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Piqué, Ramos y Juanfran defienden un ataque de Turquía.
En defensa de 'La Roja'

En defensa de 'La Roja'

España sólo ha encajado dos goles en los últimos once partidos oficiales, y ambos ante Croacia; frente a Italia hay que recuperar la mejor retaguardia

IVÁN ORIO

Sábado, 25 de junio 2016, 01:44

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España se presentó en el partido frente a Croacia con unos números envidiables en defensa, ya que no había encajado ni un solo gol en los últimos diez partidos oficiales, incluidos el debut en la Eurocopa frente a la República Checa y el partido contra Turquía. El excepcional bagaje en la retaguardia dibujaba el perfil de una selección solidaria en la presión en sus líneas más adelantadas, con un centro del campo destructor y recuperador, una muralla inexpugnable cerca de su área y una portería bien custodiada. La unión de todos los factores le permitía dominar los encuentros de principio a fin y solventar con eficacia los intentos del rival de hacerle daño en contragolpes o a balón parado. Pero el choque contra Croacia descubrió a un equipo cansado y vulnerable con preocupantes lapsus de concentración. Los balcánicos olieron la debilidad y castigaron a los vigentes campeones con dos dianas que cambiaron su destino.

Gerard Piqué, autor del tanto salvador en el estreno de la competición y hasta ahora el futbolista más regular de La Roja en tareas de contención, ensalzaba la víspera del duelo contra los croatas la precisión con la que el combinado nacional ejercía el balance defensivo. En realidad el engranaje de España impide una división nítida de los elementos defensivos y ofensivos porque unos dependen de los otros, y viceversa. Los creadores y goleadores se mueven con soltura y son osados porque saben que sus espaldas están bien cubiertas si cometen errores en la circulación. En este sentido la aportación de Sergio Busquets es determinante por su capacidad para cerrar los espacios y estar siempre situado en el sitio correcto y en el momento exacto. Es el primer candado. Si el contrincante logra abrirlo aparecen en su ayuda el mencionado Piqué, impecable en el torneo, y Sergio Ramos, que ha ido de más a menos y se ha notado.

Los dos tantos de Croacia fueron evitables. En el primero, al filo del descanso, los hombres de Vicente del Bosque dejaron a los ajedrezados mover la pelota con comodidad hasta llevarla a la banda izquierda y meter un centro al área pequeña para que remachara Kalinic, quien se deshizo de la marca de Ramos con suma facilidad. El segundo fue aún peor porque se produjo en una contra en el minuto 87 cuando La Roja se había armado en la medular con el doble pivote Busquets-Bruno en un intento de restablecer el control que ya había perdido mediada la segunda parte. La asfixia y cierto exceso de confianza, como reconoció Juanfran en Saint Martin de Ré, permitieron que un rechace tras un disparo de Aduriz acabara en las botas de un magnífico Perisic y que éste se fabricara él solo el gol de la victoria. El lateral del Atlético tuvo la opción de agarrarle, pero no lo hizo, y De Gea pudo hacer algo más en el tiro final del balcánico.

Se ha concedido especial relevancia a este tanto porque la remontada de los croatas ha condenado a España a un cuadro de cruces infernal en su búsqueda de la final de París, con Italia el lunes, y Alemania y Francia en el horizonte si se impone la lógica en las eliminatorias. Pero lo ocurrido en la acción de Perisic no dejó de ser una consecuencia lógica de lo que habia ocurrido en un partido en el que a La Roja le hicieron innumerables ocasiones en la primera parte, algo inhabitual, y en el que la desconexión en los últimos veinte minutos fue inquietante con la mirada puesta en el cara o cruz en Saint Denis frente el conjunto dirigido por Antonio Conte. A Del Bosque le costó reconocerlo e incluso llegó a afirmar que, en general, su selección había hecho un buen encuentro en Burdeos, pero finalmente asumió que el segundo tanto nunca se tenía que haber producido.

España debe rebobinar, incidir en lo que hizo bien en los diez partidos seguidos que permaneció imbatida e interpretar lo sucedido frente a Croacia como un accidente del que extraer conclusiones para no cometer los mismos errores ante Italia si aún quiere soñar con estar en París el 10 de julio. En una Eurocopa si el enemigo detecta síntomas de fragilidad, se lanzará a cuchillo a hacer daño. Y los transalpinos son expertos en esa materia. Los campeones necesitan recuperar la mejor versión de Sergio Ramos, que ya tuvo algunos despistes serios frente a checos y turcos y que flaqueó ante los croatas, tanto en el marcaje en el gol del empate como en la salida del balón. Y falló el penalti que pudo colocar a La Roja por delante en el marcador. A la mejoría del sevillano deben sumarse la regularidad de Piqué, la concentración de Juanfran y Jordi Alba y el equilibrio de Busquets, el ancla del combinado nacional.

Que la defensa es el origen de todo lo demuestra un dato demoledor: hasta el pasado martes en el Matmut Atlantique España no había perdido ni un partido en las Eurocopas desde 2008, cuando cambió la historia. Italia es un adversario de altura a pesar de que en los últimos choques oficiales con ellos La Roja siempre ha salido victoriosa. Los propios pupilos de Conte han destacado públicamente que el equipo con el que se enfrentarán en Saint Denis no es ni de lejos el mismo que les humilló en la final de Kiev de 2012, con aquel 4-0 demoledor y con la exhibición de Xavi Hernández. Piqué no ha tenido reparos en admitir que Italia le preocupa «porque es más Italia que nunca»; es decir, porque se siente cómoda en defensa en espera de un zarpazo en ataque. Es lo que deberán evitar los hombres de Del Bosque el lunes en París para demostrar que son los campeones.

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