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FERNANDO GALLEGO
Lunes, 24 de marzo 2014, 14:05
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Él sabe que físicamente no está del todo bien, pero no le den espacios oigan. Si se le mira y en varios metros a la redonda sólo se ve meseta verde, este Gaspar suele liarla. Ayer, dos ejemplos. A la media hora de partido ninguno de sus compañeros se le ofrecía y ninguno de sus rivales le encimaban, así es que desde la línea de tres cuartos se sacó un zurdazo que entró lamiendo la base del poste y el riquísimo césped del Príncipe Felipe (con colaboración especial del guardameta Facundo, todo sea dicho de paso). Y a tres minutos para el final, con ambos equipos ya rotos, se arrancó a regatear a la altura del banquillo de Marcos, se apoyó en la pared de Jairo en la frontal del área (devolución de quilates, por cierto) y, plantado ya cara a cara frente el portero, se la cedió a Checa en el segundo palo para que la reventase a puerta vacía. La reventó tanto que el balón chocó contra la valla publicitaria de atrás y salió disparado casi hasta el centro del campo. Fíjense.
Y así, de esta manera, se reencontró el Cacereño con la victoria casi un mes después. Tres puntos que, no se ilusionen, colocan al equipo a nueve puntos del cuarto y a cinco del sexto. Y no se ilusionen, escribimos, porque, a tenor de los últimos resultados, a este vestuario le conviene no mirar más allá del partido a partido. De hecho, ayer sufrió hasta que Checa le puso el punto y final al partido.
La trama de siempre
Porque la trama de los encuentros en el Príncipe Felipe se viene repitiendo como un mantra en los últimos meses. A saber: el equipo verde sale intenso y queriendo jugar mucho en campo contrario, pisa demasiado el área rival y a veces las ocasiones son de gol y, otras veces, simples ocasioncillas. Pero ahí está: siendo mejor y no concediendo atrás. Sin embargo, con el pasar de los minutos o se duerme, o se aburre, o se agota o se despista o no se qué. Pero poco a poco deja de dominar tanto, de llegar mucho y Vargas comienza a conocer a sus rivales. Es cierto que ayer Vargas apareció poco, al menos en la primera parte, pero porque el Atlético Sanluqueño estuvo flojísimo. Es flojísimo.
Y entonces, tal vez cuando menos lo merecía, apareció la zurda de Gaspar para abrir el marcador. Y entonces sí, entonces se estiró el rival (al que parecía, a pesar de su situación, no importarle mucho el empate inicial). Y el Cacereño encantando: cediendo bola y encontrando espacios. El inconveniente es que los andaluces llegaron más, si bien lo más peligroso fueron dos disparos en un minuto desde la frontal de Salvi que se marcharon por muy poco.
Tras el descanso, el Sanluqueño decidió dar un paso hacia adelante. Aunque con mimbres de barro: para empatar, su técnico colocó como hombre más adelantado a su mediocentro defensivo. No había mejor solución. O sea que imagínense. Pero ya estaba el partido aburrido: los ataques de los andaluces eran con cuchillos de madera y el Cacereño salía poco y mal.
Entonces el colegiado se decidió a animar el partido. Y lo consiguió: estimuló a los jugadores y agitó al público, y el choque se convirtió en un partido de ida y vuelta. Es decir, entretenido, vibrante, vivo: se inventó una cesión a Vargas, Valverde fallaba un mano a mano, el propio Valverde sacaba el empate del Sanluqueño bajo palos, Jairo lanzaba alto tras buena jugada individual... hasta que al final apareció el tal Gaspar y se la pasó a Checa. Podrá jugarse algo o nada el Cacereño en este tramo final de Liga, pero hay que ir siempre al Príncipe Felipe, al menos para ver a Gaspar.
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