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Carlos Sainz.
Sainz, sobresaliente en sus primeros días en la Fórmula 1
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Sainz, sobresaliente en sus primeros días en la Fórmula 1

El madrileño se adapta a la perfección al ‘Gran Circo’ en sus primeros días como piloto de Fórmula 1

David Sánchez de Castro

Jueves, 5 de febrero 2015, 19:12

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Cuando Carlos Sainz llegó al circuito de Jerez el domingo día 1 de febrero por la mañana, a primerísima hora, para emprender su primera jornada de test como piloto de Fórmula 1, todavía miraba con recelo todo lo que le rodeaba. El día anterior había asistido a la presentación del que será su equipo durante este 2015, Toro Rosso, y pudo gozar de la plácida alfombra roja ante un escogido público y una prensa, mayoritariamente española, que empieza a ver en él a un piloto mucho más allá de su apellido.

Pero el domingo llegó la hora de la verdad. Había nervios, pero menos que en aquel Silverstone 2013 donde se jugaba prácticamente todo para continuar bajo el paraguas de Red Bull. Sabía que, hiciera lo que hiciera, tenía que acabar con buenas sensaciones. El primer día lo dedicó a comprobar que todo estaba en orden, que el STR10 era tan prometedor como los datos del simulador auguraban y que tanto él como Max Verstappen iban a brillar con luz propia más allá de sus genes. Primer día y casi medio centenar de giros a un trazado, el de Jerez, que conoce bien de su paso por las categorías inferiores.

Ese día, Sainz llegó al motorhome de su equipo muy sonriente. Me siento mejor de lo que esperaba, afirmaba, en el aspecto físico, el madrileño. El niño que hace apenas 11 años alucinaba con el homenaje que le hizo la ciudad de Madrid a su padre, corte de tráfico en el Paseo del Prado incluido, respondía a los periodistas sentado, algo tenso, pero sonriente en su primera rueda de prensa tras unos test como piloto oficial de Fórmula 1.

Al día siguiente, tanto él como su padre compartían mesa y mantel con Fernando Alonso, su ídolo hace no tanto, y ahora su amigo, rival y compañero de paddock. De las confidencias en el motorhome de McLaren entre el bicampeón asturiano y los Sainz sólo fueron testigos los platos y los cubiertos. El madrileño salió de la zona de McLaren con una sonrisa y haciéndose fotos con los fans que allí le esperaban. Cierto es que aún no tiene que soportar el agobio constante de los fans que, como moscas a la miel, acosaron durante estos cuatro días a Alonso hasta la extenuación, pero tuvo que hacer ejercicio de muñeca para firmar unos cuántos autógrafos y poner posturas extrañas para adaptarse a los constantes selfies que se querían hacer con él.

Llegó el martes. Verstappen había rodado 75 vueltas el día anterior y le tocaba a Sainz demostrar que él podía estar a la altura, y superarlo. La pelea interna en Toro Rosso aún no ha hecho más que empezar, y de momento todo es buen rollo y compañerismo, pero tanto uno como otro saben que ambos tendrán que competir. Por eso, Sainz se montó en el STR10 con un objetivo: dar 100 vueltas al trazado de Jerez. Dicho y hecho: a las 16:00h, a falta de una hora, Sainz ya había hecho 97, en seco y en mojado. Las sensaciones eran tan buenas que su ingeniero, Marco Matassa, le guiñó un ojo y le dio un empujoncito. La señal era clara: ¿Te apetece seguir?. Sainz no contestó, fue mucho más elocuente: se puso el casco, se ajustó los guantes y se metió en el Toro Rosso. Acabó dando 39 vueltas más, y en esa hora marcó su mejor tiempo de los test.

Su sonrisa al bajarse del coche lo decía todo. Tanta era su alegría que, impulsivamente, fue a darle un abrazo a todos los presentes. Hasta Franz Tost, el jefe del equipo, se sorprendía por recibir tan efusiva felicitación por parte de su pupilo. Verstappen le esperaba en una esquina. Ambos compartieron confidencias, que si en esta curva me he salido, que si tengas cuidado en esta subida, que si el coche se comporta así o asá cuando das más de 5 vueltas con las mismas ruedas. Charlas entre amigos que saben que, hasta Australia, tienen que empujar para que el coche llegue en las mejores condiciones posibles. El miércoles le tocaba ver los toros desde la barrera. Su amigo Fernando Alonso no se había quedado en el circuito, había cogido el tren la noche antes. Su padre tampoco. Ahora era Carlos Sainz, sin nadie alrededor. Era el piloto que los fans españoles paraban cada pocos metros. Cuando pasaba cerca de la prensa española sonreía, con el dedo pulgar en alto.

Desde el equipo de Toro Rosso están encantados de tener una pareja como Sainz y Verstappen. Del español destacan sus ganas de aprender y su educación. Barcelona será, la semana que viene, su segunda clase de Fórmula 1 acelerada. Tendrá que confirmar las buenas sensaciones, que el Toro Rosso está mejor que en 2014 y que puede apretar más aún. Los dos ensayos que le quedan de pretemporada sólo son dos clases previas para su primer gran examen. Según sus profes, Sainz va a por nota.

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