el mundo.

El fotógrafo de mi periódico, que, avisado de antemano, inmortalizaba la experiencia discretamente alejado, no podía hacer fotos de la risa. Pero no nos estábamos riendo de nadie, sino demostrando cómo con un poco de cara te podías convertir en un don alguien en cinco minutos, que fue lo que duró la experiencia porque tenía que coger el tren para regresar a mi casa en Vilagarcía de Arousa. Al irme, Fraga se interesó por mi prisa. «¿Ya se va usted?». Respondí que me había surgido un imprevisto, todos lo entendieron y me despidieron tan efusivamente como 20 años después otros despedían al pequeño Nicolás.

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