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Aries Merrit (izq.), durante su participación en Pekín.
Del podio al quirófano
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Del podio al quirófano

El estadounidense Aries Merritt gana la medalla de bronce cuatro días antes de que le trasplanten un riñón de su hermana

fernando miñana

Viernes, 28 de agosto 2015, 20:06

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La vida le sonreía a Aries Merritt en 2012. Todo le salía bien. Ese año batió el récord del mundo (12.80) y ganó la medalla de oro en los Juegos de Londres. Un año después sólo pudo ser sexto en el Mundial de Moscú. Al volver a casa empezó a sentirse muy fatigado, sin energía. En octubre de 2013 fue ingresado en la Clínica Mayo, un centro de referencia en todo el mundo, después de que los médicos le hubieran diagnosticado un extraño virus, más habitual en las personas de raza negra, por un desorden genético.

El virus se había extendido por los riñones y la médula ósea y reducía su capacidad al 15%. El diagnóstico fue como un jab al mentón. «Me partió el corazón», explicó hace una semana cuando decidió contar qué le sucedía para soltar algo de lastre. Apenas podía caminar y vivir. Poco más.

Merritt, el campeón olímpico, cayó en la depresión. La vida le había bajado de la cresta de la ola en un año. Y era muy probable que no pudiera volver a competir. «Cuando me dijeron que quizá no volviera a correr nunca más, mi mundo se vino abajo». En la Clínica Mayo le administraron inmunoglobulina intravenosa para acabar con el virus. Y lo lograron. Pero el riñón quedó dañado. Pudo volver a entrenar y el día que regresó a las pistas corrió casi un segundo más lento (13.79) que su récord del mundo.

El estadounidense de 30 años necesitaba un riñón, pero igual de vital que este órgano era volver a sentirse atleta. Por eso se exprimió para llegar al Mundial de Pekín. Superó los Trials por los pelos y alcanzó la final casi por evadirse de la operación que le espera el próximo martes. Su hermana le donará un riñón y será intervenido en la Clínica Mayo. Por eso estaba tan melancólico antes de la carrera. «¡Quién sabe! Tal vez sea mi última competición si las cosas no salen bien». Merritt, una vallista con mucha clase, arañó una medalla de bronce en la final que ganó Sergey Shubenkov con un nuevo récord de Rusia (12.98). Pero el gran triunfador, sin duda, era Merritt. «Me siento como si hubiera ganado el oro».

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