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Fiesta y miedo en el Romano

Fiesta y miedo en el Romano

Tras completar la mejor primera parte de la temporada, con un juego sublime, el Mérida acaba desconectado y pidiendo la hora ante el Azuaga

FERNANDO GALLEGO

Lunes, 17 de noviembre 2014, 07:45

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El Mérida-Azuaga de ayer se merece dos crónicas, y no por el popular chascarrillo, tan manido él, de las dos partes bien diferenciadas, sino porque nunca antes un encuentro de fútbol lo habían disputado cuatro equipos: el mejor Mérida de la temporada, el Azuaga inexistente, el Mérida desconectado y sin intensidad y el Azuaga crecido. Creerán que leen tan solo dos equipos, Mérida y Azuaga, pero no, en realidad fueron cuatro. De verdad. Así es que...

Primera crónica, desde el inicio del encuentro hasta el 2-1 del minuto 58: al Romano se le cayó la baba con el juego de su equipo, que hilvanó como nunca lo había hecho hasta ahora. Si no completó el partido perfecto fue tan sólo porque no materializó en goles la enorme superioridad que consumó en el juego. Pero sí, rozó lo sublime. Y eso que Alcázar agitó cual yogur el 'once' titular.

Nevado suplió a José Carlos en el lateral derecho, Santi Amaro a Javi Chino en el mediocentro, David Camps a Jesús Perera en punta de ataque y por primera vez mezclaron de inicio en la línea de mediapuntas Cristo, Borja, Dani Alonso y Jorge Caballero. Y como se asociaron todos fue una maravillosa delicia. La velocidad en el pase y el constante movimiento intercambiando posiciones encontraron rápidamente su fruto: Jorge Caballero se aprovechó de una ley de la ventaja tras falta sobre Cristo para colocar casi en la escuadra un disparo desde el mismo centro de la frontal del área. El Azuaga quería apretarle arriba, pero nunca supo cómo meterle mano. El Mérida no sufría, controlaba siempre y se divertía mucho. Pero a partir del minuto 25 fue el acabose.

Porque a partir del minuto 25 comenzó a encadenar ocasión clara tras ocasión clara de gol. Un disparo de Jonhy desde la frontal, otro de Cristo para lucimiento de Juanfran, Borja que cabecea fuera un balón en el segundo palo con todo a su favor, otro tiro potente escorado de Cristo, un lanzamiento teledirigido de Borja desde el balcón del área para otra estirada del guardameta rojiblanco... «Si no hubiera sido por Juanfran nos hubiera caído una buena», reconoció Mario Carrizosa, el técnico visitante, tras el encuentro. El Mérida se había merecido, de largo, sentenciar ya el partido.

Y eso hizo, aunque una marcha por debajo en intensidad, tras el paso por los vestuarios. Una falta lateral botada de manera tan magistral como potente por Dani Alonso encontró la cabeza de Cristo, que se atrevió a meterla en la dirección de ese obús para despachar el cuero a la red. El partido de Cristo, por cierto, lo merecía.

El gol debería haberle transmitido al Mérida más tranquilidad y una mayor confianza para potenciar esa línea de juego. Y sin embargo tuvo el efecto contrario: le relajó y le sacó por completo del partido. Una serie de fallos en cadena en un saque de banda del Azuaga, estudiado y ensayado durante la semana, acabó con el balón superando a Manu tras una buena volea de Escorial. Y...

Segunda crónica, desde el 2-1 del minuto 58 hasta el final del partido: el Mérida no hizo nada bien, y le dejó oler su miedo al Azuaga, que se juntó más, compitió mejor, mejoró en actitud y acabó llevando la zozobra al césped y a la grada del Romano. El Mérida se desconectó y con el paso de los minutos comenzó a sospechar que podía empatar un partido que de sobra tenía ganado. Se durmió, perdió el control del juego y el sitio en el campo, y el Azuaga comenzó a pisar más asiduamente el área de Manu. Sin mucho peligro claro, es cierto, pero ahí estaba.

Carrizosa metió a Isidro Quintana y Lauri... y Alcázar a Troi y a Nico Chietino. Cada balón colgado al área emeritense era un verdadero suplicio. Es cierto que, al final, tras dos contras y dos disparos de Troiteiro, el partido pudo acabar con 3-1... pero el 2-2 estaba ahí. Nunca antes el Mérida había dado dos imágenes tan contrapuestas. Y otra vez sufre al final cuando gozaba al principio.

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