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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Fernando Alonso y Carlos Sainz. EFE
Alonso y Sainz, 'ora et labora'

Alonso y Sainz, 'ora et labora'

La temporada ha dado más alegrías al asturiano fuera de pista, y al madrileño el salto a una escudería potencialmente grande

David Sánchez de Castro

Viernes, 29 de diciembre 2017, 08:51

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Pocos o muy pocos se atreverían a decir que lo que habían previsto que pasaría en la temporada 2017 de Fórmula 1 en relación a los españoles fue lo que realmente ocurrió. Tanto Fernando Alonso como Carlos Sainz comenzaron con unas aspiraciones, sueños, objetivos y metas que, al final de año, han sido radicalmente distintas.

Mientras para uno ha sido un año que ha acabado en dorado, para el otro ha sido otro clavo más en la cruz que lleva a rastras desde que volvió a Woking en 2015. Fernando Alonso ha conseguido sonreír de manera sincera, sin un deje de rabia, durante un corto espacio: el que estuvo más centrado en lo que ocurría en Indianápolis que en lo que pasaba en los circuitos donde se ganaba el sueldo. Sainz, en cambio, ha conseguido ver recompensada su buena labor en Toro Rosso con un asiento en Renault que, a día de hoy, no es un equipo que aspire a mucho, pero que potencialmente puede darle al español el ansiado lugar entre los mejores que con su labor se ha ganado.

Las plegarias de Alonso

Alonso comenzaba la temporada 2017 en Montmeló mirando al cielo, y no precisamente por la lluvia o el viento. Esperaba que los hados le fueran propicios, tras una pretemporada en la que las sensaciones no podían ser más negativas. No estaba dispuesto a aguantar más tiempo, y cuando vio que el McLaren MCL32 naranja no era más que una nueva pifia, se hartó. Estalló hasta el punto de empezar a llamar a todas las puertas posibles para intentar alcanzar una salida digna de McLaren, de nuevo.

Pero en estas, Zak Brown le puso un caramelo demasiado tentador: las 500 Millas de Indianápolis. El veterano dirigente norteamericano, como buen carrerista que es, entendió que lo que Alonso quería era competir. Sentirse potencialmente ganador. Brown ejerció de jefe, de amigo o de lacayo en función de las circunstancias en cada Gran Premio, que normalmente se hacían presentes en forma de quejas por radio, roturas de motor o una falta alarmante de potencia cuando las unidades aguantaban hasta final de carrera.

En los meses de abril y mayo, Alonso volvió a sonreír. Brown le consiguió un trato y un coche con Michael Andretti, que no sólo descubrió a España una de las carreras con más arraigo en el mundo del motor, las 500 Millas de Indianápolis, sino que además se llevó todo el protagonismo, por encima incluso del mismísimo Gran Premio de Mónaco. El abandono en el 'brickyard' devolvió a Alonso a la cruda realidad. Esta vez fue una Honda 'prima' de la que le lleva haciendo la puñeta desde hace dos años la que le obligó a abandonar, pero la 'H' seguía ahí.

Y en estas llegó el momento de negociar su continuidad. Alonso se plantó: o se iba Honda, o se iba él. No había opción de seguir en McLaren si no cambiaban de motor. Mercedes llegó a aceptar un acuerdo, pero los problemas con el kafkiano contrato que tenían firmado entre los antiguos jefes de McLaren (con la rúbrica del defenestrado Ron Dennis) y los responsables de Honda lo retrasó todo más de lo previsto. En McLaren empezó a cundir el pánico: se veían abocados a seguir con Honda y sin Alonso, lo que les habría hundido definitivamente en el ostracismo de los Sauber, Haas y compañía otro año más.

En ese momento, llegó Renault, y las piezas cayeron por sí mismas: Alonso renovó con la nueva McLaren, que ahora llevará por primera vez unidades de potencia del rombo de Viry-Chatilllon, y Honda se largaba a Toro Rosso como camino previo a motorizar a Red Bull en un futuro. La marca francesa, como hace más de una década, se convertirá en 'trending topic' entre los españoles, y no sólo por Alonso.

La recompensa del trabajo

En el 'paddock' nadie dudaba de que Carlos Sainz, tarde o temprano, iba a dar el salto a un equipo 'top'. Ya antes de comenzar la campaña 2017 se sabía que esos zapatos le quedaban muy pequeños, y que el Toro Rosso no era un coche con el que pudiera lograr más de un quinto o un sexto, con suerte. La propia filosofía Red Bull les metió en un bucle sin solución: no podía dar el salto al primer equipo, porque Ricciardo y Verstappen están en un momento cumbre, pero no podía seguir en Toro Rosso, porque era demasiado bueno. Así que llegaron a una solución intermedia, aunque tardó en llegar: le liberaban para ir a Renault, que ya había estado a punto de ficharle, a condición de que siguiese vinculado a Red Bull.

Días antes del GP de Estados Unidos, a Sainz le dieron la noticia más esperada desde hace tiempo: habían conseguido largar a Jolyon Palmer de Renault y, por tanto, su sitio estaba disponible y con su nombre esperándole. El salto a un equipo de fábrica le permitirá optar a mejores prestaciones (potencialmente) y dejar atrás los sinsabores de verse décimo, undécimo o decimoquinto en función de la posición de parrilla inicial y de si el circuito le es propicio o no.

La gran duda, tanto para él como para Alonso, es ver si Renault va a dar el salto que esperan. McLaren se fija en Red Bull para ponerse como posible candidato a victoria en sus quinielas personales, mientras que la propia Renault confía en que Sainz les dé el 'punch' necesario para pelear, al menos, por la zona media de la tabla con asiduidad y sus dos pilotos. Por el bien de todas las partes, conviene que tanto Alonso como Sainz estén de manera constante en la zona alta de la clasificación. Hasta sus rivales tienen claro que sería la mejor noticia posible para la Fórmula 1.

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