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Del Bosque se lamenta en el partido de octavos.
La transición traumática

La transición traumática

Del Bosque recogió el testigo del éxito en 2008 y lo elevó a cotas inimaginables, pero se va muy desgastado y deja en herencia una selección deprimida a quien le sustituya

Iván Orio

Miércoles, 29 de junio 2016, 09:19

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España afronta desde hoy una nueva era deprimida y sumida en la incertidumbre. El batacazo en el Mundial de Brasil y el sonoro fracaso en la Eurocopa de Francia con un inexplicable desplome físico y de juego frente a Croacia y, sobre todo, frente a Italia en los octavos de final obligan a abrir una transición profunda que alumbre una selección renacida con la mirada puesta ya en la gran cita de Rusia de 2018. Sin tiempo para rasgarse las vestiduras después del soberano repaso de la escuadra 'azzurra' a los aún vigentes campeones en Saint-Denis, la Federación Española de Fútbol, a su pesar, debe ponerse manos a la obra para buscar un sustituto a Vicente del Bosque, el entrenador que elevó a los altares a La Roja al recoger con éxito hace ocho años el legado de Luis Aragonés pero que se ha desgastado a pasos agigantados hasta quedar muy debilitado. El futuro se presenta incierto porque cuando un ciclo se agota cuesta horrores levantar la cabeza.

 Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió en 2008, cuando el ya fallecido Luis Aragonés cedió el testigo al salmantino con Europa rendida a los pies del combinado nacional al lograr el título continental más de cuatro décadas después con un fútbol deslumbrante, el relevo en el banquillo será traumático porque la herencia está envenenada. No es lo mismo recibir un equipo con las bases consolidadas y todavía con un considerable margen de mejora que otro desmotivado que necesita reinventarse y con un escaso plazo para hacerlo. Y es que en septiembre comienza ya la fase de clasificación para la Copa del Mundo. Sería injusto deslegitimar ahora por completo el trabajo de Del Bosque, quien elevó a España a unas cotas de gloria inimaginables en Sudáfrica y en Polonia y Ucrania, pero el deporte rey no vive del pasado, salvo del reciente. Y el reciente dibuja a una selección rota y previsible y, lo que es más preocupante, sin alma.

 Su entrenador aterrizó en Francia hace dos semanas con la decisión en firme de pasar página pasara lo que pasara en la competición continental. Sin embargo, las presiones de la FEF para que continuara y su acusado sentido de la lealtad hacia los dirigentes que le mantuvieron en el cargo hace dos años a pesar del ridículo en Brasil parecen haberle devuelto las dudas. Esa sensación transmitió el lunes en la sala de prensa de Saint-Denis, en el que era el escenario perfecto y el momento adecuado para anunciar públicamente su adiós. No sólo no lo hizo, sino que dijo que debía hablar con el presidente Ángel María Villar para adoptar la resolución que más convenga para el futuro del combinado nacional. Su ambigüedad ha disparado las especulaciones, pero el varapalo en la Eurocopa y la desvirtuada imagen del equipo al caer eliminado son dos pesadas losas que ni la Federación ni él mismo podrían soportar a largo plazo.

 David Silva declaró que no se imaginaba la selección sin Del Bosque. Gerard Piqué aseguró en la zona mixta de Saint-Denis que el técnico se había ganado el derecho a decidir su porvenir. Ambos reconocían a su manera la importancia para España del salmantino, con el que se proclamaron campeones del mundo en 2010 y de Europa en 2012 y con el que también iniciaron el declive en Brasil que ha culminado con el necesario cambio de ciclo después de lo sucedido en París. La reunión entre Villar y Del Bosque debería producirse cuanto antes porque demorar la despedida supondría generar más ruido del necesario cuando lo que hace falta es un ambiente silencioso. Dejar en el aire la decisión, como hizo el entrenador en el Stade de France nada mas terminar el partido contra Italia, transmite cierta sensación de apego al banquillo que no casa para nada con su personalidad.

 Los dirigentes de la Ciudad del Fútbol llegaron a barajar la posibilidad de pedirle al seleccionador que siguiera al frente del equipo hasta las elecciones a la presidencia de la federación, en noviembre, en un intento de conseguir algo más de tiempo. Esta solución se antoja complicada porque sería incomprensible que el técnico inicie la fase de clasificación para el Mundial de Rusia en septiembre y lo deje dos meses después. Lo lógico sería que Villar designara pronto a su sucesor y que éste cogiera las riendas del grupo con celeridad para evitar que la transición sea aún más agitada. El problema es que los comicios podrían trastocarlo todo. Sería kafkiano, pero podría darse el caso de que el máximo dirigente federativo elija al nuevo preparador de España, que perdiera en las urnas frente a Jorge Pérez, el actual secretario general de Las Rozas, y que éste apostara por otro. Con esta atmósfera el horizonte amenaza tormenta.

El favorito

 Ernesto Valverde era el favorito de la Federación para sustituir a Del Bosque, pero ha renovado con el Athletic y ha obligado a sus responsables a manejar otras alternativas. Julen Lopetegui emerge como opción plausible por su experiencia en la sub-21, con la ganó el Europeo de 2013, pero a punto de cumplir los 50 años aún mantiene intacta su vena competitiva y quizás se sienta más atraído por sentarse en los banquillos de los clubes. Joaquín Caparrós, sin equipo tras rechazar varias ofertas, es otro de los candidatos, al igual que Marcelino García Toral, preparador del Villarreal, y Paco Jémez, quien se ha comprometido con el Granada pero que tendría la posibilidad de dejar el club nazarí si la federación llamara a su puerta. El abanico, no obstante, podría ser más amplio porque en los despachos de la Ciudad del Fútbol se había pensado en los aspirantes mencionados en el marco de un clima sosegado y no de máximo revuelo.

 La era Del Bosque se aproxima a su fin y parecía evidente que la gestión de su legado iba a ser problemática después de la Eurocopa, pero desde luego no tanto. Si ya resulta complicado investir a un heredero en plena ola de éxitos, lo es áun más cuando el panorama se presenta tan oscuro, con los principales baluartes del equipo en la treintena o por encima de ella y con el relevo generacional a medias porque ninguno de los futbolistas meritorios han tenido protagonismo en la competición continental. «España seguirá adelante conmigo o sin mí», deslizó el preparador salmantino la víspera del choque frente a los italianos en otra frase cargada de indeterminación. No es momento de dobles sentidos ni de declaraciones que incrementen las incógnitas porque los próximos partidos oficiales son después del verano, a la vuelta de la esquina. El fútbol no da tregua y castiga las dudas. Y ahora mismo España es un mar de ellas.

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