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Ali (d) conecta un golpe de derecha en el rostro de Frazier.
Siempre hay alguien que da más
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Siempre hay alguien que da más

Subastan en casi 300.000 euros los guantes que usó Muhammad Alí en la 'pelea del siglo', a pesar de que el púgil de Louisville salió derrotado en aquella noche de 1971

Miguel Sesé

Sábado, 2 de agosto 2014, 00:15

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Pocas personalidades del deporte logran tal grado de divinidad como las cotas alcanzadas por Muhammad Ali en el mundo del pugilismo, hasta el punto de que sus prendas sean veneradas como si de reliquias se tratasen. Polémico y genial a partes iguales, el 8 de marzo de 1971 el carismático boxeador afrontaba una noche que pasaría a los anales de la historia del deporte. Y con ella, los guantes de 'El más grande', que han sido vendidos a un desconocido por casi 300.000 euros en una subasta celebrada en Cleveland (Ohio, Estados Unidos).

El escenario del 'combate del siglo' era la meca del boxeo, el Madison Square Garden de Nueva York, y al evento llegaban dos deportistas invictos. Por un lado estaba Ali, escandalosa cabeza visible de los movimientos anti bélicos de finales de los sesenta. Por el otro llegaba el campeón Frazier, prototipo del americano ejemplar y cumplidor. El primero bailaba entre las doce cuerdas, se movía con una agilidad impropia de su peso y combinaba potencia, precisión y espectáculo. 'Smokin Joe' era otra cosa, un fajador, un experto en la distancia corta, en evitar la salida de los rivales y golpear como un martillo de demolición hasta conseguir su objetivo. Ambos eran colosos.

En la previa Muhammad Ali se había deshecho en insultos hacia Frazier, a quien consideraba inferior, sin saber que estaba a punto de recibir una gran lección a base de golpes. Fue él quien comenzó dominando la pelea, pero conforme avanzaban los asaltos sus movimientos perdieron efectividad, y el contrincante le alcanzaba de forma cada vez más evidente. Figuras enormes de la historia del cine como Woody Allen, de la música como Sinatra y todo tipo de personalidades se frotaban los ojos ante un evento mundial, en el que no se podía ni parpadear y en el que el invencible y otrora conocido como Cassius Clay estaba a punto de ser derrotado. El desastre se fraguó con la espalda del aspirante contra las cuerdas, tocó techo cuando estuvo a punto de irse por los suelos en el duodécimo asalto, y alcanzó el clímax en el decimoquinto, recibiendo un gancho de izquierdas que le noqueó con estruendo. Fue el orgullo lo que le hizo incorporarse, pero los jueces para entonces ya tenían como ganador a un Frazier que no tenía ni el carisma ni la clase, pero que era un campeón dignísimo en todas las acepciones de la palabra. Los dos, igualados en su condición de hombres heridos, acabaron la noche en el hospital.

Alí, que antes había estado tres años y medio sin boxear por negarse a combatir en la guerra de Vietnam, encontró su venganza en enero de 1974 y en el mismo escenario, venciendo a los puntos y llevándose junto a Frazier el 'desempate' a Filipinas, en un combate conocido como 'The thrilla in Manila' y que es considerado por los grandes expertos como el mejor de la historia.

Allí, por fin y de forma definitiva, Alí pudo sentirse superior a Frazier, y pocos recordaron entonces que cuatro años atrás el gigantesco púgil tuvo que apoyar en la lona sus guantes, esos mismos que hoy valen una millonada, para poder levantarse de su primer traspiés. Fue el día en el que la gran leyenda del boxeo aprendió que siempre hay alguien que da más, en la vida, en el deporte... y ahora en las subastas.

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