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Carpaccio de boletus servido en Coria. :: E.R.
Comer huevos de rey
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Comer huevos de rey

En Coria preparan las setas con la gracia de la tradición

J. R. Alonso de la Torre

Sábado, 18 de octubre 2014, 08:58

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Hace seis años, comí unas alubias de riñón del Barco con lepiotas en una sala construida en el año 315 después de Cristo, rodeado por paredes de sillería romana y atendido por Vicente Alcoba, más conocido como Vicente Campana. Lo apodaban así porque desde hacía 12 años regentaba el restaurante 'Casa Campana', situado junto a la Puerta del Sol de la muralla de Coria.

Recuerdo aquel guiso porque es uno de los platos más sorprendentes que he tomado nunca, porque si no me concentraba, confundía la textura de las setas lepiotas y las judías con un preparado de alubias con morro y porque aquel día descubrí que Coria es la capital extremeña de la cocina micológica.

Así que, ni corto ni perezoso, hace un par de sábados me acerqué a Coria a probar las setas de este año y me encontré con la triste sorpresa de que ya no me podía atender Vicente Alcoba. Una enfermedad lo ha obligado a dejar el restaurante y sus guisos maravillosos, así que busqué otro comedor y otra cocina, pero sin alejarme de la saga de los Alcoba.

En los fogones de 'El Bobo de Coria' ejerce labores de chef o mejor, de jefa, Luisa Alcoba, hermana de Vicente. Lleva 26 años al frente del restaurante y presume de tener una formación autodidacta. En su cocina y en estos días de otoño, la seta es la reina. Le traen el producto de la cercana Sierra de Gata, uno de los paraísos micológicos de Europa, y, si le hacemos caso a la Wikipedia, el mejor lugar para encontrar el huevo de rey o amanita cesárea, también conocida por amanita de los césares, oronja o yema de huevo.

Nada más sentarnos a la mesa, Desiré nos trae un aperitivo singular: un carpaccio de boletus sazonados con aceite de oliva, también de Gata, y sal gorda. Desiré pone tanta pasión en lo que hace y atiende con tanta frescura y cariño a todo el mundo que parece la hija de la dueña, pero no, se trata simplemente de profesionalidad. «Mi padre tuvo varios negocios familiares y yo, si estoy a gusto, me lo tomo muy en serio», explica.

Y en verdad se está a gusto en esta sala acogedora presidida por un cuadro del famoso bufón Calabacillas pintado por Velázquez y conocido erróneamente como Bobo de Coria. De las paredes cuelgan utensilios propios de museo etnográfico: ruecas, viejas máquinas de coser, calderos, tradicionales cuchillas de cortar bacalao, artesas, trébedes, candiles, fuelles, yugos de caballería y hasta una botella gigante de anís.

La seta es una pasión en esta comarca extremeña. Hay 3.000 comestibles y su recogida y lavado, solo con un chorrito de agua para que no pierdan el sabor a campo y a monte, es todo un rito. Los Alcoba las fusionan con la cocina extremeña y Luisa prepara, como también hacía su hermano, un rebozado semejante al que empleaba su abuela para envolver la merluza, pero empana con él los boletus y los sirve sobre canónigos y lechuga.

Tras este encanto crujiente y finísimo, llega lo que a mí me parece un pretexto suficiente para acercarse a Coria cualquier día de otoño: unos huevos de rey (amanita , ya saben) a la plancha. Delicados, deliciosos y suaves, tienen un sabor inigualable, parecido a nada.

Las raciones de setas cuestan 12 euros y, por si quedaba hambre, tomamos después un solomillo ibérico con salsa de almendras cuyo valor fundamental es que la salsa no mata ni enmascara el sabor de la carne, sino que la realza. La verdad es que no quedaba mucha hambre y acabamos llevándonos a casa la mitad de la ración en un tupper. En los restaurantes de Coria, lo del tupper es muy común pues acostumbran a servir unas raciones tan abundantes y unas guarniciones tan ricas (las patatas fritas de Luisa son de lo mejor) que sobra condumio y da mucha pena dejarlo.

De postre, nos atrevimos con unas tartas caseras de almendra y de piña. Tartas de esas muy jugosas y borrachas de almíbar para irse de Coria con buen recuerdo. Como siempre.

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