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Aviso en la puerta del restaurante Sabores de Marvão. :: E.R.
El pedo prohibido
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

El pedo prohibido

Un restaurante de Marvão persigue las ventosidades de sus clientes

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 22 de julio 2014, 07:47

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Si el alcalde Capillitas levantara la cabeza, se llevaría una gran desilusión al comprobar cómo en su pueblo amado, Beirã, parroquia de Marvão, antes tan señorial, un restaurante ha colocado en la puerta una llamativa pegatina en la que avisa a los clientes de que están taxativamente prohibidos los «peidos».

El restaurante se llama Sabores de Marvão y está especializado en los peces de río, el bacalao dorado y la carne de cerdo. Pero la expeditiva pegatina de la puerta inquieta al cliente: ¿Será posible que en este restaurante las ventosidades se hayan convertido en un problema tan grave como para avisar de que están prohibidas?.

En la hostelería española aún llaman la atención carteles castizos que anuncian que no se fía o prohíben escupir y blasfemar. ¿Pero no expeler ventosidades? Eso no lo habíamos visto jamás.

Beirã era un lugar conocido en Portugal por su penedo. A partir de ahora lo será también por sus pedos. Fue en 1518 cuando Leonor de Austria, hermana del emperador Carlos V, pasó por aquí. Venía de Valencia de Alcántara, donde se había unido a su comitiva un séquito de caballeros portugueses. Iba a Crato, donde se convertiría en la tercera esposa del rey D. Manuel I de Portugal. Al pasar por Beirã, la futura reina se sintió agotada y decidió descansar en una roca, de sorprendente forma fálica, llamada desde entonces O Penedo da Rainha.

El lugar no volvió a destacar por nada especial hasta que, en 1876, comenzaron los trabajos de la línea férrea que uniría Madrid con Lisboa a través de la estación fronteriza de Beirã. Cuando se inaugura lo que en Portugal es conocido como Ramal de Cáceres, el 6 de junio de 1876, donde antes había cuatro casas, ya se levantaba un pueblo alrededor de la flamante estación. Beirã crecerá sin parar durante los siguientes años, llegando a tener hotel, casino, teatro, tres escuelas, aduana, despachos de agencias y cuartel de la policía fiscal y de la secreta (PIDE). Durante la II Guerra Mundial, la localidad y el entorno de la estación conocerán un tremendo trajín de agentes nazis y aliados que intentaban controlar el mercado fronterizo de wolframio.

En la estación había, desde los años 40, un hotelito con cuatro habitaciones dotadas de cuarto de baño privado, algo único en la época. Llama la atención que, dos años después de cerrar el Ramal de Cáceres, con el consabido cambio de ruta del histórico Lusitania Exprés, parte de la estación y algunas casas colindantes se han convertido en un agradable y sosegado complejo hotelero. La reconversión ha sido rápida, a pesar de la tópica lentitud de los portugueses para la construcción, y Beirã ha recuperado algo del esplendor perdido

En el despegue señorial y elegante de Beirã tuvo importancia capital una familia de Valencia de Alcántara: los Vivas. Manuel Vivas Pacheco se afincó en Beirã hace casi un siglo y animó la vida social del pueblo. De su tiempo datan las suntuosas mansiones del lugar. Su hijo, Manuel Berenguel Vivas, fue alcalde de Marvão y ha pasado a la historia como el alcalde Capillitas o también como O Capelista por la cantidad de capillas que levantó en el municipio. Entre ellas destaca la de su querida Beirã, dedicada a la virgen del Carmen en honor a su madre y levantada en 1944. En Marvão tienen la costumbre de apodar a sus alcaldes atendiendo a sus obras favoritas. Así, además de Vivas O Capelista, tenemos a O Estradista, que llenó de carreteras el municipio, y a O Fontista, que optó por las fuentes.

Durante los últimos años, Beirã y Marvão han sufrido reveses importantes como el cierre del ramal ferroviario de Cáceres y la desaparición del Lusitania, el fracaso de su candidatura a Patrimonio de la Humanidad o la reconversión de su campo de golf en pastizal para ovejas. Ahora, esta prohibición hostelera de lo que en Portugal llaman «soltar un pum» coloca la localidad en un puesto de honor del Lusitania Show, remedo de aquel gozoso Celtiberia Show del añorado Luis Carandell.

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