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Oblak para un disparo de Bale (d).
El 'santo' fue Oblak
cuartos de final

El 'santo' fue Oblak

Colosal actuación del portero esloveno en el primer asalto y poco trabajo del dubitativo Casillas

Ignacio Tylko

Martes, 14 de abril 2015, 22:48

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Desde luego que los designios que mueven el fútbol son inescrutables. Si cuando Jan Oblak debutó con enorme desacierto en feudo del Olympiacos, donde recibió tres goles sin hacer una parada, alguien le anticipa lo que está disfrutando ahora en el Atlético, ni el esloveno, ni nadie, se lo hubieran creído. El joven portero de 22 años y 16 millones, el más caro de la Liga española, chupó banquillo porque Moyá cumplía y él parecía superado por la aventura colchonera. Pero llegó la lesión del balear, la herocidad de Oblak en los penaltis ante el Bayer Leverkusen y su vida cambió. Con razón avanzó sin titubear Simeone en la previa que sería el cancerbero de su portería frente al Real Madrid. Fue el guardián y el salvador de un Atlético que estuvo a merced de un poderoso adversario en el primer acto.

Inexperto en Europa, ya que sólo jugó el curso pasado con el Benfica la Europa League, torneo donde perdió la final por penaltis ante el Sevilla, Oblak se enfrentaba anoche a un ambiente extraordinario, a una presión máxima, a un rival enorme y a los miedos que tradicionalmente se apoderan de los colchoneros ante su eterno rival, más allá de los seis éxitos este curso. Apenas tres partidos en la máxima competición continental frente a un Iker Casillas que, silbado, aplaudido, vilipendiado o encumbrado, no dejará de ser nunca un símbolo del Real Madrid. Nada menos que 33 años, más de 500 partidos en Liga, 160 internacionalidades, tres títulos de Champions, dos Eurocopas y un título Mundial le contemplan al mostoleño. Pero el fútbol es presente y al titular de la meta blanca se le examinaba con lupa en El Manzanares, sobre todo porque el Atlético es letal por alto y a balón parado, facetas en las que precisamente más inseguro y dubitativo se muestra el santo.

Oblak se vino arriba recién iniciado el choque, cuando salvó un mano a mano increíble con Bale, al que más tarde desviaría un disparo lejano pero durísimo y cruzado. Hasta seis meritorias paradas hizo el balcánico en ese primer tiempo. Además de las dos al galés, bloqueó lanzamientos con marchamo de gol de Cristiano, de James Rodríguez, por dos veces, y hasta de Carvajal. La espigada figura del tipo de la sonrisa permanente, asomaba entre un bloque timorato y descentrado. Mostró destreza, seguridad y reflejos, ya que en alguna de sus intervenciones pareció muy tapado.

Enfrente, Casillas era entonces casi un espectador más. El tipo de la «piel dura» del que habla Ancelotti para quitarle hierro a lo que sufre cuando le abuchean en el Bernabéu, salió un par de veces con acierto, tras sendos saques de esquina, detuvo un tiro a la media vuelta bastante centrado de Griezmann, quien se precipitó tras un regalo de Sergio Ramos, y, como le suele ocurrir, trasladó inseguridad a sus compañeros con los pies.

El felino colchonero pudo respirar más profundo tras la reanudación, ya que sus compañeros presionaron mejor, supieron achicar los espacios y entendieron mejor las exigencias del guión. Apenas tuvo que intervenir para blocar un centro muy templadito, sujetar con buena técnica y el cuerpo por detrás del balón un lanzamiento de Kroos y ordenar a una zaga, ya mucho más atenta. Casillas vio más de cerca a sus adversarios pero nunca se vio seriamente inquietado porque los escasos remates locales se perdieron desviados. Y eso que el Cholo sacó todo su armamento aéreo al introducir a Raúl García y Fernando Torres. Salió a por uvas en busca de un balón en pugna con El Niño. Es indiscutible que no transmite solvencia.

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