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CRONISTA TAURINO

EN OLIVENZA SE APLAUDE DE PIE

FERNANDO MASEDO TORRES

Viernes, 11 de marzo 2016, 08:38

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La ciudad de Olivenza se pone de pie para aplaudir a los miles de visitantes que cada marzo la visitan con motivo de su feria taurina. A los que no la conozcan, les aseguro que está considerada como una de las más importantes de España, organizada en una ciudad que se viste de novia durante esos días en que ya se barrunta la primavera. Sus calles se rocían de magia, convirtiendo a las mujeres en flores y a su plaza de toros en florero apretado de vistosas rosas naturales, dispuestas a saltar a las manos de los toreros que la piden con la mirada, dando la vuelta al ruedo escoltados por los aplausos de un público en pie, al que cada día se le despide del coso taurino a los acordes de una jota extremeña equivalente a un 'hasta mañana, amigo'. Es tanto el embrujo y el duende que esconde la historia de este rincón extremeño que nos lleva a soñar con aquel lejano 29 de junio del año 1868 en que, según la documentación existente, se inaugura su mítico coso con la lidia de cuatro toros de Agustín Salido, para Francisco Arjona Herrera 'Cuchares' y Juan Cuervo Paso, torero de Badajoz, al que doctora en tauromaquia el primero, volcándole sobre su capote torero el salero de la Giralda.

Aquel día se creó el referente emblemático del icono oliventino, representado por el coso ubicado en el baluarte de 'La Cortadura', autorizado por la Reina Isabel II. Hasta ciento treinta y nueve años después no se otorga la segunda alternativa en esta plaza, curiosamente a otro pacense, éste nacido en Ibiza, pero criado y hecho torero en Badajoz, llamado Antonio Ferrera, que recibe el doctorado de manos de Enrique Ponce el día 2 de Marzo de 1997, en el que el maestro de Chiva le cedió el toro 'Embocado' de Victorino Martín. Ferrera vestido de blanco azucena y oro brindó a su padre, don Antonio, que puso el brazo derecho sobre el hombro de su hijo para agradecerle emocionado la culminación de un sueño trabajado.

Han pasado años, hemos superado penas y hemos disfrutado también de la nigromancia concentrada en el coso oliventino durante estos días, en los que ni la lluvia ni el frío han querido ausentarse.

Es viernes día 4 de marzo y estamos en el coso esperando que den las 5 y 31 minutos de la tarde para que comience el paseíllo. Ese minuto de pico presumíamos que era destinado a concentrarnos en el recuerdo del ganadero oliventino Bernardino Píriz Borrallo, recientemente fallecido. Pero no. Ese minuto se le dedicó a otra recordada persona fallecida ese mismo día. La del periodista sevillano Fernando Carrasco al que, a buen seguro, Bernardino, haciendo gala de su buena condición de ser, le hubiera cedido la deferencia. Qué bonito hubiese resultado que por megafonía se hubiera aclarado la confusión suscitada. Fue al día siguiente cuando se le dedicó ese tiempo a la evocación del amigo y ganadero de 'Las Noras', al que intuitivamente buscamos en un burladero luciendo la sonrisa que nos dedicaba desde el palco celestial. Se abrió la puerta de cuadrillas en la primera de feria y aparecieron tres ilusiones: Galdós, Valdez y Bolsico, representando a Perú, México y Extrenadura.

En la segunda, tres sueños: Ginés, Juanito, y Cadavall. El presente en el tiempo, la tercera: Urdiales, Perera, y Talavante; tres esperanzas en la cuarta: Adame, Garrido y Roca Rey.

Se cerró la feria con Ponce rozando el pasado, Manzanares en el presente y López Simón en el futuro.

Pasó la feria de Olivenza. El viento arrastra carteles mojados y recortes de entradas. De todo ello ha informado puntual, amena y ampliamente éste periódico. Solo queda lo archivado en la memoria de cada uno tal vez el eco de alguna voz, como la dirigida a Bolsico: «Venga paisano, que tu sabes hacerte gustar» o la enviada a Alfonso Cadavall: «Vamos allá, Omaita, que tienes mas arte que los Morancos de tu pueblo». «¡Que tarde va a tener mi hermano!», gritaba un espectador frotándose las manos mientras otro, venido de allende nuestras fronteras, le preguntó chapurreando el español: «¿Su hermano es el togueador?...», «No, miste, mi hermano es ese que va por allí, paseando las lata de cerveza enterradas en hielo». Alguien me pide que critique la «nefasta actuación» -dicen- de algunos banderilleros utilizando tan malamente la puntilla. Pero no. No sería justo y me recuerda aquella grandiosa faena que hizo Su Majestad 'El Viti', la tarde del 24 de junio de 1963, a un toro de Cunhal Patricio en la desaparecida plaza de la Ronda en Badajoz y que igualmente fue pésimamente apuntillado por el tercero de su cuadrilla. El banderillero levantó al astado repetidas veces hasta suplicar a su maestro: «perdone usted, maestro. Le he 'quitao' de sus manos las dos orejas del animal». «No te preocupes, José, que quien tiene que matar al toro soy yo». A eso se le llama vergüenza torera, y olé. ¡Anda que no!.

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