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Alumnos actuales del instituto Luis Chamizo, esta semana en la inauguración oficial del curso. :: fran h.
Medio siglo de enseñanza en el Chamizo

Medio siglo de enseñanza en el Chamizo

El instituto dombenitense, conocido también como el 'nocturno', cumple cincuenta años de vida | Este centro situado fuera del casco urbano de Don Benito acoge a alumnos de hasta 23 poblaciones del entorno

FRAN HORRILLO

Domingo, 24 de septiembre 2017, 10:57

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don benito. A camino entre Don Benito y Villanueva de la Serena, aunque en término municipal dombenitense, se sitúa el instituto Luis Chamizo, que desde hace un tiempo luce en su fachada un cartel llamativo de letras rojas en el que se puede leer 'Somos Chamizo'.

Un lema, cuyo significado explicaba esta misma semana la directora del centro, Dori Dávila, durante el acto oficial de inauguración del curso académico que acogió este instituto de Don Benito: «Esta primera persona del plural alude a un sentimiento de pertenencia e identificación con el centro, a pesar de la diversidad de pueblos de procedencia de nuestros alumnos. Además, con este lema queremos dejar clara que nuestra vinculación con el Chamizo es permanente, no pasajera. Somos Chamizo, no estamos en el Chamizo. Y confiamos que estas señas de identidad perduren otros 50 años más».

Y sin duda que los miles de alumnos que han pasado por las aulas de este centro educativo, conocido también como el 'nocturno', llevan consigo ese sentimiento de pertenencia con mucho orgullo. El mismo del que hacen gala para congratularse de las bodas de oro del Chamizo, que se cumplen precisamente este año.

«El valor de este centro es que se hacen amistades para toda la vida», afirma la exdirectora

Cincuenta años de historia para un centro con unas connotaciones especiales, ya que el Chamizo es de los pocos centros educativos de la región que se sitúan fuera del casco urbano, al tiempo que, cumpliendo con su vocación rural, acoge a estudiantes de hasta 23 poblaciones del entorno, la mayoría de los cuales acuden en horario de tarde-noche.

Centro de referencia

Uno de sus profesores más emblemáticos, Francisco Varela, que impartía Educación Física y que estuvo vinculado al centro 3 años como alumno y 40 como docente, recuerda que en sus inicios el Chamizo «era el centro de referencia de la comarca, ya que mientras que el Donoso de Cortés de Don Benito y el Pedro de Valdivia de Villanueva eran institutos laborales, éste lo era de enseñanzas medias, por lo que llegó a tener matriculados a más de mil alumnos». Ahora, roza los 800.

Varela recuerda con cariño aquellas jornadas escolares, con horario partido, en las que por las tardes solía tener en las pistas del instituto a más de medio centenar de niños y niñas a los que entrenaba para las pruebas atléticas y deportes colectivos. Luego, los frutos eran visibles, ya que durante varios años el Chamizo fue campeón regional de campo a través, al tiempo que también lograron en Granada una medalla de bronce a nivel nacional, que se colgó el equipo femenino de atletismo liderado por las hermanas Requejo.

En este medio siglo de historia, otro nombre destacado entre el personal docente fue Magdalena Ramos, que de 1988 al 2015 desempeñó las labores de dirección.

Nacida en Sanlúcar de Barrameda, en alguna ocasión se vio tentada por su marido a regresar a su tierra o, al menos, acercarse con algún destino más próximo. Sin embargo, ella se negó ya que siempre estuvo muy cómoda en el Chamizo y, como reconoce, «tuvimos además la gran suerte de estar trabajando mi marido y yo uno enfrente del otro, ya que él era médico en el hospital».

De su paso por el Chamizo valora el hecho de que allí se acentuara el concepto de amistad: «Como confluyen de pueblos muy diversos, los alumnos hacen amistades para toda la vida. Ese es el principal valor del centro», afirma. De hecho, ella llevó al instituto a sus cuatro hijos y, como reconoce, todos conservan amigos de esa época y viajan cada año a la boda de alguno de ellos.

Damián Morcillo es un ex alumno que puede dar buena fe de las amistades que le dejó el Chamizo. De hecho, con la ayuda de otra compañera, Chelo Pineda, y de la propia Magdalena Ramos, lograron reunirse de nuevo, 25 años después, muchos de los que habían compartido pupitre esos años. Desde ese día, estos amigos se ven con frecuencia para comer juntos y tienen un grupo de whatsapp, llamado 'Lo mejor del Chamizo 87', cuyos integrantes tienen como único vínculo de unión esos cuatro años de sus vidas que compartieron.

Morcillo es natural de Santa Amalia y estudió en el instituto entre 1983 y 1987: «Creo que ese es un periodo de tu vida difícil de olvidar, pues llegas siendo un niño y sales como un joven. Justo en la antesala de ser adulto, para dar el salto a esa etapa en la que vas a acabar de definir aquellos que quieres ser en la vida».

Su llegada a este centro en Don Benito supuso un cambio en todo. Como reconoce, «dejas el maestro y el colegio de tu pueblo, tan pendiente siempre de todo, para tener que hacer 30 kilómetros todos los días para seguir con tus estudios».

Por esa época, el Chamizo era el referente de todos aquellos jóvenes de pueblos de la comarca. Una vocación comarcal que se mantiene, y que les marcó: «Eso nos hizo cambiar nuestra forma de relacionarnos, ya no era el amigo de tu calle que vivía cerca y con el que ibas al cole... En ese momento aprendías a relacionarte con compañeros de Valdivia, La Haba, La Coronada, Campanario, Zurbarán, Ruecas, Medellín, Gargáligas... además de alumnos de Don Benito y Villanueva que también optaban por esa opción».

Esta diversidad de alumnos les obligaba cada día a coger un autobús a las 7.30 de la mañana, que recorría varios de estos pueblos para recoger a otros estudiantes y llegar al centro antes de las 8.30. La vuelta a casa era a partir de las 3 del mediodía. En este caso, el bocadillo resultaba determinante para sobrellevar las horas lectivas. Un bocata que a veces calentaban en los radiadores de calefacción.

Anécdotas

En definitiva, cuatro años marcados por las anécdotas. De hecho, el inicio fue singular porque en el primer y segundo curso tenían clases de lunes a sábado. Aunque para odiseas, como rememora Damián, las que vivían en época de lluvias: «A veces las lluvias motivaban una subida del Guadiana, lo que provocaba que el agua cubriera el badén de acceso de la carretera de Ruecas, lo que obligaba a cambiar la ruta, con la consiguiente pérdida de horas de clases». También recuerda con cariño «la extensión en la que acabó convirtiéndose 'El Olivo', un bar al lado del instituto, que a veces tenía más alumnos allí que en algunas aulas». Aunque como líder estudiantil que era, para él permanecen imborrables aquellos rifi-rafes con su madre, que era vicepresidenta del AMPA y que le vetaba sus intervenciones en el salón de actos, «para que no siguiera calentando aquella cruzada contra la selectividad de 1987».

Recuerdos almacenados en la memoria, que ahora se agolpan en esa tarta gigante en la que el Chamizo sopla 50 velas. Aunque como resume Damián, haciendo suyo el lema de esta efemérides: «No es lo que fue en aquellos años del 83 al 87; es lo que somos como consecuencia de esa experiencia vital».

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