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López Simón sobrevive a la zalduendada

López Simón sobrevive a la zalduendada

El torero madrileño triunfa en Olivenza con un impresentable encierro de Zalduendo ante el que nada pudieron hacer Ponce y Manzanares

Pepe Orantos

Lunes, 7 de marzo 2016, 07:17

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Señor don Antonio Bailleres: me dirijo a usted para agradecerle personalmente todo lo que está haciendo por la fiesta en nuestro país, dando solvencia y seguridad económica a grandes plazas de toros, posibilitando grandes ferias y apoyando y representando, tanto a grandes figuras del toreo, como a prometedores novilleros que, sin duda, se convertirán pronto en primeros espadas del escalafón patrio. Entiendo que a alguien de su solvencia económica y talla empresarial, las observaciones de un humilde servidor, que esto suscribe, no llegarán siquiera a sus oídos acolchados en los millones de dólares que le permiten su posición en la lista Forbes, pero mucho me temo que con lo de la ganadería le han formado un lío. Uno lío gordo.

Hasta que usted no compró el hierro de Zalduendo, nos costaba entender por qué, año tras año, estábamos obligados a tragarnos una corrida de Zalduendo por feria, sin que el resultado de la inmediata anterior justificara su contratación. No entendíamos por qué las figuras se apuntaban a estas corridas y no entendíamos por qué empresarios y apoderados continuaban respaldando su posición en los carteles, por encima de la campana gorda.

Una vez usted realizó la operación que condujo a los animales herrados con la Z desde La Moheda de Zalduendo a Los Guateles y todos supimos que usted era el nuevo propietario, albergamos la esperanza de que el rumbo de la ganadería cambiara y dejaran de salir por chiqueros ejemplares como los que ayer mandaron abatidos para casa a los cientos de aficionados que casi llenaban la plaza de toros de Olivenza. Puede que nos pueda la impaciencia y que los cambios en su ganadería estén por llegar, pero en torno a la Z todo huele muy mal y el aficionado está tan mosqueado que no me extrañaría que pronto renunciara a acudir a las plazas en las que esté anunciada una corrida de Zalduendo, aunque se hayan apuntado para matarla todas las figuras a las que usted representa.

Sin nada más que añadir y con la firme esperanza de que su amor por la fiesta siga muchos años ligado a nuestra tierra, se despide de usted un humilde 'juntaletras'.

El superviviente

Compareció Alberto López Simón desmonterado en la plaza de toros de Olivenza, como correspondía a su condición de debutante en un coso al que, sólo hace un año, no hubiera ni imaginado pisar, pero en el que a fuerza de entrega, torería y valor se ha hecho un hueco, equivalente al que ya tiene en las principales ferias de la temporada que se avecina.

FICHA DEL FESTEJO

  • Toros. Seis toros de Zalduendo bien presentados e inservibles en la lidia. Pitados en el arrastre los cinco primeros.

  • Toreros. Enrique Ponce ovación y ovación. Manzanares

  • Plaza. Quinto festejo de la feria de Olivenza. Tercera corrida. Casi lleno en tarde fría y ventosa sin lluvia.

Le correspondía el tercer turno de la corrida y después de lo que había salido por la puerta de toriles esa tarde, que el toro que le tocara en suerte se llamara 'Zarrapastroso' no auguraba nada bueno. De salida la cosa no pintaba bien y pronto intuimos una reedición de los fiascos que habían protagonizado sus dos hermanos. Sin embargo, pronto mostró el madrileño su firme intención de convertir en triunfo su materia prima de desecho.

Un saludo capotero por verónicas, rematado con una larga por el pitón izquierdo, precedió a un gran tercio de banderillas en el que los subalternos del madrileño colocaron seis palitroques engalanados con los colores colchoneros por los que su matador siente auténtica devoción.

Inició la faena de muleta con los pies juntos en los medios e instrumentó una serie con la derecha que permitió a los asistentes disfrutar de los cuatro primeros pases ligados de la tarde. En la segunda tanda acabó pasándose a 'Zarrapastroso' por la espalda y buscó a continuación un redondo completo por la espalda que acabó por rendir a los tendidos a su toreo.

Como era de esperar, el de Zalduendo se rajó antes de lo previsto, pese al ímpetu de López Simón, que intentó sin éxito explorar el pitón izquierdo del astado hasta que dos mansurradas del de la Z le hicieron cambiarse la franela de mano.

Acortó las distancias para arrancarle sus tres últimos muletazos antes de pasaportarlo con una estocada entera algo tendida, que bastó para que doblara sin remisión, no sin antes haber escuchado un aviso. Público y presidencia decidieron concederle una oreja, empujados por el mérito de su faena y el nefasto contexto de la tarde que estaban sufriendo.

Al sexto de la tarde, segundo de su lote, López Simón lo recibió por verónicas tras humedecer ligeramente su capote en un precioso botijo de barro blanco que custodiaba su mozo de espadas en el callejón. La faena de muleta comenzó con ligazón por la derecha, hasta que el de Zalduendo echó la cara arriba de forma descarada y obligó al madrileño a cambiar de estrategia para administrarle dos tandas más de derechazos que se vieron truncadas por lo frenazos que el animal daba al llegar el pase de pecho.

López Simón acortó entonces las distancias y consiguió arrancar los mejores muletazos de la faena, momento en la que la Filarmónica de Olivenza ejecutaba de forma virtuosa el pasodoble 'Ópera flamenca', lo que animó al madrileño a coserle la muleta al morro de su contrincante para deleite del público ávido de sensaciones positivas en una tarde decepcionante en su conjunto.

Cerró la faena por manoletinas antes de matar recibiendo con una estocada entera que le valió una oreja y la llave de la puerta grande de la plaza de Olivenza.

Los damnificados

Tanto Enrique Ponce como José María Manzanares resultaron ser los grandes perjudicados por la zalduendada que salió ayer por los toriles de Olivenza.

Los dos primeros toros, pitados en el arrastre como todos sus hermanos, salvo el último, no merecen más reseña que el buen par de banderillas que colocó al primero Mariano de la Viña y la estocada marca de la casa Manzanares que se llevó el segundo.

En el cuarto de la tarde, segundo de Enrique Ponce, estuvo a punto de tener lugar esa alineación de planetas de la que sólo es capaz el maestro de Chiva sobre el ruedo de una plaza de toros. Un toro sin raza, movilidad y ambición estuvo a punto de parecer toreable en manos de quien consiguió instrumentarle muletazos en los que sólo él creyó. Si la estocada que le propinó no hubiera caído y no hubiera precisado tras ella tres descabellos para que el animal rodara por el albero oliventino, el valenciano no se hubiera ido con el esportón vacío para su finca.

En el caso del segundo de Manzanares, el quinto en el orden de lidia, el resultado fue algo diferente. El animal se apuntó de forma voluntaria a dos sesiones de puya, una con cada picador de la cuadrilla, y resultó más castigado que muchos lotes enteros de esta feria.

En la muleta el alicantino intentó sin éxito someter a su oponente, que no acabó de tomar un muletazo en condiciones en toda la faena. Dos naturales sueltos precedieron a otra de las estadas de la feria que dieron con los huesos del de Zalduendo en el piso.

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