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¿Qué ha pasado este lunes, 8 de diciembre, en Extremadura?

La cara b

Pero la risita se le ha caído de la cara al campeón. La risita y el protector. Enfurecido, vuelve a la tribuna. Acusa a Vara de querer partirle las piernas (sic). Le acusa de las mayores perrerías. No se lo acaba de creer. El enfado es mayúsculo

Fernando Valbuena Arbaiza

Miércoles, 7 de mayo 2014, 23:04

Mérida a pie de puente. Siete y media de la mañana. En la primera esquina, veinte y un perro bodeguero. Dos pancartas. ¡Silencio, acechan políticos! En cuanto tienen uno a tiro, le cantan poco pan para tanto chorizo. La escena tiene un algo de desolador. Nadie diría que estamos en mayo.

Un sueco. Aquí se necesita un sueco. ¡Qué crónicas parlamentarias haría! Y no uno de Baracaldo. Le estoy cogiendo cariño a toda esta fauna. No son mala gente. A las ocho en la oficina. Como todos. Todos en su escaño. Todos impecables. O casi. En los tendidos, nadie. Que no son horas.

Vara sobre el cuadrilátero. Casi sin papeles. Poco más que unas notas. Todas las miradas sobre él. Invoca el sacrosanto nombre de las izquierdas. El discurso me suena trasnochado. Le falta ritmo a la pegada. Por un momento se va el audio. Dos micrófonos. Uno a la izquierda del otro. El otro a la derecha del uno. Depende de cómo se mire. Pero juntos. Y juntos trabajan para que se oiga al orador. Izquierda y derecha. Vara insiste. Tres años de gobierno derechista y Extremadura es más pobre, está más endeudada y hay más parados. Da datos. Lo que no sabemos, ni él ni yo, es cómo estaría ahora Extremadura si ellos hubieran seguido en el poder. Tira de demagogia. Los suyos le aplauden poco y mal. El discurso venía envuelto en papel de aluminio. No entra en las propuestas de Monago. Lo mejor cuando bromea sobre los inversores chinos que resultaron ser pensionistas. Poco más. Se va de hora. Termina tendiendo la mano. Monago toma notas impertérrito. Valentín García balancea la cabeza como los perritos de los coches. Nevado atiende las cosas del diario. Saca unos sobres descomunales. ¿Dónde los tendría? Parejo lee el Cinco Días en digital. En la tribuna de invitados, Julián Carretero lee la prensa.

¡Campana! Monago al ring. Sin papeles gana en talla política. Parece otro. Tacha a Vara de cenizo. Castiga despiadado donde más duele. Que si pesimista, que si depresiones, Uno, dos, La gente del PP aplaude más y mejor. Algunas diputadas socialistas se encienden. Muerden sin soltar presa. Tres activistas como tres soles: Murillo, Godoy y Moreno. Monago no es Celdrán, pero tiene su gracia. Valentín García se le encara. Monago en su mejor asalto. En político convincente, serio y cercano. Está inspirado. Saca a pasear las fincas. Las ajenas, claro. Cuenta algún chascarrillo. Se gusta. Cara de ruina en la oposición. Risitas en la bancada popular. Se saben ganadores. A menos.

Replica Vara. La gente aprovecha para ir al baño. Vara tiene un par de dientes en la lona. Se levanta. Mira a los ojos a Monago, le busca la mirada. En tono casi suplicante le pide un acuerdo de mínimos. El campeón sonríe. No han vuelto todavía los que se fueron al baño cuando Vara anuncia una moción de censura. Uppercut de los que duelen. De esos que pillan al sacudido cargando con todo. ¿Hay pacto? Miro a Nogales. Se tapa la boca y los trienios en comunismo con la mano. Está claro. Vara se ha quemado a lo bonzo. Y yo sin desayunar.

Pero la risita se le ha caído de la cara al campeón. La risita y el protector. Enfurecido, vuelve a la tribuna. Acusa a Vara de querer partirle las piernas (sic). Le acusa de las mayores perrerías. No se lo acaba de creer. El enfado es mayúsculo. Pero está fuera del ring. Beneyto, el regionalista, en la última fila, se pasa el índice por el gaznate antes de hacer mutis por el foro.

Tiene la palabra el compañero Escobar. Le suenan las gomas de las chanclas al pisar sobre parqué. Desbandada. Vara también se va. Aguanto. No usa gafas. Escobar es de otro mundo. ¿Sabe alguien su edad? Saca el tirachinas de tumbar zorzales. Calma le pide Nogales desde el rincón. Otro discurso enlatado. Ni una palabra sobre la moción de censura. No le entiendo, pero de buena gana me tomaría un par de cañas con él.

Los teléfonos chisporrotean. Monago pide un receso. Por la puerta de la Asamblea asoma Iván Redondo. El traje de ayer, el gris ceniza industrial, resulta que tiene alas. Le veo entrar. Se lo traga la tierra. A él y al presidente. Hago pasillos. Saludo. Compruebo que los de ayer no se han enfadado demasiado. Voy a saludar a Víctor Cascos. Me giro. Ha desaparecido. Los caballeros, elegantes. Los más jóvenes prefieren el cuello italiano. Cristina Teniente, luminosa. Mantilla española. En la sala de prensa despachan jolgorio. Café, dos cajas de Reglero y una empanada gallega. Pero cuando paso por allí solo quedan las migas, los vasos de plástico, el cartón y las manchas de café. Se reanuda la sesión.

Es el turno de Beneyto. Uno que salió elegido en las listas del PSOE. Me dicen que es placentino, pero a mí me recuerda en el acento a Labordeta. Paripé en tono menor. Reparte flores. Para mí que está pendiente de una dirección general o algo por el estilo. En la tribuna de invitados, ya solo queda Javier Peinado. ¿Problemas de movilidad? ¿Lo demás? Lo demás no tiene historia.

Termino. Ya que esto es un artículo de opinión, opinaré. Soy varista. Aunque no le haya votado jamás, aunque no comparta sus banderas. Soy varista porque barrunto en él una profunda y atormentada humanidad. Creo que con esta moción de censura cumple con los suyos y consigo mismo. Hace lo que tiene que hacer, algo que distingue a los hombres de honor. Probablemente sea su canto del cisne. No le han permitido una salida. Ni los unos ni los otros.

Sin embargo me queda una pregunta sin respuesta. ¿Por qué Monago se mostró tan contrariado? Le hubiera bastado con reconocer que toda moción de censura es un ejercicio de libertad democrática. La tiene ganada. ¿Acaso pensó que existía un pacto a sus espaldas? ¿Y qué vela tiene en este entierro Floriano?

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