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Teresa Perales, tras ganar el oro en los 50 espalda.
Exhibición de oro de Teresa Perales e Israel Oliver
Paralímpicos Río 2016

Exhibición de oro de Teresa Perales e Israel Oliver

La piscina vuelve a ser testigo de los éxitos españoles, con la vigésimo quinta medalla de la aragonesa y el segundo oro en Río del madrileño

EDUARDO DE RIVAS

Sábado, 17 de septiembre 2016, 16:23

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La natación siempre da alegrías. Los Juegos de Río están demostrando el gran nivel español que hay en el agua, donde se han conseguido 15 de las 22 medallas que adornan el palmarés. En la novena jornada volvieron a repetirse los éxitos y Teresa Perales se volvió a subir a lo más alto del podio, emocionada al conseguir su vigésimo quinta medalla. Como también lo estuvo Israel Oliver, campeón paralímpico por segunda vez en Río.

Era cuestión de tiempo que Teresa Perales encontrara su sitio en la piscina. La presión que tenía encima tras las dos finales fallidas se la quitó de un plumazo en la jornada del jueves con una plata en el 200 estilos. En los 50 espalda solo tenía que pensar en nadar, en tocar la pared antes que sus rivales.

Salió rápida la aragonesa, vigilando que Bela Trebinova no impusiera su ritmo. Se centró en su carrera. No pensó ni en la checa ni en Sarah Louise Rung, a la que ni siquiera veía por la calle 7. Solo pensó en ella, en colgarse su vigésimo quinta medalla paralímpica y cumplir sus bodas de plata con la piscina. Cogió distancia en cada brazada, hasta tocar la pared con 1.48 de ventaja.

Doble oro para Oliver

Israel Oliver dio un recital en la piscina. Y van dos en estos Juegos de Río. El madrileño se colgó su segundo oro paralímpico -el cuarto de su palmarés-, imponiéndose por más de dos segundos sobre la plata en la final del 200 estilos. No dio opción a sus rivales. Quería el oro, ya venía de las series con el mejor tiempo, y lo consiguió.

Nada más tocar el agua se vio que iba a ser primero. Los primeros 50 a mariposa eran una clara evidencia de que iba a sonar una vez más en la piscina el himno español. Oliver llegó con 95 centésimas de ventaja con respecto al segundo, una distancia que se recortó en espalda, su peor estilo. En la braza volvió a marcar su ritmo, se encontró mucho más cómodo y algo tenía que ocurrir para que no subiese a lo alto del podio. Notó la pértiga sobre su espalda y tocó la pared. Últimos 50 metros.

Tocaba el crol. La distancia con el ucraniano Viktor Smyrnov era un mundo: 1.95 segundos. Pero Oliver no se confiaba y seguía apretando más y más fuerte. A cada brazada le cogía unos metros de distancia a Smyrnov y se acercaba poco a poco al oro. En Atentas se quedó a las puertas, en Pekín y Londres vio cómo otros eran los que subían al cajón y ahora era él el que avanzaba a pasos agigantados hacia un nuevo oro. Llegó. Con 2.36 sobre la plata.

«Voy más chulo que un ocho», bromeaba Oliver poco después de saber que era oro. Es el único de la delegación española que puede presumir de dos en estos Juegos. «Vivir el himno en unos Juegos una vez era algo casi casi inalcanzable y al hacerlo por segunda vez al menos podré controlar las lágrimas y saborearlo».

Mucho han cambiado las cosas para él. Cuando quedó cuarto en la final del 400 libre se mostraba muy crítico con su trabajo y con su forma de nadar. Llegó incluso a decir que no valía mentalmente para nadar. Se demostró a sí mismo que no era así.

Una plata de 17 años

Nuria Marqués llegaba a la final con el mejor tiempo. Calle 4 para ella. Calle 5 para la australiana Ellie Cole, su gran rival. En el 400 libre se había impuesto la catalana, se había colgado el oro y quería volver a hacerlo, pero el potencial de la oceánica en distancias más cortas se notó. Al final fue plata, una plata que cierra unos magníficos Juegos, sus primeros Juegos.

La catalana saltó al agua con fuerza, ligeramente antes que Cole. Cogió algo de ventaja bajo la superficie pero la australiana impuso su ritmo al dejar de bucear. A cada brazada cogía metros cogía unos metros y llegaba a la pared en primer lugar. 17 centésimas la separaban de Marqués.

La niña de 17 años seguía sus pasos. No quería que se fuera, aunque no giraba la cabeza para mirar por dónde iba su rival. Por delante, siempre un poco por delante, a ritmo del récord paralímpico que marcaría al llegar al final de los 100. Pero Marqués no cesaba en su empeño y mantenía el ritmo, con toda la fuerza que le da su juventud. Se quedó a las puertas, a solo 39 centésimas.

Una plata que sabe a oro por quien ocupa el cajón más alto. «Es muy buena rival, ya lo demostró en el 400, pero estoy muy contenta por esta marca, el resultado y la posición», aseguró la catalana nada más salir del agua. Se marcha de Río con dos metales y con la sensación de haber hecho «un gran campeonato», pero también con la espina de no haberse metido en la final del 100 mariposa. «Me quedé con esa chispilla de poder hacerlo mejor. No me clasifiqué y fue un fallo, pero todos somos humanos y puede pasar», comentó.

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