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¿Por qué es tan cara la luz?

LUIS FOZ GARCÍA DOCTOR EN INGENIERÍA INDUSTRIAL

Martes, 7 de febrero 2017, 00:33

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CUANDO la energía eléctrica en este país no era noticia diaria, aunque si de las más caras de Europa, el oligopolio eléctrico, por temor a su proliferación, ya culpaba a las energías renovables de la carestía de la electricidad.

Una eficaz campaña mediática de desprestigio, encubriendo el verdadero interés en pro de las equívocamente sobredimensionadas centrales eléctricas de combustibles fósiles, ha hecho a la ciudadanía responsabilizar a las fuentes renovables del alto precio de la energía, hasta el extremo de que se redujeron las primas, legislando con carácter retroactivo y ocasionando que España sea el segundo país del mundo, tras Venezuela, con más demandas ante la Corte Internacional de Arbitraje. Obsérvese, como paradoja, que se culpa ahora, con las subidas espectaculares del precio, a la ausencia de energías renovables. Con las renovables todo vale, antes decían desde el Gobierno que encarecían por su presencia y ahora dicen que encarecen por su ausencia. Ante el estupor ciudadano por el vértigo de los precios, como solución gubernamental se sugería hacer rogatorias a la Virgen de la Cueva.

Primer dislate: En el Operador del Mercado Eléctrico (donde se negocia diariamente la compra y venta de energía eléctrica) la primera energía que se oferta es la procedente de las fuentes nucleares y renovables, dado su pequeño coste de generación, próximo a cero, unas por estar prácticamente amortizadas y las otras por no consumir energía primaria. Cuando la demanda de compra sigue aumentando y no hay suficiente oferta, entran en la subasta las energías procedentes de las centrales térmicas de carbón y las de ciclo combinado (gas) Es al precio de casación, entre oferta y demanda, de estas últimas energías carísimas a la que se remuneran todas las energías, con independencia de su fuente, para ese día y esa hora. El hecho de la aportación de la energía renovable a tan bajo coste, en el primer tramo de la subasta, tiene un efecto depresor en el precio.

Segundo dislate: La energía procedente de hidrocarburos es cara, escasa, muy contaminante y está sometido su precio y suministro a razones puramente geoestratégicas y fuera de nuestro control como país.

Las energías renovables (acompañadas de otras de las existentes para apoyo en los periodos en que las renovables no alcancen la demanda) es una buena solución energética además de reducir las importaciones de combustibles fósiles, reduce el efecto invernadero, asunto este que ya nadie cuestiona ni siquiera los más recalcitrantes negacionistas; el Observatorio Crítico de la Energía y numerosos análisis sobre retribución regulada (primas) y ahorros producidos demuestran que las renovables aportan al sistema casi el doble de lo que perciben.

Tercer dislate: Ausencia de coordenadas en la planificación, sin crear un marco estable y decidido en la política energética nacional, añadido a una imputación de costes en la factura al consumidor, ocasionados por decisiones políticas, tales como ayudas de muy diversa índole, subvenciones, bono social, etc., cuestiones estas que han provocado que la Comisión Europea haya abierto a España un expediente informativo. Además, también se añade un impuesto especial a la electricidad y un IVA máximo.

Cuarto dislate: La inseguridad jurídica que producen los cambios de legislación con aplicación retroactiva en materia de energía tiene un efecto disuasor de inversiones en este sector. El legislador creando confusión y las grandes energéticas saliendo beneficiadas. ¿Por qué actuará así el que legisla? Quizá se explique por el empeño que tienen las empresas energéticas en nutrir sus consejos de administración con advenedizos de moral desinhibida, que con anterioridad contraían responsabilidades políticas.

Los vectores a considerar para abaratar el precio de la electricidad con carácter inmediato serían: extraer de la facturación todos aquellos factores ajenos al propio producto (ayudas, subvenciones, primas, compensaciones, déficit, etc.) eliminación del impuesto especial a la electricidad, aplicar un IVA superreducido(como lo tienen los productos de primera necesidad) y por último posibilitar el autoconsumo para que el ciudadano, ejerciendo su libertad cívica, pueda colaborar en generar su propia energía estableciendo con la red un flujo bidireccional de intercambio y estableciendo un balance neto que permita su viabilidad económica.

Posteriormente, realizar una auditoría del sistema, definiendo los costes de generación por tipo de tecnología utilizada y por último establecer un plan estratégico nacional en materia de energía con intervención de todos los agentes sociales.

Para todo lo anterior es imprescindible previamente, mediante un gran pacto social, utilizar adecuadamente esas puertas que giran y que deben tener como objeto único, y para el que fueron diseñadas, evitar la permeabilidad entre dos ambientes que deben estar bien diferenciados.

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