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Berlín contra Fráncfort

La insistencia alemana en que Mario Draghi debe renunciar a la política de estímulos puede volverse en su contra

PPLL

Lunes, 16 de enero 2017, 00:17

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El Consejo de Gobierno del BCE se reunirá el próximo jueves, por primera vez desde que el Eurostat anunciara que diciembre acabó con un 1,1% de inflación en la Eurozona, con Alemania en un 1,7% y España en el 1,6%. La prolongada política de estímulos auspiciada por Mario Draghi no ha podido contener más el IPC. Las previsiones para este y los dos próximos ejercicios apuntan a que seguirá situándose por debajo del 2% para el conjunto de la zona, pero dado que dibujan una curva ascendente entre el 1,3% para 2017 y el 1,7% para 2019 habrá países que superen los dos puntos. La mera perspectiva de que Alemania pueda ser uno de ellos eleva la presión que Berlín ejerce sobre el Banco Central Europeo para que eleve los tipos de interés y compense así a sus ahorradores. La situación provoca inquietud en el partido de Angela Merkel, porque el incremento de la inflación concede un argumento muy sensible a la extremista Alternativa para Alemania de cara a las elecciones generales de septiembre. Argumento que cobrará mayor peso a medida que dirigentes como Wolfgang Schaüble exterioricen su temor. La insistencia alemana en que Draghi reaccione de inmediato abandonando la política de estímulos puede volverse en contra de los intereses de la CDU, sobre todo si el presidente de la institución radicada en Fráncfort se niega a atender tales demandas y mantiene durante dos o tres trimestres más la inercia de los tipos a cero. La llamada de auxilio de Berlín para que no se rompan los equilibrios internos, políticos y sociales, en la primera economía de la Eurozona a cuenta de la inflación se dirige, en el fondo, a los gobiernos de los países del sur que vienen beneficiándose de los estímulos del BCE, de su voluminosa compra de activos. Pero esa llamada de Alemania no puede convertirse en una especie de chantaje moral que impute a Mario Draghi y a los socios más favorecidos por su actuación la culpa de la convulsión política y de valores que experimenta aquel país a raíz, fundamentalmente, de la crisis de los refugiados. No es bueno que las decisiones del BCE se vean sometidas a presiones o advertencias ajenas a la consideración de razones económicas, ni que los otros 18 países de la Eurozona deban sentirse directamente concernidos por la utilización electoral que se haga de la política del BCE.

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