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Pedro, Enrique y Fran, miembros del grupo Los Barbaritas
Baches en el camino  de la música extremeña

Baches en el camino de la música extremeña

Ofrecer un concierto hoy en día implica realizar labores de técnico de sonido, animador sociocultural, relaciones públicas y hasta community manager

FCO MARTÍN DE PRADO

Viernes, 22 de agosto 2014, 07:32

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«Estoy en paro y no tengo esperanzas de poder dedicarme exclusivamente a la música, a no ser que me vaya muy bien». Raúl Jiménez, voz y guitarra del grupo de rock La Ira, cuenta que en la mayoría de los casos la música tiene que ir de la mano de otros empleos para poder mantenerse. Este habeño de 39 años no ha podido nunca dejar su trabajo con la retroexcavadora, salvo ahora que la retroexcavadora lo ha dejado a él. Ahora puede dedicarse a lo que más le llena: la música.

Raúl lleva 20 años dando conciertos y consiguió cierto éxito y reconocimiento a nivel nacional gracias a su anterior grupo, El Gitano, la Cabra y la Trompeta. Fue entre los años 2001 y 2003, cuando su banda fichó por una discográfica y pudieron salir de gira por toda España para conseguir la promoción que tanto cuesta en Extremadura. Raúl lo tiene claro: «tienes que salir de aquí, porque si no, no te comes nada».

Uno de los mayores problemas para un músico extremeño es que tiene la industria musical alejada. Nuestra región actualmente cuenta con buenos estudios de grabación donde se puede elaborar un disco con una calidad más que aceptable, pero los músicos deben pagar el coste de su propio bolsillo. «Es muy difícil que una casa discográfica se fije en un grupo porque ya no se obtienen ingresos por la venta de discos, debido, sobre todo, a la piratería», cuenta.

El caso de Raúl recuerda al del grupo The Buzzos, de Quintana de la Serena, que tuvo que traerse los equipos de grabación de un estudio madrileño hasta su pueblo para poder realizar uno de sus cinco LPs y no dejar de lado sus obligaciones. «Lo hicimos para usar el estudio a las horas que quisiéramos, dormir en nuestras casas y hacer vida en nuestro pueblo», cuenta Dean Demon, el guitarrista del grupo. Una de las mayores dificultades que tiene su grupo es juntarse para poder ensayar, ya que cada componente tiene otras actividades: uno es cocinero, otro estudiante y el resto está en el paro y no pueden permitirse algunos gastos.

Hay músicos que, además de tener un empleo paralelo a la música, tocan en varias bandas. Fernan Benítez, trabaja en el ayuntamiento de Quintana de la Serena como empleado de mantenimiento y toca la batería en los grupos Hellbeerds, Nasty Ho! y Cock-tail. «No estoy en la música para ganar dinero, pero tampoco para perderlo», dice. Al igual que Dean Demon y Raúl, piensa que es muy difícil vivir sólo de la música, y que uno de los mayores inconvenientes que tiene es el de programar sus ensayos haciendo compatibles los horarios de todos los miembros de sus tres grupos. De hecho, debido a la incompatibilidad de horarios que tienen los miembros de Hellbeerds y a que cada uno de ellos procede de pueblos diferentes, esta banda terminó por disolverse después de su actuación en el festival Granirock, celebrado en Quintana de la Serena el pasado 15 de Agosto.

Adaptar horarios

Los componentes de un grupo adaptan sus horarios entre ellos para compaginar tanto su vida profesional como personal. «Cada miembro del grupo es como una novia a la que tienes que dedicar tiempo para mantener una buena relación», comenta Alberto Almodóvar, batería de Los Barbaritas. Es tan importante la relación entre los componentes del grupo como la música que interpretan. El tiempo que se invierte en el proyecto, muchas veces se antepone a la vida personal y profesional de los artistas, y deben hacer verdaderos sacrificios para sacar un proyecto musical adelante.

El día de un músico no empieza en el momento que sube al escenario para dar dos horas de concierto, es mucho más que eso. En primer lugar, ofrecer un espectáculo en directo conlleva 'convencer' a los dueños de los locales y salas de conciertos para que ofrezcan sus establecimientos. «Tocar en un local es fácil, lo difícil es que te paguen algo», afirma Raúl.

En el caso de Los Barbaritas, un grupo procedente de Orellana la Vieja y Navalvillar de Pela, interpretan versiones de otros artistas. «La gente quiere canciones que no les cueste mucho digerir», dice Pedro Almodóvar, guitarrista y vocalista de la banda. Pedro quiere decir que lo ya conocido por todos y muchas veces, lo sencillo, es lo que más llega a la gente. Son muy pocos los que se atreven a descubrir nuevas bandas y estilos, incluso habiendo actuaciones gratuitas. Dean Demon cree que «las salas no están al día de la actualidad musical de la región y no apuestan, al igual que lo hacemos nosotros, por la música». El guitarrista también comprende que llevar un local o una sala de conciertos es difícil por la situación económica en la que se encuentra España.

Otra cuestión que surge en el momento en que el grupo contacta con el local es '¿qué necesitamos para tocar?'. En muchos casos los conciertos se dan en bares pequeños que no suelen tener música en directo, donde no hay equipos para ofrecer un buen espectáculo. La mayoría de los grupos no solo se ven obligados a transportar ellos mismos el equipo de sonido, sino que tienen que emplear parte del dinero que van a ganar en la actuación para pagarlo. «Tenemos que repartir en nuestros coches amplificadores, instrumentos y equipos, cargándolos hasta arriba» cuenta Fernan Benítez. Al gasto del equipo, los grupos tienen que añadir el del combustible, la estancia en hostales o albergues, además del mantenimiento de los instrumentos.

La odisea del concierto

Ya en el pueblo donde va a tener lugar la actuación, les toca descargar y montar todo lo que necesitan para dar el el show y hacer las pruebas de sonido. «Alguna vez hemos tenido que montar y probar corriendo porque había fútbol en la tele y la gente del bar quería verlo», cuenta Fran, bajo y voz de Los Barbaritas.

Andrés Lázaro, vocalista del grupo Nightrider, cuenta que pese a que lleva mucho tiempo dando conciertos, siempre le entran los nervios. El artista también afirma que «el momento antes de salir al escenario a veces se hace eterno». Ya en escena los músicos pueden ver de todo, desde miradas asesinas hasta caras felices que disfrutan del concierto. Es en ese momento cuando los artistas realmente disfrutan y se dan cuenta de que todos los esfuerzos que les han llevado hasta ahí han merecido la pena.

Un grupo de música no sólo tiene que interpretar, también tiene que cumplir otras funciones que van de la mano de la comunicación, puesto que el grupo se está dirigiendo a una audiencia a la que tiene que satisfacer. «Tienes que ser técnico de sonido, algo parecido a animador sociocultural, relaciones públicas, y en estos tiempos community manager», afirma Fran.

Al acabar la actuación toca recoger todo lo que han montado para dar el espectáculo, conseguir contactos para posibles actuaciones en un futuro y volver a casa. Como decían los Hombres G, en esos momentos «ya no quedan ilusiones, sólo cajas que cargar».

Estas son algunas de las partes ocultas que suponen ofrecer música en directo y que la mayoría del público desconoce. Dar conciertos es algo más que estar toda la noche de fiesta. Hay que quitarse de la cabeza el famoso «sexo, drogas, y rock n roll», y más si hablamos de grupos poco conocidos.

El oficio de músico es algo que requiere mucho tiempo y dedicación para poder hacer actuaciones de calidad, alcanzar el éxito y dedicarse a lo que más les gusta a los artistas, todo eso compaginado con sus obligaciones y la vida personal.

Ya lo decía AC-DC en los 70, «Its a Long Way to the Top if you Wanna Rock nRoll» (es un largo camino a la cima si quieres rock nroll).

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