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Foto de familia del encuentro para conmemorar a la Virgen de las Cruces en la Masía Cabanyes. :: cedida
Don Benito y Canyelles, unidos  por las historias de sus habitantes

Don Benito y Canyelles, unidos por las historias de sus habitantes

La fábrica IMSA, fundada por el dombenitense Pedro Camacho, inició la llegada de sus paisanos a la comarca del Garraf, en Tarragona

ESTRELLA DOMEQUE DÍAZ

Sábado, 25 de febrero 2017, 09:42

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don benito. «Que nadie olvide de dónde venimos, lo que somos y lo que hemos hecho en este mundo, es decir, el valor que tiene todo eso. Y que alguien recuerde que algún día se salió de un pueblo, para ir a otro, sencillamente, con el objetivo de poder comer». Son palabras de Rosa Huguet, alcaldesa del municipio tarraconense de Canyelles al que la Guerra Civil unió con Don Benito hace más de 80 años.

Sin embargo, la historia del vínculo entre estos dos municipios no es un relato sobre la Guerra Civil, sino sobre la historia de las familias que forjaron sus vidas lejos de su hogar, en Don Benito, tras emigrar en busca de una vida algo mejor a Cataluña. Una de esas familias fue la formada por Pedro Camacho y Manuela Parejo. En los años 40, Pedro emigró con su familia a Vilanova i la Geltrú, capital de la comarca del Garraf. De oficio cerrajero, en Don Benito no tenía trabajo, debido a la situación en la que se encontraba el país tras la guerra.

«Con una mano delante y otra detrás, vio un anuncio de Renfe en un periódico de la época en el que buscaban gente para trabajar, pidió para sitios cerca de su pueblo, pero lo mandaron a Vilanova, que era entonces una de las mejores estaciones de España, y necesitaban mano de obra y para acá que se vino mi padre». Es el relato de Carmen Camacho, hija de Pedro y Manuela, residente en Canyelles, que llegó a Vilanova con tres años.

Unos años después de conseguir ese trabajo, Pedro se planteó seguir creciendo por su cuenta y abrió su primer taller, en la calle Escolapios de Vilanova, más tarde continuó creciendo con los Talleres Camacho. Así, hasta que en 1963, junto con otros socios, fundó Industrias Mediterráneo S.A., una fábrica de fundición de piezas para automóviles, más conocida por muchos extremeños como la IMSA.

Inicios difíciles

El pequeño taller pasó a ser una gran fábrica que dio trabajo a unas 1.200 personas, la mitad de ellas extremeñas; incluso llegaron a trabajar 300 personas llegadas desde Don Benito. «Mi padre se trajo a muchos dombenitenses a trabajar y muchos formaron aquí su familia», recuerda su hija Carmen a sus 79 años.

No fueron años fáciles para nadie, tampoco para ellos. «Mi familia fue pionera en venir aquí, mis padres lo tuvieron difícil, además con el idioma que antes era más complicado. Él hablaba en castellano y le contestaban en catalán y le decían «así Pedro, aprenderás», y así fue. Eso sumado a que eran los años de la postguerra», cuenta.

Poco a poco fueron llegando las familias calabazonas, muchas vinculadas al trabajo en IMSA. Eran tantas que se creó una pequeña colonia dombenitense en la comarca del Garraf, donde actualmente residen más de 1.000 personas que abandonaron su pueblo natal para instalarse allí. Ochenta años después, la historia de Pedro Camacho, que falleció en 2002, había cambiado el destino de muchas familias.

Ya en 2016, la casualidad hizo que la alcaldesa de Canyelles, Rosa Huguet, y la entonces concejal del Ayuntamiento de Don Benito, Pilar Morcillo, coincidieran en un encuentro de la Federación Española de Municipios y Provincias. «Siempre escuchaba aquí hablar de Don Benito, algo que para mí no tenía mucho sentido, y llegué a esa reunión con mucho interés por conocer a la persona que representaba a esta localidad», cuenta Huguet. Así fue cómo surgió la idea de hermanar las dos localidades.

Dos municipios que pese a los más de 800 kilómetros que les separan, hay algo que les une y es el sentimiento de pertenencia. Costumbres, tradiciones, gastronomía, un idioma o un acento, todo eso, les ha unido a pesar del tiempo y la distancia. «No hacemos la matanza, por ejemplo, pero no faltan las migas extremeñas, también el pestorejo; ni se pierde el 'acho', porque lo hemos vivido desde pequeños», cuenta entre risas Joaquín González, residente en Vilanova i la Geltrú; que aún recuerda que se marchó de Don Benito con 17 años, un 18 de octubre de 1974, junto con un amigo. La de Joaquín es otra de las tantas historias de emigrantes, en su caso, también para trabajar en IMSA.

«Al principio estábamos en una comuna, éramos una piña todos los extremeños, pero con 17 años hicimos amistades muy rápido», recuerda, «incluso aprendí catalán, porque el saber no ocupa lugar, otros no quisieron».

Costumbres compartidas

Cuarenta y tres años después, sigue viviendo en Vilanova, pero sin olvidar sus raíces, junto con otros dombenitenses. En ese afán por no olvidar, el fotógrafo Diego Sánchez Cordero les ayuda en la distancia a mantener vivos esos recuerdos. «Sube sus fotos a Facebook de aquellos años, que nos recuerda nuestra época, cuando íbamos a Las Cruces o cuando jugábamos a los aviones en las charquitas».

Entre las costumbres que mantienen, destaca una: la romería de la Virgen de las Cruces, patrona de Don Benito. La Masía Cabanyes acoge cada 12 de octubre desde hace algunos años, el encuentro de muchos de estos dombenitenses. «Hacemos una romería, tenemos los pañuelos que los han traído de allí, paseamos a la Virgen y cantamos aquella canción de Virgen de las Cruces», termina Joaquín tarareando la canción. Una tradición de la que es impulsor, entre otros, Enrique Chico, primo de la actriz Florinda Chico, también de origen dombenitense.

Y es que, dicen que uno no es de donde nace, sino de donde pace, por eso Carmen Camacho confiesa que conoce más Cataluña que Extremadura, pero no por ello ha perdido el vínculo con su tierra natal, que hace años que no visita. «Si con el hermanamiento se organiza algún viaje, me gustaría ir, aunque sea ya mayor», dice. Tampoco Joaquín González que admite que no descarta volver a vivir en Don Benito.

Incluso, la alcaldesa de Canyelles, Rosa Huguet, quiere devolver la visita que en su día realizó Pilar Morcillo. «Estoy deseando pisar eso que ya conozco por la historia». Un viaje que no se retrasará más allá de este año, pues la intención es realizar unas jornadas interculturales entre ambas localidades para sellar una unión forjada en la inmigración y que resiste al paso del tiempo.

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