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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Benítez dirigiendo su último partido como entrenador blanco.
Benítez se traicionó por un sueño que acabó en despido sin aviso
FÚTBOL

Benítez se traicionó por un sueño que acabó en despido sin aviso

El madrileño cambió su ideario, cedió en los fichajes, prescindió de asesores y se plegó a las teorías conspiratorias del presidente, pero eso no evitó que le ningunearan hasta en su salida

Rodrigo Errasti Mendiguren

Lunes, 4 de enero 2016, 20:28

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Rafa Benítez lloró en su presentación el pasado 3 de junio en el Bernabéu. Fue sincero. Era el sueño de su vida. Por cumplirlo asumió que tendría que pagar peajes. Muchos. Quizá demasiados. Pero aceptó. Siete meses después, cuando se enteró por la prensa que había sido destituido, la sensación de fracaso era total. Ni siquiera le llamaron antes para anunciarle que su proyecto, oficialmente, había terminado. «Hoy hemos tomado la difícil decisión de rescindir el contrato de Rafael Benítez. Es una decisión difícil, especialmente para mí. Quiero dejar claro que estamos ante un gran profesional y una magnífica persona. Le agradezco su trabajo y dedicación estos meses», se limitó a decir Florentino Pérez antes de anunciar a Zinedine Zidane. Por ello ha decicido que le abonen los tres años completos de su sueldo, que algunas fuentes sitúan en 30 millones brutos.

Una fustración que contrastaba con la sensación de liberación y felicidad que provocó en la caseta la noticia. La realidad es que esta directiva nunca ha tenido una admiración especial por la figura del entrenador. Sólo José Mourinho, al que algunos aún añoran y estarían encantados de que volviese, les transmitía respeto. Por eso, la sensación es que el vestuario no respetó a Benítez, y que tampoco lo hizo el presidente porque el propio Rafa ni siquiera se respetó a sí mismo.

«He trabajado con diversas estructuras», dijo el día de su presentación asumiendo que no tendría ni voz ni voto en los fichajes, a diferencia de lo que hizo en Liverpool o Nápoles. Su principal valedor, el director general, José Ángel Sánchez, ejecutaría el plan del club. Mientras decía a Keylor Navas que sería su portero, el club negociaba con David de Gea (con el que contaba su preparador de porteros Xabi Valero) hasta el último minuto del cierre de mercado. No dijo nada sobre el asunto, ni en público ni en privado. Trabajaría con lo que le dieran como mejor supiera.

Aceptó todas las recomendaciones, incluso la de no contar con uno de sus asesores habituales y director de comunicación. En la institución no querían otro Eladio Paramés y aunque el caso no era ni similar, Benítez optó por ceder a la espera de los que resultados le respaldaran. Las victorias podrían cambiar la dinámica iniciada con sus jugadores, que no entendían su rigor táctico, su poca empatía y algunos consejos técnicos que consideraban fuera de lugar. Los jugadores acudían a ver sus vídeos, charlas y estadísticas, pero siempre con la sensación de que no valía para nada. «Siempre decimos que tenemos que aprender pero nunca aprendemos», se lamentó de modo amargo Modric tras una de las derrotas.

La plantilla no creía en él

Tras meses de trabajo, nunca logró que el Real Madrid fuese un equipo con identidad. Tras los primeros fracasos en materia de resultados, el club filtró sus dudas aunque públicamente mostraba confianza en el entrenador madrileño. Tras caer ante el Sevilla, el técnico sabía que llevarse el clásico podía ser un punto de inflexión. Y lo fue. Pese a contar toda la plantilla, no probó con el presunto equipo titular. Ni una pista, al punto que varios se sorprendieron al ver que jugaba la BBC con James... una vez se bajaron del autobús, ya en el estadio. Más o menos en el mismo momento que uno de esos directivos conversaba con varias personas con las que debatía sobre el posible once inicial. «¿Casemiro? Yo, si fuese entrenador, siempre pondría a los mejores. Eso te da una coartada incluso aunque salga mal». Se podría pensar que fue una valoración personal, pero seguro que Carlo Ancelotti, Manuel Pellegrini, Vicente del Bosque o José Antonio Camacho se tomarían unos segundos antes de responder. La teoría de esta junta es que los buenos deben estar siempre en el césped. Aunque no haya esquema posible que los pueda agrupar en su sitio. Y Benítez acabó aceptando jugar siempre con la BBC. E incluso antes de ir a Mestalla citó a Ancelotti para recordar que con ellos era necesario ser más solidarios para tener equilibrio.

Florentino, tras escuchar los primeros gritos pidiendo su dimisión, compareció para confirmarle, con lo que realmente le apretó un poco más la soga. En ese reludio a su despido Pérez explicó que el declive empezó en enero para inculpar a Ancelotti, el técnico que la plantilla apoyaba de modo unánime. Los directivos consideraban que lo hacían porque con el italiano vivian acomodados, que había poco entrenamiento y muchas lesiones.

Nada mejoró con Rafa desde entonces. Ni los resultados (de los 42 entrenadores que han dirigido un mínimo de 18 partidos de Liga al Real Madrid hay 19 con mejores números que Benítez, Mourinho, Pellegrini y Ancelotti entre ellos) ni el problema médico (la convivencia con el doctor Olmo es insostenible) y, además, se ha destruido la unión entre el técnico y los futbolistas, que sabían que su salida era cuestión de tiempo. «Sería absurdo no estar a muerte con tu propio entrenador; aún es pronto para hablar de fracaso», decían con la boca pequeña. Benítez insistía ante los medios que veía rabia en el vestuario y que los resultados no eran tan malos. Incluso, sólo seis días antes llegó a denunciar «una campaña contra Florentino, el Real Madrid y el técnico del Real Madrid», después de que el presidente hubiese mantenido esa teoría en la Ser, donde le refrendó.

El adiós parecía cuestión de tiempo. El corazón blanco, ese que hizo a Benítez traicionarse a sí mismo, llegó a parecer perdido en algunos momentos con el técnico, aunque en Mestalla salió a flote. Y es que, ironías de la vida, su adiós al club de sus amores llegó en Valencia, donde vivió los mejores años de su vida antes de irse porque no le dejaban tener mando absoluto como le ofrecían en Liverpool.

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