Borrar
Directo Directo | El Vía Crucis recorre el Cerro de Reyes de Badajoz
La afición arropa a Jonhy en la celebración del ascenso a Segunda B. :: hoy
Jonhy no abandona la vía diplomática

Jonhy no abandona la vía diplomática

El excapitán del Mérida, que desde hace ya un año tenía decidido colgar las botas, se convierte en embajador del club

FERNANDO GALLEGO

Miércoles, 29 de junio 2016, 07:16

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Jonathan Monago Vila (Badajoz, 1984) no fue siempre Jonhy, en serio. Al principio del todo, en los benjamines del Flecha Negra, fue Javi Rincón. Y así, con ese nombre, podía jugar dos partidos en el mismo día y, además, alinearse con su primo, que jugaba en el B cuando a él lo subieron al A. «Era una ficha falsa en toda regla», rememora jovial 27 años después el ya excapitán del Mérida. Excapitán porque desde ayer es ya embajador del club. «Encarna los valores del equipo: humildad, trabajo y constancia. Por eso le hemos pedido que nos represente», argumentan desde el club emeritense.

Jonhy ha guardado sus botas negras, encerada con grasa de caballo, en el ropero de los recuerdos, y lo ha decidido con tan solo 32 años. «Quiero encarrilar mi vida ahora, no con 38 ó 40 años. Creo que es el momento», se justifica el lateral izquierdo, que ya tras el ascenso en Laredo se lo dejó caer a madre, tía, abuela y novia. «Luego, ya durante la temporada, se lo fui comunicando poco a poco al club y mis compañeros. No veas el cachondeo en las duchas. porque nunca se lo creyeron». Guardó tan bien el rumor que se acabó la temporada, se apagaron los focos y ni un mísero haz de luz le alumbró. Sencillo y modesto hasta para eso. «Ni durante la temporada era el momento ni al final tampoco, que nos jugábamos la Copa. No había que desviar atención alguna».

Porque sus bondades (también defectos) como futbolistas siempre estarán eclipsadas por lo que significó fuera de los terrenos de juego: nadie, nunca, jamás, ha hablado o ha escuchado hablar mal de Jonhy en el fútbol extremeño. De ahí que el club le haya nombrado embajador, que según la RAE es una persona, entidad o cosa que por ser característico de algo, se considera representativo de ello. «Y yo dispuesto, porque el Mérida ha sido mi vida estos últimos cinco años».

Llegó en verano del 2011, tras una llamada del ahora delegado Fernando Torres cuando llevaba apenas unos días entrenando con el Jerez de Pastelero. «Aquel año fue durísimo. Yo no trabajaba todavía y estuvimos siete meses sin cobrar. Veníamos al principio cuatro en el coche de Badajoz y al final acabé viniendo yo solo», recuerda Jonhy, que supo aguantar y tragar para luego relamerse con la mejor época social del club en lo que llevamos de siglo. «Lo más bonito que me ha pasado en el fútbol son los ascensos, sobre todo el último en Laredo. No se me olvidará jamás esa estampa con Manu y Mansilla abrazándonos de rodilla sobre el césped de San Lorenzo: los tres estuvimos en los peores momentos, ese año la presión por subir era enorme. y cuando acabó todo nos abrazamos aliviados».

En su tercera temporada en Segunda B, ha evolucionado de menos a más hasta terminar con notable alto un curso muy exigente. «Aunque el año ha sido tan duro como largo, no he dudado nunca. Quería retirarme. Era el momento de acabar un ciclo». La familia, documentada de su sacrificio (entrenar por la mañana, trabajar hasta por la tarde y estudiar por la noche, más los fines de semana fuera por los partidos), nunca intentó desdecirle. «Pero algunos aficionados y amigos sí. Que jugara en un equipo con menos exigencias, de mitad de la tabla de Tercera y cosas similares. Pero cuando uno se implica en algo es para hacerlo al 100%. Y yo quiero sacarme las oposiciones». Concretamente, la de funcionario de prisiones.

Reconocimiento

El chaval al que le escondían las pelotas en el trastero y lo solucionaba dando patadas a las botellas; el chaval que empezó de líbero y acabó siendo un consumado lateral izquierdo a partir de infantiles; el chaval del barrio que debutó en Segunda B con el Cerro Reyes en Cartagena y le preguntó a Manu, tras no pasar en todo el partido del centro del campo, que si la Segunda B era toda así; el chaval al que le impresionó jugar en el Carranza pero que de entre todos sus recuerdos se queda con el gol que le hizo en el último minuto del partido al Badajoz CF en el Romano; ese chaval pasará este verano de capitán a embajador de un club «que me ha dado mucho, pero sobre todo reconocimiento».

«Durante una temporada hay muchas alegrías por hacer lo que te gusta, que es jugar al fútbol, pero también hay muchos momentos malos, en los que sufres una barbaridad. Este último año ha sido un palizón físico y mental muy grande. Ahora me toca adaptarme a una nueva vida». La de trabajar, la de prepararse una oposición y la de representar socialmente al Mérida. «Y la de animarle desde la grada, que no faltaré a un partido. Además, mi novia es una fanática del Mérida desde pequeñita que.».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios