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Ferrera y Talavante salen por la puerta grande en el segundo festejo de abono de la feria de Salamanca. efe
Ferrera y Talavante, un gran espectáculo

Ferrera y Talavante, un gran espectáculo

El uno se enreda y empeña en dos faenas de fondo y méritos mayores. El otro se desborda con el toro de la corrida en una faena soberbia por todo. A hombros los dos en Salamanca

BARQUERITO

SALAMANCA.

Jueves, 14 de septiembre 2017, 09:15

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Terco, templado y poderoso, pura ambición, Antonio Ferrera se empeñó en serio con dos toros de aire muy distinto: un lustroso primero, pronto y nervioso, rebrincado y de no poco cabecear, y un precioso cuarto -el mejor hecho de los seis, el de más honda traza- que empezó por protestar en el caballo y echar la cara arriba en banderillas, y en el arranque de faena también, y que luego, antes de ser rendido, se arrodilló más de una vez en finales de muletazo. Tal vez una lesión de tendones, y por eso punteaba engaño de cuando en cuando.

A los dos toros los dejó Ferrera vacíos y casi secos al cabo de dos faenas de autoridad y muy serio gobierno. Toreo de fondo, pues Ferrera resolvió con el mismo dominio pero de diferente manera los problemas de uno y otro. Al cuarto llegó a torearlo con los vuelos al natural, y a enroscárselo embraguetado. No fue sencillo. Gran alarde y un final entre pitones. Consintió con su nobleza el toro, que había galopado de salida y de salida se llevó siete espléndidas verónicas ligadas. Fue ganando Ferrera terreno hasta la boca de riego. Dos medias muy aparatosas y una revolera en el remate, que precedió a un galleo de lances envueltos y, para dejar al toro en suerte ante el caballo de pica, dos revoleras más, la segunda, forzada por el celo del toro. En el quite, por lances envueltos de costado, la falsa chicuelina acostada y lateral, Ferrera se hizo su propio retrato. Dicen que está preparando a conciencia su llegada a la feria de Otoño de Madrid -dos tardes, y principal protagonista- y ese quite, y no solo el quite, fue la prueba más evidente.

FICHA DE LA CORRIDA

  • Toros Seis toros de Hermanos García Jiménez (Matilla).

  • Toreros Antonio Ferrera, que sustituyó a Morante, oreja y oreja tras aviso. Alejandro Talavante, saludos y dos orejas. Cayetano, que sustituyó a Manzanares, silencio y palmas.

  • Plaza Salamanca. Segunda de feria. Estival. 5.500 almas. Dos horas y media de función.

Al primero de corrida, picado al relance, le pegó Ferrera cuatro verónicas muy ajustadas, de manos bajas y mentón metido. Y le puso tres pares de banderillas. El último, cuarteando por los adentros, de mucho exponer. Muy hermosa la apertura de faena, gavilla de siete muletazos cosidos en juego por las dos manos y en las dos suertes, la natural y la contraria. La tercera de las tres tandas de naturales que enseguida siguieron fue la guinda mayor de una faena, que igual que la del cuarto, pecó de larga. El empeño de Ferrera fue mayor que el de los toros que supo tener en la mano de punta a cabo. Las dos faenas, en terreno mínimo, y en uno solo, Mérito secreto tiene torear en un ladrillo, solía decirse y oírse. De estocada hasta el puño pero con vómito rodó el primero. De entera desprendida y descabello tras pausa teatral, el cuarto, aplaudido en el arrastre.

Antonio Ferrera.: EFE
Antonio Ferrera.: EFE

El toro de la corrida fue el quinto, el de más romana, cara y culata, con su papadita tan de jandilla antiguo. Salió con muchos pies y algo abanto. Talavante solo había podido andar de trámite con el segundo de la tarde, muy noblito pero aculado en tablas o rajadito sin remedio. Al quinto pareció entenderlo nada más verlo. Y entonces sería cuando decidió cortarle las orejas, y se las cortó. Una exhibición soberbia. Encaprichado ya al torear de capa -lances a pies juntos en el saludo, un ocurrente quite de refresco por tapatías o saltilleras- Talavante se dejó ir y sentir en una faena tocada por la gracia de la imaginación y de las soluciones imprevisibles.

Faena de firmeza irreprochable a pesar de que el toro estuvo a punto de llevárselo por delante en el estatuario con que abrió Talavante. Pues hasta eso resultó un estímulo, si no lo que prendió la mecha. La explosión fue de traca. Una de las virtudes de la faena fue su continuidad, su ritmo sin pausas servido por tandas de muletazos en madeja, la mayor parte de ellos a pies juntos, sublimes los cambiados de pecho a suerte cargada, espectacular el toreo de frente. Todas las ideas fueron brillantes. Las tandas con la zurda, de un regusto tan especial que, al rematar la más lograda, Talavante salió relamiéndose. Los cambios de mano y los molinetes del repertorio pintado de Ruano Llopis -el toreo de ida y vuelta y acento mexicano, tan grato a Alejandro- fueron cohetes de la larga traca, que se vivió como una fiesta. Una estocada trasera. Dos orejas.

Alejandro Talavante:: EFE
Alejandro Talavante:: EFE

Cayetano no acertó a templarse con el tercero de corrida, y abusó de los pases despegados y al aire del toro, que se quedó sin ver. Los éxitos de Ferrera y Talavante le tocaron el amor propio. El Cayetano del sexto toro fue bastante más reconocible y afortunado que el del tercero. Pero toro ingrato, por los malos apoyos, o por berrear o claudicar, se había desplomado después de una sola pero dura vara. Se sostuvo pero pidió gobierno. Cayetano optó por el toreo de compás y dibujo, solo aparente el desgarro, entre estudiado y espontáneo. Hubo un injustificado runrún censor de fondo. Y una estocada por el hoyo de las agujas.

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